Puede que no haya en España un futbolista que abandere y represente de una manera tan directa y nítida a su club como lo hace Iago Aspas con el Celta. Hoy por hoy, es muy difícil encontrar, sobre todo fuera de Galicia, una alusión al ... equipo vigués que no esté de algún modo vinculada a su gran capitán. El futbolista de Moaña no puede ser considerado en sentido estricto un 'one club man', ya que en 2013 fichó por el Liverpool y en 2014 por el Sevilla, pero pocos futbolistas habrá que lo sean tanto como él. Y lo demostró, precisamente, en esos dos años de ausencia, incapaz de ser feliz fuera de su hábitat natural en la ría de Vigo, marchitándose de morriña por las esquinas de Anfield y del Sánchez Pizjuán. En una tierra de emigrantes, Aspas no resistió la aventura de marcharse.
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El 'Príncipe de las bateas', denominación ocurrente que alguien se inventó y el futbolista aceptó con tanto agrado que es posible que él mismo se llame así cada mañana cuando se mira al espejo, regresó a casa en la temporada 2015-16. La afición celeste le recibió como un regalo del cielo. Recuperaba a su ídolo, aquel chaval de Moaña que el 6 de junio de 2009, el día de su debut en Balaídos, salió a hombros del estadio tras marcar dos goles al Alavés que certificaron la permanencia del Celta en Segunda. Y quién sabe si con ello, también la supervivencia del club.
Aquel regreso acabó teniendo otra consecuencia indirecta, menor, anecdótica si se quiere, pero que conviene recordar un día como hoy: al Athletic se le complicaron mucho los partidos con el Celta. Y es que a Aspas se le ha dado siempre muy bien el equipo rojiblanco. De hecho, lo ha convertido en una de sus víctimas preferidas, como hicieron Benzema o Griezmann. Ya en la campaña 2012-13, la primera en la que se las vio con el Athletic, el delantero pontevedrés fue el autor del gol del empate en Balaídos (1-1). Lo marcó en el minuto 84, cuando los pupilos de Marcelo Bielsa ya pensaban que el gol que había marcado De Marcos en el minuto 43 les daría el triunfo.
A partir de entonces, y con la única excepción de la temporada 2015-16, Aspas ha sido implacable con el Athletic. Es cierto que también lo ha sido con otros equipos -suma 222 goles en sus clubes (211 en el Celta) y 20 en la selección-, pero con los leones se ha esmerado, como si por alguna extraña razón le impulsaran a dar lo mejor de sí mismo. En los ocho últimos le ha metido cada año al menos un gol, hasta sumar diez. En el 2017-18 llegó a hacerles dos en tres minutos. La última aparición estelar del capitán del Celta fue el pasado 10 de noviembre en San Mamés, donde marcó un gol espléndido, dio una asistencia magnífica con el exterior y acabó viendo cómo Unai Simón le detenía un penalti. Fue, sin duda, el protagonista de un partido loco. Y esta noche quiere volver a serlo, aunque en este caso sea contribuyendo a una victoria que su equipo necesita como el comer.
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¿Lo conseguirá? Si nos atenemos a los precedentes, Valverde tiene razones para preocuparse. Y no nos referimos al hecho de que el Athletic ya no se juegue nada y la tentación de desconectarse un poco y pensar en las vacaciones sea difícil de evitar. Nos referimos a que Balaídos va a estar a reventar para impulsar a su equipo y celebrar lo que podría ser la fiesta de la permanencia si gana su partido y el Cádiz no hace lo propio en Sevilla. Aspas, por supuesto, estará especialmente motivado para ejercer su liderazgo indiscutible, con todo lo que eso significa.
El de Moaña, además, está en forma, realmente fino a sus 36 años ya muy pasados (cumple 37 en agosto). En las cinco últimas jornadas, ha marcado tres goles y ha dado otras tantas asistencias que han servido para sostener a su equipo en un momento angustioso. Se le nota liberado, muy a gusto con Giráldez, que no deja de ser un canterano celtiña como él, de su misma generación -Aspas es seis meses mayor que su entrenador- y con el que comparte una misma idea de fútbol. De la mano del joven técnico de Porriño, debutante en Primera, el capitán está en su salsa, disfrutando de un juego más abierto y valiente, muy distinto al que proponía Benítez. Las prevenciones y corsés del entrenador madrileño no sólo amargaron a Aspas, que llegó a penar en el banquillo, lo cual todavía es un sacrilegio en el Celta, sino que acabaron por desnaturalizar a los vigueses, que llevan toda la temporada sufriendo. Esta noche lo darán todo para alejarse definitivamente de la quema y poder pensar en el futuro. Con Iago Aspas, por supuesto.
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