Corría el minuto 70 y los rojiblancos más veteranos recordaban aquella derrota en Bulgaria hace cuatro décadas ante el desconocido Beroe Stara Zagora. Sí sería desconocido aquel equipo, que todavía hoy hay quien no distingue qué parte del nombre es el del equipo y cuál ... el de la ciudad. Aquel fue uno de esos petardazos que quedan en la memoria colectiva porque supuso una eliminación tan inesperada como prematura, en la segunda ronda de la Recopa, de un Athletic que unos meses antes se había proclamado campeón de Copa.
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Durante muchos minutos de este partido contra el Ludogorest en el regreso a Bulgaria, el Athletic recordó a aquel equipo despistado y fallón que cayó goleado por un rival inferior sobre el papel. Hace cuarenta años se podía entender que los jugadores estuvieran descentrados en el campo; ir a Bulgaria entonces era lo más parecido a un viaje a lo desconocido. Ahora es otra cosa, claro, pero hasta que no han llegado los goles de Iñaki Williams y Nico Serrano, los chicos de Valverde recordaron bastante a aquellos de Milorad Pavic. Fallones, torpes, espesos, desubicados, los rojiblancos dejaron crecer a un Ludogorest que acabó creyéndose que podía ganar el partido y ocasiones tuvo para distanciarse en el marcador, casi todas gracias a algún regalo envuelto en papel rojiblanco.
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Javier Ortiz de Lazcano
Fernando Romero
El Athletic siempre proyectó una imagen de equipo que no se encontraba a sí mismo en un campo que, al menos en la pantalla de televisión, daba la impresión de no ser excesivamente fiable, como lo corroboraron un par de resbalones de esos que te pueden costar un partido. Algunos controles de nivel de regional también hacían sospechar que el césped presentaba alguna dificultad añadida.
Pero, como dice el tópico, el campo estaba igual para los dos equipos, así que habrá que admitir que el principal culpable de que el Athletic estuviera dando una imagen tan pobre la tenía un Ludogorest que confirmó las noticias que hablaban de su carácter alegre a la hora de irse arriba.
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Lo cierto es que durante todo el primer tiempo y la mitad del segundo, los búlgaros le comieron la tostada a un Athletic fallón y lento que no tenía más inspiración que los regates de Nico Williams en la banda, que no pasaban a mayores porque apenas tenía acompañamiento. El gol de los locales subraya el despiste rojiblanco. En la foto del excelente disparo de Marcus desde la media luna en el rechace de un córner, no se ve una sola camiseta rojiblanca para hacerle sombra. Es verdad que el brasileño hizo un alarde técnico para conectar un disparo que no era fácil, pero es que hubiera tenido tiempo para controlar y perfilarse de haberlo necesitado.
El gol oscureció más una tarde que ya empezaba a estar gris marengo y tiraba hacia negro. Afortunadamente Valverde hizo su trabajo en el descanso y aunque la segunda parte empezó con susto, dos de los tres relevos que traía previstos desde la caseta tuvieron una participación decisiva en los goles. La superioridad de los locales por dentro estaba pidiendo una mayor aportación de los laterales, y De Marcos, más profundo que Gorosabel, llegó a tiempo para dar un centro que Iñaki Williams hizo bueno con un control idéntico al que precedió a su primer gol al Espanyol, que le dejó encarado a la portería para fusilar.
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Había que ser muy optimista para mantener la esperanza de que el Athletic que habíamos estado viendo hasta entonces, pudiera no ya empatar, sino darle la vuelta al partido, pero prácticamente en la siguiente jugada, el joven Nico Serrano, que había sustituido a Djaló, cruzó un remate de calidad dentro del área, para voltear el marcador ante el asombro de propios y extraños.
En apenas cuatro días el Athletic ha visto dos caras del fútbol: la de la frustración por las ocasiones desperdiciadas contra el Betis y la de la alegría por dos goles llegados prácticamente de la nada. Dejándonos llevar por la euforia del momento podríamos decir que el Athletic ganó ayer como lo hacen los grandes, o sea, apelando a la calidad individual para tapar las carencias colectivas. Claro que entonces tendríamos que preguntarnos cómo no ganó el domingo, así que mejor quedarnos con lo que una vez dijo Thierry Henry, que sabía de lo que hablaba: «A veces, en fútbol, tienes que marcar goles».
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