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Es ya un lugar común elogiar este nuevo formato de la Copa del Rey y hay razones para ello. A veces suceden cosas muy emocionantes y estallan bonitos sentimientos. Ahora bien, tampoco conviene olvidar que en ocasiones produce partidos plúmbeos como el de ayer en Alzira, un aburrimiento solemne. El Athletic lo dejó encarrilado en la primera parte con dos goles y luego, se supone que convencido de que el trabajo estaba hecho y no necesitaba más, se permitió el lujo de firmar un pestiño soporífero en la segunda mitad. Fueron 45 minutos lamentables durante los cuales, eso sí, los rojiblancos recibieron una buena noticia. O mejor dicho, una confirmación: Julen Agirrezabala es un pedazo portero. Pese a llevar toda la temporada sin jugar, el de Rentería estuvo impecable y salvó a su equipo, hasta en tres ocasiones, de lo que hubiera sido el 1-2. Es decir, de pasar un buen rato de agobio con un rival subido de repente a las barbas.
Alzira
Andreu, Peleteiro, Soler, Kaiser, Solbes (Lado 79′), Cortijo, Marenyà (Marza 90′), Pitu (Sergio González 79′), Serra (Zarzo 60′), Álvaro Gómez, Beceiro (Ramón López 60′).
0
-
2
Athletic
Aguirrezabala, De Marcos (Lekue 71′), Vivian, Iñigo, Yuri, Vesga, Ander Herrera (Vencedor 71′), Berenguer, Raúl García, Nico Williams (Iñaki Williams 66′), Villalibre (Guruzeta 79′)
Incidencias: 4.300 espectadores Luis Suñer Picó
Árbitro: Cuadra Fernández
La clasificación del equipo de Valverde para la siguiente ronda tuvo, por tanto, el mismo encanto que poner un matasellos en algún documento oficial. Fue una cuestión de superioridad evidente y de seriedad en el planteamiento inicial del partido, que comenzó con el once elegido. Que Txingurri no hiciera ninguna concesión pudo sorprender a algunos, pero desde luego no a alguien que le conozca. Y es que, desde aquella durísima eliminación ante la Gimnástica de Torrelavega en 2003, con aquel gol de los cántabros en el minuto 92, el técnico rojiblanco es un hombre escarmentado y receloso que no se fía ni de su sombra. Y mucho menos de simpáticos rivales semiprofesionales o amateurs como el Alzira. Bien aleccionados, sus jugadores cumplieron en el arranque el guión encomendado, cuyo primer mandamiento era aplicarse a conciencia. Y cuando no lo hicieron -tras el 0-1 los rojiblancos tuvieron un cuarto de hora de cierta relajación y bostezos-, desde el banquillo se lo hicieron saber pronto.
El Alzira, por lo demás, no daba ninguna sensación de peligro. No parecía, desde luego, un rival ardoroso y conjurado en busca de un milagro. Marc García, el nuevo técnico del equipo valenciano, había hecho unas declaraciones curiosas el sábado. «Estoy convencido de que vamos a clasificarnos», aseguró. Y consciente del chirrido que provocaban sus palabras, se apresuró a matizarlas de inmediato. «Es la única forma que tengo de liderar el equipo. Si me siento ante ellos y les digo que quizá pasemos me quedó sin credibilidad», explicó.
Ser entrenador es difícil y más en un partido tan desigual como el de ayer en el estadio Luis Suñer Picó, pero la impresión es que Marc García se lió un poco. No deja de resultar llamativo que intentara convencer a sus pupilos diciéndoles algo que no podían creerse porque no se lo creía ni él mismo -de ahí su apresurado matiz- y, en cambio, considerase que decirles la verdad, es decir, que «quizá» podrían pasar y había que dejarse la piel por esa pequeña posibilidad, le hacía perder credibilidad. El caso es que sus jugadores, durante la primera parte, parecieron cualquier cosa menos convencidos de tener alguna posibilidad, aunque fuera remota.
El buen arranque de los rojiblancos seguro que tuvo algo que ver en ese bajón moral de los locales. Villalibre, que volvía a la titularidad en el primer partido de Copa después de haberlo sido también en el primero de Liga, estuvo a punto de marcar en un remate a bocajarro en el minuto 5. Luis Andreu, sin embargo, sorprendió a todos con una parada antológica. Fue el primer aviso. Luego llegó otro de Berenguer en un chutazo desde fuera del área y poco después el 0-1, obra del jugador navarro, que no perdonó en un mano a mano con Andreu. El gol empeoró a los rojiblancos durante un rato que el Alzira aprovechó para rematar a la portería de Agirrezabala. Con un cierto peligro en un disparo de Solbes. El Athletic, sin embargo, volvió a remangarse y Nico Williams firmó el 0-2 en el minuto 43 tras un buen pase de Berenguer.
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La segunda parte fue otra historia. Villalibre pudo haberla escrito él haciendo el 0-3 y convirtiendo ya el partido en una sesión de baño y masaje para el Athletic. Sólo frente a Andreu, el delantero de Gernika no dirigió bien su disparo y pegó en la cara del portero. Tras el córner, la ocasión fue para Berchiche, que tampoco tuvo un buen día en la oficina y, además, acabó lesionado con una esquince. Su disparo pegó en el cuello de Solbes cuando ya se colaba. A partir de esta doble oportunidad, el Athletic se fue desconectando de mala manera. En el caso de algunos jugadores, como Ander Herrera, de muy mala manera. Habrá que ver cómo aparece el exjugador del United y el PSG cuando vuelva la Liga, pero hasta el momento, la verdad, su nivel está siendo más que sospechoso.
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Hubo que sufrir, por tanto, media hora lamentable en la que Agirrezabala tuvo que esmerarse en varias ocasiones para negarle al Alzira el gol de la honrilla, un tanto que sólo empezó a buscar con determinación cuando vio que su rival empezaba a flotar en el campo y no daba dos pases seguidos. Por suerte, los valencianos se desfondaron en los últimos minutos y no hubo que sufrir ningún agobio. Que no fuera la propia contemplación del partido, se entiende.
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