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Efectivamente, lo de Granada fue un accidente. El Athletic de esta temporada no es el de la segunda parte de Los Cármenes. Está por ver ... si es el del partido contra el Atlético, porque mantener siempre el listón a esa altura es prácticamente imposible para cualquiera, pero lo cierto es que el equipo que disfrutó e hizo disfrutar a su gente se parece mucho más al Athletic de este curso que el que se desconectó tras el descanso en el partido anterior.
El equipo se sumó a la fiesta del aniversario ¡y de qué manera! La visita del Atlético era una prueba de nivel para los leones, el test que podía definir por qué derroteros puede transcurrir la segunda mitad de la temporada. Y los leones la superaron con nota, con mucha nota, apuntalando su candidatura a obtener premio cuando llegue la primavera.
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El partido fue un festival de fútbol y ocasiones, una fiesta sostenida en el tiempo a lo largo de los noventa minutos, sin desfallecimientos ni desconexiones. El Athletic tuvo la suficiente fortaleza mental hasta para superar golpes como dos remates al poste y un penalti fallado, contratiempos de esos que pueden acabar minando la moral del más pintado.
Pero los de Valverde se veían tan superiores, creían tanto en lo que estaban haciendo, que no les hizo mella ni siquiera el hecho de retirarse al descanso con una igualada sin goles absolutamente injusta. Regresaron más rabiosos y convencidos si cabe y no tardaron en encontrar el premio que con tanto ahínco estaban buscando.
Para calibrar el auténtico valor de una victoria hay que fijarse en el rival. Y no es ningún secreto que el Atlético no es cualquier cosa, de ahí el mérito del partido que soltó ayer el Athletic. Simeone, que será lo que sea, pero sobre todo es un buen entrenador, lo vio claro y en el descanso dejó en la caseta el lado derecho de su defensa para reforzar esa banda con un doble lateral. Todo era poco para achicar el caudal de juego de Nico Williams, pero es que por el otro lado su hermano estaba aportando lo mismo.
La maniobra no le sirvió a Simeone porque a los cinco minutos Guruzeta ya había descerrajado el marcador. Así que el Cholo no tuvo más remedio que seguir buscando soluciones, agitando su alineación más que las maracas de Machín. Acabó deshaciendo la maniobra que no le había resultado y acabó retirando a Morata para dar entrada a Azpilicueta y resituar de nuevo a De Paul y Llorente. Sólo le falto recurrir a Ovejero y Panadero Díaz… y tampoco hubiera dado con la solución.
El Athletic iba sin cadena, desatado, y el golazo de Nico Williams culminó una tarde de ensueño en la que todo salió a pedir de boca. De pronto, Valverde ha encontrado relevos suficientes para solventar los problemas que en principio podía plantear la sucesión de bajas por lesión que ha padecido el equipo. Se sacó de la manga un centro del campo inédito, con Prados y Herrera, que funcionó como si hubieran estado jugando juntos toda la vida. Con el impulso de la sala de máquinas, los de arriba volvieron a ir como tiros, por las bandas y por dentro, con un Guruzeta haciendo un trabajo ímprobo que acabó teniendo el premio del gol. La defensa, retocada también por la baja de De Marcos, liquidó con solvencia los escasos y deslavazados intentos de Griezmann y Morata, completamente desconectados de sus compañeros, concentrados como estaban en achicar agua.
El renacido Lekue fue otra de las buenas noticias en una tarde pródiga en novedades positivas. Defendió y se proyectó, como lo hizo en el otro lado un Yuri que acabó renqueante pero que volvió a ser el lateral solvente de antes de su última lesión.
El primer y único remate realmente peligroso del Atlético fue un disparo a bocajarro de De Paul en el minuto 82, que Simón resolvió con el pie, para sumarse al espectáculo que habían dado sus compañeros, y que le había mantenido inédito hasta entonces. El dato resume lo que fue un partido que el Athletic convirtió en un festival que un San Mamés repletó disfrutó entusiasmado.
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