Al final, Goizalde Santamarina va a acabar teniendo razón con lo de los 123.000 millones de frentes abiertos que tiene esta junta directiva. Lo cierto es que cada día se le abre uno nuevo. Ayer fue el de Íñigo Martínez. Uno pensaba que, a ... estas alturas, este caso iba a extinguirse sin ningún ruido, con un suspiro, como se terminaba el mundo en aquel poema de T.S. Elliot. Y lo pensaba porque estaba convencido de que, vecinos de escalera como son, el presidente y el central de Ondarroa habían firmado lo que podríamos llamar un pacto del descansillo y se habían comprometido a respetarlo hasta el final.
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Íñigo quería irse al Barça, como ya quiso cuando jugaba en la Real. Era una cuestión de ambición deportiva. La de Jon Uriarte era una ambición económica. No estaba dispuesto a pagarle al jugador las cantidades en las que se movió Elizegi para intentar renovarle antes de las elecciones y estaba encantado con ahorrarse una cifra muy importante. A partir de esa comunión de intereses se abrió un periodo de silencio y ocultamiento por ambas partes para que no se armase ningún alboroto. El presidente se dedicaba a repetir que era «un tema interno del club» y el futbolista, que «no tocaba» hablar de su renovación.
De hecho, el ondarrutarra parecía que iba a marcharse sin que hubiera tocado hablar de lo suyo. Al final, sin embargo, no ha sido posible. Y tampoco debemos extrañarnos porque el complicadísimo equilibrio que implicaba ese pacto era imposible que lo mantuviera el club. Que Jon Uriarte, sus directivos y sus expertos en Big Data no se percataran de ello revela su ingenuidad e inexperiencia. ¿Cómo iban a poder dejar que se fuera uno de los mejores futbolistas del Athletic, si no el mejor, sin dar ninguna explicación sobre las razones de su marcha y sin asegurar en público, aunque no fuese verdad, que habían hecho todo lo posible para intentar retenerle?
Las explicaciones llegaron ayer en un desafortunado comunicado en la web del club que no aclaraba en absoluto, más bien todo lo contrario, la gran duda que ha flotado sobre este caso en los últimos meses: si Jon Uriarte ha hecho una oferta de renovación al central de Ondarroa. ¿La hizo? Si uno lee el texto y no tiene problemas de comprensión lectora, lo lógico es que sospeche que no. «Después de diferentes intentos de negociación en las dos últimas temporadas, Iñigo Martínez ha mantenido su rechazo a la oferta del Club para ampliar su contrato», dice. Se habla de oferta en singular y de temporadas en plural, y todos sabemos que la única oferta más o menos explícita que pudo rechazar Martínez fue la que le hizo Aitor Elizegi.
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Conclusión inevitable: no ha habido oferta nueva de Uriarte para intentar retener al jugador. De haberla habido, el comunicado de ayer hubiese sido distinto. Se hablaría de «ofertas», o de «última oferta», incluso informando de cuándo se realizó. Y no sólo eso. Llegados a este punto, también es necesario recordar que, en la rueda de prensa de la semana pasada, con toda la cúpula del club escuchando en la primera fila, el director deportivo Mikel González aseguró con mucha rotundidad que «todos los jugadores» que el Athletic ha querido renovar siguen en el club. Iñigo Martínez, por tanto, no debía entrar en ese grupo.
El mensaje del club sentó mal al defensa internacional. Su entorno –sí, oigan, en estos tiempos líquidos emiten comunicados hasta los entornos– lo calificó de «un acto deshonesto para evitar responsabilidades». También aseguró ese entorno que el futbolista no ha llegado a rechazar ninguna oferta del Athletic, ni siquiera la de Elizegi, que no la valoran como una oferta en sí sino como una aproximación económica en una negociación que se interrumpió. Conclusión inevitable y humorística de la visión que el entorno hace de la jugada: Martínez se va al Barça porque el Athletic le ha despreciado, en ningún caso porque él siempre haya estado loco por la música por irse al Barça. El pacto del descansillo, en fin, ha terminado mal, como no podía ser de otra manera.
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Javier Ortiz de Lazcano
Juanma Mallo
La verdad es que, últimamente, todo tiende a acabar mal en este club. Ayer se confirmó la marcha de Zarraga y está en el aire el futuro de Raúl García con el que esta junta ha tenido un comportamiento manifiestamente mejorable. Y no se trata de que el futbolista navarro merezca su renovación. Eso se puede discutir y habrá opiniones encontradas, sin ir más lejos, las de Valverde y Xabier Álvarez, el director responsable del área deportiva. Ahora bien, lo que nadie puede discutir es que Raúl García se ha merecido otro trato. Desde luego, no estar a estas alturas colgado de la brocha, sin saber nada sobre su futuro. En un club serio, con las cosas claras y un mínimo de coraje en la toma de decisiones, 'Rulo' hubiera conocido las intenciones del club hace dos o tres meses, de manera que se hubieran podido celebrar como es debido ya fuera su renovación o su despedida.
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