Marcelino llega al Athletic tras la destitución de Garitano

La entidad vizcaína comunicó a las 17.42 horas una noticia que causó desconcierto por cómo se ha producido y por la clasificación del equipo. Tras semanas de penuria, los rojiblancos están más cerca de Europa que del descenso. Incluso provocó cierto asombro en una parte de la directiva que no pudo acudir al encuentro: se enteró diez minutos antes de que el club hiciera oficial el cese a través de un whatsapp. Tampoco los jugadores intuían que se iba a producir el final del que ha sido su entrenador durante 89 partidos oficiales: muchos se marcharon a casa sin saber que, minutos más tarde, el vizcaíno dejaría de ser su 'jefe'.

De esta manera, inesperada, se puso fin a la era de un preparador, renovado en pleno confinamiento por un curso, que salvó al Athletic de la quema en su primera temporada, le colocó en la final de Copa el pasado ejercicio, y que ha sumido al grupo en una desconcertante irregularidad esta campaña. No obstante, se va con el equipo más cerca del séptimo puesto -a tres puntos- que del descenso -a seis-. Y en su lugar, el club lo confirmó pasadas las 22.30, se ficha al asturiano, un técnico de prestigio, que rechazó otras ofertas, y que ha tenido varios encontronazos con la hinchada bilbaína. Marcelino García Toral llegará junto a su segundo, Rubén Uria, y el preparador físico, Ismael Fernández.

¿Qué ha ocurrido para una destitución tan sorprendente? La derrota contra la Real, con una imagen desoladora, sin ningún tiro a puerta. La decisión, por tanto, estaba tomada desde Nochevieja. Ese día varios directivos se reunieron tras el encuentro. Y los integrantes del grupo que había defendido a Garitano contra viento y marea, con Elizegi a la cabeza, aceptaron que el proyecto no daba más de sí. Desde el 31 de diciembre, el deriotarra, al igual que su segundo Patxi Ferreira y Juan Irribarren, su preparador físico, eran ya historia. Igual que Marcelino sabía que iba a entrenar en La Catedral, aunque los últimos flecos se ultimaron este domingo.

Eso sí, el presidente apostó porque Garitano siguiera hasta ayer en una estrategia cuanto menos extraña. Sin saber nada de su cese, el de Derio afrontó el encuentro como un ultimatum. El enésimo examen. Lo curioso es que, tras aprobar sobre el césped con una victoria y un juego mejorado, conoció su adiós en el vestuario.

Hay que remontarse al 1 de octubre, a la derrota contra el Cádiz, ante nueve, para encontrar la primera ocasión en la que Garitano ya estuvo en el alero. Ese día, el preparador agotó su crédito ante una parte de la junta directiva, en la que están algunos de los pesos pesados. Este sector, que al final se ha impuesto, ya recelaba del vizcaíno desde finales de la pasada campaña por el triste final, por su apuesta por unos determinados jugadores -sin dar oportunidades a los más jóvenes-, y su incapacidad para clasificar al equipo para la Europa League. No obstante, Elizegi siempre salió en su defensa; además, tampoco se debe olvidar que el empresario hostelero vinculó su mandato al del preparador ayer destituido. El presidente estaba convencido de que Garitano era la persona indicada para llevar a cabo la transición entre viejas glorias como Beñat, Susaeta y Aduriz y su relevo por Sancet, Vencedor y Nico Serrano. Aunque las derrotas fueron minando su crédito.

No se le destituyó con derrotas tan sonrojantes como la de Vitoria, sin ningún disparo a puerta, ni frente al colista Valladolid, en noviembre. Entonces, eso sí, algo se movió. Se produjo el primer contacto con el Marcelino y el asturiano se dejó querer. Contestó que el proyecto le gustaba y que veía equipo. Había un parón de quince días. Hubo presiones a Elizegi para destituir a Garitano. Pero el presidente no dio su brazo a torcer, a pesar de que se habló con el míster de Villaviciosa antes de que el 23 de noviembre se ganara al Betis. En ese encuentro, el deriotarra cambió piezas, apostó por Vencedor y Vesga en el centro del campo, colocó a Villalibre en punta como le habían sugerido desde el club.

Siempre fiel a sus ideales, el técnico removió una pizca el árbol en busca de una reactivación. Se consiguió. Aunque duró poco. Semanas después llegó el Celta, y de nuevo las alarmas, las dudas, un fútbol sin precisión, gris, paupérrimo. Salvó la bola de partido contra el Huesca el 18 de diciembre. Firmó un encuentro decente en Villarreal... Aunque la Real volvió a bajar a la triste realidad al equipo.

Ahí, Elizegi quedó desencantado. Entiende que ya está, que se acabó, también influenciado por el varapalo recibido en la asamblea unos días antes, en la que casi todas las criticas se dirigen al juego del equipo más que al balance económico. Sin embargo, el 31 de diciembre el presidente mantiene una serie de conversaciones y habla de trabajo, de la capacidad de «Gaizka» para sacar el proyecto adelante, de los jóvenes que se van asentado en el equipo. Al día siguiente acude a Lezama. También lo hace Rafa Alkorta, que evita a los periodistas. El futuro estaba escrito.

Entonces, toma más fuerza la opción Marcelino, siempre dispuesto a unirse a la formación rojiblanca, pero se deja que Garitano juegue y gane al Elche. Y, de repente, un comunicado. Adiós del técnico de Derio. Y anuncio del fichaje del preparador asturiano, uno de los pocos que ha superado al Barça en una final: lo hizo con el Valencia en la Copa de 2019. Contra los culés se estrenará el miércoles en San Mamés, su nuevo estadio, donde ha tenido sus más y sus menos con un público que ahora le tendrá que aceptar.

Marcelino, que considera que la plantilla tiene potencial y le seduce dirigir a un club con tanta historia, salió de la entidad ché en el verano de 2019. Allí dejó un grato recuerdo. Se le añora. Cuando últimamente se le preguntaba por el interés rojiblanco echaba balones fuera y hablaba de dirigir en el extranjero. Una estrategia para quitarse presión. Quería venir al Athletic, como demuestra que rechazó una suculenta oferta del Celta por cuatro millones de euros netos. Este lunes empieza su era en el Athletic. El domingo acabó la de Garitano.