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Cuando este domingo saltó la noticia -confirmada oficialmente ayer con la firma del contrato y con las correspondientes fotos en Ibaigane- una mueca de satisfacción y también de descanso inundó mi semblante. El mío y seguramente el de la inmensa mayoría de la afición rojiblanca. ... El Athletic seguirá contando en sus filas con uno de los porteros -si no el que más- con reluciente presente y mayor proyección del fútbol español.
Pero el ‘caso Kepa Arrizabalaga’ bien merece una profunda reflexión a nivel interno. ¿Éxito o fracaso? Seguramente habrá argumentos para todos los gustos pero, a mi modo de ver, como he escrito en todas mis referencias anteriores -la última en un artículo del pasado 28 de diciembre titulado ‘La pelota en el tejado de Kepa’-, «ocurra lo que ocurra, la renovación -o el adiós- de Kepa será la historia de un fracaso con mayúsculas».
Un despropósito de largo recorrido donde ha quedado en pañales la estrategia negociadora del club, asentada en un catecismo obsoleto e ineficiente para dar respuesta a las situaciones y necesidades a las que obliga el fútbol actual. E incluso me atrevería a afirmar que hasta la estrategia institucional ha virado bruscamente en los últimos meses para fabricar un bálsamo público ante una realidad que se estaba convirtiendo en un trance más que incómodo y revelador a todos los niveles.
Otra cuestión bien distinta es que se haya comprado un final feliz. Eso, evidentemente, nadie lo puede discutir. Pero identificar con el éxito una operación que, desde que las partes se sentaron por primera vez a la mesa, ha multiplicado por cinco su coste con respecto a lo que pudo rubricarse en aquel momento, no se me antoja precisamente un acierto en la gestión. Más bien todo lo contrario. Y todo esto sin retrotraerme hasta las cesiones a la Ponferradina y el Valladolid.
Y para terminar, un apéndice para quienes durante los últimos meses han regado de adjetivos calificativos groseros -incluso insultos (normalmente amparados por el anonimato)- la figura del protagonista de estas líneas. Supongo que ahora el guardameta rojiblanco ha vuelto a reencarnarse en «nuestro gran Kepa», Arrizabalaga de apellido, de Ondarroa de toda la vida, rojiblanco de cuna y corazón... merecedor de las mejores alabanzas.
Pues para mí nunca dejó de serlo. Tampoco cuando como futbolista profesional pudo valorar otras opciones deportivas además de la de Ibaigane. Y que quede claro para quienes se ‘autoatribuyen’ la facultad divina de medir el sentimiento ajeno. Si en su balanza única y exclusivamente hubiese pesado el dinero, al día de hoy ni siquiera este suculentísimo contrato le hubiese mantenido en el Athletic. Así de claro.
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