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Estaba Sancet sentado en el banquillo, tan pancho, como puesto por el Ayuntamiento, sin visos ni de salir a calentar. Si hay que jugar se ... juega y si hay que ir se va, pero ir para nada es tontería, mientras andaban sus compañeros trotando por el campo, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, que no es tanto, porque la clasificación cuenta la verdad. Pero el fútbol era tan espeso, tan incomible, que parecía otra cosa, como si faltara la magia del ausente, a quien siempre se echa en falta cuando no está, aunque en realidad estaba, sin esperanzas en la grada de que se apareciera alguna vez como la Virgen de Fátima a los pastorcillos, dejando mensajes secretos, porque nunca compareció con sus compañeros en las rondas de calentamiento. Puede que se sintiera mal, quién sabe.
Estamos en la fase decisiva de la Liga y de la Europa League y seguimos esperando el advenimiento de nuestro Mesías, que aparece y desaparece como esas visiones milagrosas en Cova de Iría, y a veces, cuando no se manifiesta, pareciera que el equipo juega entre tinieblas, y si está, luce el sol e incluso el astro rey oscila, como dicen que sucedió en el cielo aquella vez en la localidad portuguesa.
Pero mientras habrá que hablar de otras cosas, de un partido difícil de digerir porque el fútbol del Athletic no dio para más frente a un equipo al que parece más fácil ganarle en su campo que en San Mamés. No es que faltara actitud, pero sí otras cosas. Cuando se acude a una cita importante, resulta esencial estar a la altura. En todos los ámbitos de la vida. Si a uno le llega una invitación para la recepción del 14 de julio en la embajada de Francia, mejor no acudir con bermudas y chancletas porque seguramente no pasarás de la puerta; si te convocan para un examen de las oposiciones a Notarías, o vas con las lecciones aprendidas o mejor no presentarse porque será inútil. Entrar a un banco a pedir un crédito es cuestión baladí si ni tienes detrás el aval de la nómina fija, pues buenos son los bancos después de que estallara la burbuja que condujo a la crisis.
Al Athletic también le faltaron cosas para estar a la altura del partido, a lo que proponía Osasuna. Actitud no, esa se le supone al equipo rojiblanco, pero esta vez salió con chancletas para ir a la recepción, tenía los temas cogidos con pinzas para la oposición y se presentó sin la nómina en el banco en busca del crédito. Les faltaron todas esas cosas a los hermanos Williams, que acudieron con frac a las citas internacionales y se lo quitaron en San Mamés, con el mayor más ansioso que nunca, intentando sacar de banda varias veces cuando no le correspondía porque para eso está el lateral de turno; a Berenguer, que salió sin estudiar del todo la lección, y a Jauregizar y a Prados, que no pudieron ni atravesar la puerta del banco porque los guardas de seguridad se lo impidieron. No vamos a citar a Maroan en el listado porque al vitoriano no se le pueda exigir, de momento, lo mismo que a los demás.
En fin: como no se le puede echar la culpa al árbitro, nefasto pero neutral, ni a la grada de animación, que regresó a su ser como debe ser, habrá que pensar que tal vez regrese el elegido un día de esos y puede que el sol vuelva a oscilar en el cielo como en un milagro.
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