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El Alavés estaba enfermo y el VAR lo mató. El bloque albiazul buscaba la victoria con más tesón que acierto cuando el videoarbitraje sugirió a ... Melero López el enésimo incomprensible penalti por mano que se sanciona en base a un criterio inconcreto, cambiante y que desespera a propios y extraños. El colegiado, que en directo no había visto nada, terminó de abrazar el surrealismo al señalizar una pena máxima por mano de Guridi que dio la ventaja al Valladolid antes de que los pucelanos sentenciaran a la contra fruto también de una reprochable desconexión del frustrado equipo vitoriano.
El arbitraje fue la cerilla que prendió una pila ya inflamable de imprecisiones, precipitación, voluntad y desánimo. El único factor ajeno que terminó de noquear a un Alavés capaz de lo mejor y lo peor. El elemento sorpresa, siempre indescifrable, que esta vez volvió a dar la espalda al bloque vitoriano. La ruleta de decisiones cambiantes que el arbitraje de campo y el VAR plantean semana tras semana en todos los campos de la Liga apuntó esta vez a un Alavés que tampoco supo sobreponerse a la bofetada. Perdió los nervios cuando más calma necesitaba.
Pero lo cierto es que el bloque de Luis García puede esgrimir motivos que justifiquen su enfado y la sensación de que un factor ajeno a su desempeño sobre el césped fue determinante. De un rosario de pequeñas decisiones arbitrales que crisparon a los albiazules durante la primera mitad a la irrupción del binomio Melero López-VAR que cuajó una actuación desconcertante. Solo el primer penalti a favor del equipo visitante puede ser etiquetado como indudable acierto del trencilla. Nada que reclamar en una acción cimentada en la tibieza defensiva babazorra.
La primera acción que levanta las quejas albiazules fue un penalti sobre Conechny al poco de arrancar la segunda parte. Un derribo tan extraño como punible. Sobre todo, dado el nivel que estableció el colegiado poco después. Melero López ignoró la acción y el videoarbitraje no quiso sugerirle un visionado en detalle. Pero lo cierto es que el pie de Luis Pérez traba al de Conechny dentro del área.
Eso escamó a los babazorros, que lo tomaron por una de esas acciones grises de cada partido. Un error justificable en la interpretación. Nada que se pueda decir de la mano de Guridi que causó el segundo penalti. De un córner despejado sin problemas por el Alavés llegó el runrún. Y el desconcierto. Pero el colegiado hablaba con el videoarbitraje y pronto se decidía a observar en la pantalla una jugada que para el común de los futboleros no merecía más análisis. Guridi saltaba con los brazos abajo, despegados mínimamente, de forma natural, del cuerpo. Y de espaldas, sin ni siquiera poder constatarse que el contacto sea en el brazo y no en el hombro o la espalda. Nada de ello privó a Melero López de ver claro un penalti que nadie más juzgó como tal. Ahí el Alavés quedó desnortado. El resto de elementos que lo terminaron de tumbar ya fueron propios.
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