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Al entrar en San Mamés el pasado sábado encontramos en nuestras localidades panfletos en los que un patrocinador oficial del Athletic ofrecía el sorteo de la camiseta de Nico Williams. Mi hija Sara acumuló varios con la idea de rellenarlos, ante lo que le animé ... a que si no tenía suerte el Olentzero podría hacer el resto, todo fuera por lucir la elástica de uno de sus favoritos del equipo. Acabó el partido, y a la vuelta a casa en coche escuchamos al pequeño de los Williams justificar su opción por continuar «un año más» en el club zurigorri, haciendo énfasis precisamente en tal margen temporal hasta en cuatro ocasiones, y no, en cambio, en 2027, fecha de finalización de su vigente contrato. Sin mediar otra palabra mi hija me informa: «he pensado que igual quiero otra camiseta, porque a mí las camisetas del Athletic me gusta que me duren».
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Jon Agiriano
No se trata de ignorar la satisfacción que nos produjo a los athleticzales la no marcha de Nico este verano, por encima de los cantos de sirena provenientes sobre todo de Barcelona, aunque sus propias palabras han dejado constancia de que estuvo en un tris de sucumbir ante alguna de las «varias ofertas» recibidas, «en un mes muy duro para mí». Sus razones de permanencia, basadas en primer lugar en la familia y a continuación en su corazón rojiblanco, son de halagar, pues muestran un sentido de pertenencia que desconocen por otros lares, como el presidente Uriarte se ha encargado de subrayar. Pero hemos de reconocer también que, en sus declaraciones, ha dado la sensación de que Williams junior quería anunciarnos que esa decisión, y al final el real efecto de su apego, puede tener una fecha de caducidad concreta y no muy amplia, que se extienda (así lo hemos entendido casi todos) tan sólo a «una temporada ilusionante por la vuelta del equipo a Europa».
Hay que destacar la sinceridad de Nico (para otros torpeza), que podría haberse remitido a su relación contractual en vigor, y que el próximo mercado abierto dicte sentencia. Eso mismo recordamos, por ejemplo, de un Kepa Arrizabalaga que tras renovar en rojiblanco blandió su nuevo contrato y acabó al poco en el Chelsea, eso sí, dejando un buen pellizco al Athletic. No tan grande será el que probablemente vaya a dejar Nico Williams, merced a su anterior renovación, y es que la manera de explicitar de viva voz su horizonte hace que no nos hagamos excesivas esperanzas de que acabe por cumplir el contrato, aunque también lo sea pagar la cláusula de rescisión cifrada en 58 millones.
Jon Uriarte, además de poner en valor la continuidad del extremo navarro, a pesar de las maniobras groseramente aireadas por el club culé (con la increíble complicidad del señor que rige La Liga), quiso quitar relevancia a esa referencia del jugador a la próxima temporada. Y es lógica la posición del Athletic, como también su intención de que Nico pueda ampliar la relación al calor de un revisado vínculo, que lógicamente conllevaría una subida de retribuciones, a la altura del máximo en la plantilla, con el consecuente aumento de una cláusula de salida que eficazmente la dificulte. No dudamos de que la directiva lo va a intentar sin desmayo, aunque parezca difícil misión a tenor de la expresión meridiana del futbolista.
Un año, una temporada, es muy larga, cierto. Puede haber picos de rendimiento, lesiones (que nunca deseamos), pero mucho tendrían que cambiar las cosas para que ese temporizador no se ponga en marcha, consecuencia incluso (muchos pensarán) de un eventual acuerdo ya alcanzado con otro club, y el que esté libre de ese 'pecado' que tire la primera piedra.
Mientras tanto, lo que ahora realmente importa es que Nico Williams mantenga el nivel futbolístico que le ha llevado a la nominación como Balón de Oro. Y que sólo piense en el Athletic y en su prestación en el verde. Dure lo que dure.
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