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maría calvo
Sábado, 22 de enero 2022, 12:52
Carlota y Aner eran tan solo dos jóvenes cuando se conocieron. Dos veinteañeros con amigos en común que descubrieron juntos la fiesta y la vida hace ya una década. Un noviazgo fraguado a fuego lento con encuentros fortuitos nada casuales. Una chispa de fin de ... semana con juventud a flor de piel que acabó asentando sin remedio los cimientos de su relación.
Se comprometieron antes de que la pandemia nos dejara sin abrazos, a modo de premonición de lo que estaba por venir. Estos bilbaínos planearon el fin de año de 2019 lejos de la fría Leioa, donde residen actualmente, en busca del sol de Punta Cana. Y lo hicieron en compañía de los padres de Carlota, una pieza clave en su puzzle particular. «Aner quiso involucrarlos directamente porque sabe que soy muy familiar. Quería que tuviera la oportunidad de abrazarlos en cuanto supiera la noticia», explica la novia.
Una pedida preparada al milímetro con dos cómplices de excepción. Comenzó en la idílica soledad de un catamarán rumbo a isla Saona y terminó en cena romántica para dos con anillo de compromiso. Una sortija, por cierto, que salió despedida según Aner abrió la caja para pedirle matrimonio. Jugada desafortunada fruto de los nervios que no pudo empañar aquel bonito y divertido «sí quiero» frente al mar. «Tan desastre y tan nuestra. La encontramos en la arena y nos abrazamos. Luego fuimos a brindar con mis padres que ya lo sabían todo», apunta esta joven empresaria.
El Santuario de Nuestra Señora la Encina de Artziniega se engalanó con las flores de Elena Suarez & Co aquella mañana del 12 de junio de 2021. Un templo imponente, a caballo entre el gótico y el renacimiento, que recibió a los 125 invitados bajo un sol que anticipaba el verano. Era la primera vez en muchos meses que se reunían amigos y familiares y la emoción se palpaba en el ambiente. Aner, con un impecable traje oscuro de Oskar López, esperaba en altar acompañado de su madre. Carlota llegaba poco tiempo después a bordo de un deportivo gris y del brazo de su padre. «Bajar del coche con él fue muy emocionante. Estamos muy unidos, es mi apoyo y me da sosiego, muy necesario para esos minutos». Unos minutos que quedarán grabados en su retina para siempre, con toda la iglesia en pie y el coro como banda sonora de fondo. Se revelaba, por fin, su secreto mejor guardado.
Inicialmente, el enlace se iba a celebrar el 11 de octubre de 2020, pero la pandemia y el repunte de contagios trastocaron sus planes. Cambió la fecha, cambió la estación, pero Carlota no modificó ni un detalle del vestido de novia que Paredero Quirós había confeccionado para ella. Un diseño que, a pesar de estar ideado en clave otoñal, resultó perfecto para la temperatura con la que amanecieron aquel día de junio y para una ceremonia celebrada por la Iglesia. Más que un look nupcial, lo suyo fue una obra de arte de tejidos suntuosos, accesorios con carácter y un abrigo capaz de acaparar miradas.
Apostar por proveedores locales fue una de sus máximas y encontrar calidad en el tejido era otro de sus requisitos. Quería una pieza única, atemporal, que resistiera el paso de tiempo y el dictado de la moda. Una sola cita con Olga Paredero fue suficiente para entender que ella sabría hacer realidad su idea de vestido perfecto.
«Estaba buscando una tela que me diera un punto chic y al mismo tiempo fuera elegante y con cuerpo», revela Carlota. Para la ceremonia, idearon un abrigo con un tejido muy especial y detalles que lo hacían único. Una pieza de alta costura con un corte perfecto, trabajada con mimo en los acabados. Tenía cuello a caja, botonadura delantera, manga tres cuartos y remate en cola. Los bolsillos laterales y el cinturón ancho que acentuaba la línea A del diseño ponían en relieve su estilo 'lady', un corte que recuerda a los looks de princesas y grandes divas de Hollywood de los años 50. Pero lo mejor es que también recordaba a su madre, gracias a un detalle muy especial con el que coronó su espectacular estilismo nupcial.
Es inevitable buscar en los recuerdos familiares, en álbumes de fotos y en baúles de ropa antigua cuando se necesita inspiración. Carlota encontró dos imágenes de su madre en el día de su boda y supo inmediatamente que llevaría algo que estuviera ligado a ella. «Es guapísima», advierte, mostrándonos dos imágenes de una bella joven de melena rubia con un vestido de novia de mangas abullonadas, fiel esencia de décadas pasadas. También llevaba tocado, un casquete estilo 70 del que salía un velo de rejilla que caía por la espalda y le cubría enigmáticamente el rostro. Ese detalle, tan en boga entre las invitadas más elegantes y tantas veces presente en los desfiles de Chanel o Dior, fue rescatado y renovado para el look de nuestra protagonista gracias a la magia de Anita Ribbon.
Siguiendo ese hilo conductor de reminiscencias 'vintage', la creativa diseñó un magistral tocado de flores de porcelana pura 100% mate para que quedara a ambos lados de la cabeza. Un detalle que ya utilizaron en su día novias icónicas como Carolina de Mónaco y que vuelve a primera plana de las tendencias nupciales 40 años después. De él salía un velo de rejilla que cubría parte del rostro, enmarcando su mirada como lo hizo su madre unas décadas atrás. Para potenciar su encanto ahí estuvo Oihana Antón, que dio aún más protagonismo a los ojos maquillándolos en una paleta de tonos marrones y anaranjados. Lo mismo ocurrió con el peinado, un recogido bajo y pulido que encajaba especialmente bien con el corte del abrigo y el resto de complementos.
Como accesorios eligió unas piezas de Joyería Matia nada ostentosas, un sencillo ramo de peonías blancas de Elena Suárez & Co. y unas sandalias de Louboutin que sustituyó por otro modelo de Castañer al comenzar la fiesta, momento que también fue acompañado de un cambio de look. Carlota se despojó del abrigo para mostrar el vestido que escondía por debajo: un diseño de líneas minimalistas confeccionado en crepé de seda, con escote 'halter' y escote asimétrico en la espalda.
La celebración tuvo lugar en el Palacio de Ubieta y se prolongó hasta las 12 de la noche, el límite permitido por las restricciones de entonces. «Todos teníamos tantas ganas de salir, cantar y bailar que fue lo mejor del año para muchos», recuerda. Del banquete se encargó Maher Catering, de las invitaciones y la papelería «De Plumas y Letras». Un violinista y Pitu Dj dieron el 'do de pecho', mientras que Días de Vino y Rosas inmortalizó cada uno de los momentos. Y todo, orquestado bajo la batuta de Itziar Ortuondo, la 'wedding planner' que ayudó a la pareja a capear los contratiempos que trajo consigo la pandemia. Una incertidumbre que mereció la pena al «ver la cara de felicidad de la gente» en aquella celebración que marcó el inicio de su nueva etapa como marido y mujer. De fiesta se conocieron y de fiesta remataron también «el mejor día de su vida».
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