¡¡El Athletic a semifinales!!: una ilusión que no cesa

Pedía Marcelino otra noche de Copa inolvidable en San Mamés haciendo suyo el deseo de toda la afición rojiblanca, y la tuvo. No es que el partido tuviera la calidad, la épica y la emoción frenética que tuvo el choque contra el Barça, pero fue un premio justo al sobresaliente trabajo de los rojiblancos, sobre todo sin balón. El Athletic ganó con un golazo de Berenguer en el minuto 89, pero hasta entonces, sin crear demasiado peligro, es cierto, sometió con autoridad a un Madrid ramplón al que sólo le dejó crear una ocasión clara en todo el partido, dos si contamos la de Isco en el descuento, aunque pareció fuera de juego. Pocas veces se ha visto al equipo blanco tan inofensivo en San Mamés y esto es sin duda un demérito de los pupilos de Ancelotti pero también un gran mérito de su rival.

El clásico que acabó con el Athletic en las semifinales de Copa, donde hoy le esperan en el sorteo el Betis, el Valencia y el Rayo, venía precedido del recuerdo de los tres anteriores disputados en los dos últimos meses, todos saldados con derrotas del equipo de Marcelino. En ninguno de ellos, sin embargo, se apreció una superioridad apabullante de los blancos, como si estuvieran en otra dimensión. En absoluto. El Athletic mereció ganar el primero, empatar el segundo y perder el tercero. Aunque la tendencia no era buena, ayer todo estaba abierto. Y los rojiblancos lo demostraron desde el arranque. Tampoco se trató de que se lanzaran a degüello sino, sencillamente, de que su presión no solo fue intensa, con los decibelios exactos, sino perfectamente ordenada y orquestada. De ello se encargó con especial diligencia Dani García, que fue el primero también en poner en apuros a Courtois con un derechazo en el minuto 9.

El Athletic dominaba, pero a su juego ofensivo le faltaban luces para herir a un Real Madrid que parecía el caballero de la Triste Figura, entre cansado y melancólico. Marcelino suele hablar a veces de la necesidad de hacer partidos largos, pero el que ayer quiso plantear ese guión fue Carlo Ancelotti. El italiano apostó por un fútbol control, sin asumir riesgos, con el diapasón bajo. Debió parecerle la mejor manera de ir madurando el partido ante un Athletic fuerte y vigoroso. El problema es que esa actitud acabó afectando negativamente a sus jugadores, que fueron cayendo como fichas de dominó. Salvo Modric y los dos centrales, Militao y Nacho, el resto fracasaron. Era algo sencillo de explicar porque saltaba a la vista: delante de ellos tenían un rival con más pasión y deseo de victoria.

Se había hablado del riesgo que corría Marcelino con la titularidad de Agirrezabala, pero lo cierto es que, a lo largo de toda la primera parte, el chaval se pudo haber fumado un puro sin ningún sobresalto. Sus compañeros sólo permitieron un remate a portería a los merengues, obra de Rodrygo, y el portero guipuzcoano lo atrapó silbando. No hace falta decir que el Madrid echaba de menos a Benzema. Demasiado de menos para un club con una plantilla multimillonaria pero, en realidad, con muchas estrellas decrépitas como Hazard, Bale o Isco. Además, su nueva estrella emergente, Vinicius, acostumbra a hacer partidos horrorosos en San Mamés. Ayer, por ejemplo, no le pegó a un balde. De hecho, sólo se le vio discutiendo con Dani García.

La primera parte terminó para el Athletic con la desgracia de la lesión de Nico Williams. Que el pequeño de los dos hermanos se rompiese haciendo un aparatoso tacón en carrera en una jugada que ya era ilegal porque estaba en claro fuera de juego fue causa de irritación. Le pasó algo parecido a Iñigo Martínez ante el Rayo cuando estuvo a punto de dejarse la pierna contra el poste para despejar una jugada que iba a ser anulada de inmediato. ¿A santo de qué viene seguir dejando jugar cuando no existe ninguna duda sobre la posición antirreglamentaria del jugador?

Nico Williams tenía un sustituto natural, el hombre con el que está compitiendo por el puesto en la banda derecha: Berenguer. El navarro lleva una temporada 'horribilis', sobre todo si se la compara con la del año pasado. Salvo el partido de Pamplona sus actuaciones habían sido mediocres. No había marcado un solo gol y había perdido el puesto. Pues bien, el destino quiso que ayer fuera el día de su redención, que llegó cuando el partido ya parecía abocado a la prórroga. Es más, cuando se había ensombrecido un poco para los rojiblancos, que acusaban el cansancio tras su impresionante despliegue y se habían llevado un susto de muerte en un ocasión clarísima de Casemiro en el minuto 80.

Sucedió que los rojiblancos, espoleados por una hinchada entregada cuya energía no puede ser más contagiosa, se fueron el busca del gol una vez más. Lo habían hecho varias veces, aunque sin fortuna, con demasiados borrones a la hora de acabar las jugadas. Casemiro, el mismo que había tenido el 0-1, hizo una salida de balón criminal, se lo dio a Vesga, que se lo entregó a Berenguer. La maniobra del navarro, su control quiebro y remate, fueron espectaculares. Así se escribe la historia a veces. El Athletic quiere que este año sea inolvidable. La ilusión no cesa.

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