Athletic 2-0 Atlético

Un Athletic espectacular destroza al Atlético

El Athletic demostró ante un rival de mucho peso, de los que examinan de verdad la consistencia y estatura de un equipo, que esta temporada ha despegado de verdad. Vive un momento espléndido de convicción en lo que hace y de ilusión en lo que está por venir. Todo fluye a favor de corriente en un grupo donde las tostadas han dejado de caer por el lado de la mantequilla. Sin ir más lejos, Valverde tuvo que improvisar una nueva pareja de medios centros y Herrera acabó jugando probablemente su mejor partido desde su vuelta al Athletic -encima aguantó los 90 minutos- y Beñat Prados volvió a demostrar que tiene calidad y carácter para hacer carrera en este equipo. El buen trabajo de ambos en la medular, tanto dando ritmo al juego como en las labores de entresaca, agobiando a Griezmann, que acabó jugando su peor partido contra el Athletic desde que fichó por la Real, fue decisivo.

La imagen de los rojiblancos fue muy prometedora desde los compases iniciales. Oblak, de hecho, tuvo que lucirse para evitar el 1-0 en el minuto 5 sacando un gran remate a Guruzeta. Aquello prometía, sin duda. Era un día especial y había que esmerarse. El rival, además, era de los que pueden levantar muy alto la autoestima de un equipo, de la misma manera que pueden destruirla. Pero pocos podían esperar, pese a todo, que el Athletic tras ese buen arranque fuera a seguir creciendo y acabara jugando una primera parte extraordinaria, impecable en todos los sentidos, de las mejores que se recuerdan en los últimos años.

El baño que recibió la tropa de Simeone en esos primeros 45 minutos tampoco es fácil de recordar. Fue un repaso táctico y futbolístico en toda regla. La presión del Athletic, con sus cuatro futbolistas del frente de ataque torturando los tres centrales colchoneros con su presión y además tapándoles las bandas, redujo el juego del Atlético a una sucesión aburrida de pases inocuos y le condenó a una mínima profundidad, hasta el el punto de que Unai Simón sólo tuvo que intervenir en un par de remates de Griezmann sin demasiado picante. Eso, sin embargo, no fue lo peor para los de Simeone, que sufrieron mil penalidades en su área ante el acoso brillante de los rojiblancos. Por momentos, aquello recordó a los galos de la aldea de Asterix atacando el campamento de Petiborum.

Hasta siete ocasiones claras tuvo el Athletic para adelantarse en el marcador. Fueron de todos los colores y sabores, incluido un penalti que Sancet mandó al graderío en el minuto 35. También hubo dos postes, uno por cada hermano Williams, otra clara ocasión de Nico, otra de Guruzeta y otras dos más de Sancet... En la grada, los aficionados vivían sensaciones encontradas. Por un lado, vibraban con el fútbol de su equipo y, por otro, se tiraban de los pelos por las oportunidades desperdiciadas. Era algo que ya habían padecido más veces, pero ésta era una dosis especialmente fuerte. Esta temporada, además, los de Valverde habían demostrado mucha pegada en su campo, hasta el punto de ser el equipo más goleador de la Liga delante de su público. Aún así, al descanso era inevitable preocuparte por el desperdicio. Y más estando enfrente los de Simeone, capaces de sacar agua debajo de cualquier piedra a poco que se le den facilidades.

El fútbol, sin embargo, fue justo esta vez. El Atlético había cambiado. Simeone quiso tocar otra tecla. Se olvidó de los tres centrales, metió a Giménez en lugar Söyunkü y a De Paul por Molina. En el minuto 58, prescindió de Griezmann y Saúl para dar paso a Correa y Memphis. De nada le sirvieron al Cholo sus variantes. A su tropa le faltaba frescura y el Athletic era un vendaval. Lo seguía siendo, mejor dicho. En el minuto 51, Guruzeta hizo su octavo gol de la temporada a pase de Herrera tras una internada de Iñaki Williams. El Athletic siguió a lo suyo, sin especular y pasada la hora llegó el 2-0, una joya de Nico Williams, al palo largo de nuevo, eso sí, pero esta vez con la izquierda.

En otro tiempo, se hubieran sacado pañuelos, pero ahora no se usan. Sería una idea que fabricaran y vendieran algún modelo rojiblanco en las tiendas del club para celebrar los goles inolvidables. Yen casos puntuales, para despedir al equipo como se mereció ayer el de Valverde, que pudo darse hasta el capricho de dar entrada a chavales como Unai Gómez y Jauregizar, y de terminar con la portería a cero gracias a un buen trabajo defensivo en la recta final y a una intervención estupenda de Unai Simón. Una fiesta, en fin, a la altura del 125 aniversario del club y de la figura del Chopo, que no se merecía menos.