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Euskadi inicia este lunes una nueva etapa. Estrena la versión más similar a la normalidad previa a la llegada del coronavirus. Vuelve la vida tal y como la conocimos, con pequeños matices y aún con mascarillas en los interiores, pero muy parecida a lo que ... era antes de marzo de 2020. Hoy ha decaído la Emergencia Sanitaria decretada por el Gobierno vasco para hacer frente a la sexta ola pandémica y con ella lo hacen también el grueso de las restricciones que aún permanecían vigentes.
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Desde esta mañana es posible volver a tomar el café y el pincho de pie, apoyado en la barra del bar. Regresan las mesas de más de diez comensales a los restaurantes y el ocio nocturno volverá a ser precisamente eso, nocturno. En esta primera mañana sin aforos reducidos, el café y los desayunos han conquistado nuevos espacios en los locales. Así se están viviendo estas primeras horas en diversos establecimientos hosteleros de Vitoria.
Carlos López acostumbra a tomar un café mientras lee EL CORREO sentado en la barra antes de volver al trabajo, pero todo ha cambiado en la hostelería. «Ahora en la Cuchi la gente se queda fuera mientras consume, era algo impensable en febrero», apunta. Al otro lado de la barra del Café Abadía, José Antonio Mellado celebra la vuelta a la normalidad. «Esta mañana han venido nueve clientes de la asesoría y han podido estar juntos. De eso se trata, un bar es un sitio para el ocio», anima.
Amaia Álvarez, de la cafetería Chatka, ha perdido la cuenta de las veces que ha leído el Boletín Oficial del País Vasco (BOPV) en las últimas semanas. «En barra sí, pero de pie no... Ha sido complicado y al final la gente tiende a sentarse en las mesas», señala. Aunque considera que el consumo de pie en barra es una buena noticia, cree que las viejas costumbres «se perderán». «A las 21.00 horas ya no hay nadie por la calle», percibe desde este local de la Avenida Gasteiz.
La Gresca abrió sus puertas en noviembre de 2019 y ha vivido casi toda su historia en pandemia. Izaskun Simal, su responsable, celebra la vuelta de la consumición de pie en las barras, aunque no cree que se note hasta el fin de semana. «Este sábado vino una cuadrilla de siete y les tuve que pedir que se sentaran, pero entre semana no se nota una diferencia porque los clientes ya se suelen sentar, han cogido la costumbre», explica.
Reyes Quero, al frente de Aki Gastrovermut, espera que la situación de la hostelería comience a cambiar. «Nos limitaba mucho que no se pudiera consumir de pie en la barra, sólo podíamos tener a siete clientes a la vez», explica aliviada con el decaimiento de las medidas. El poteo del mediodía ha desaparecido y, hasta ahora, sólo han abierto la persiana por la mañana para atender a los clientes del hospital contiguo, pero pronto volverán a abrir más allá de las 16.00 horas.
Manoj Dhungana servía café a una clienta en la barra del Triskari esperanzado con lo que esto puede significar para el negocio. «Ahora si llueve fuera pueden terminar la consumición dentro, potear de pie...», enumera. Desde el otro lado de la barra percibe que la situación comienza a cambiar y ya hay más movimiento en su zona. «Nos hemos ganado la confianza de la gente con las medidas de seguridad y la limpieza», afirma.
Arantza López buscaba una mesa en la que sentarse en El Mentirón para desayunar algo antes de trabajar, pero esta vez se ha sentado en la barra, junto a donde ya es posible permanecer de pie. «Ya era hora. Es un gesto tan cotidiano y a la vez tan extraño, hace ilusión sentarse aquí», confiesa. López busca espacios donde sentirse cómoda y sin aglomeraciones, pero asegura que cada vez se siente más a gusto con la evolución de la pandemia. «Hay que seguir actuando con cabeza, pero tenemos que seguir hacia la normalidad», anima.
Ana Suárez frecuenta el Café Mallory, donde llenan su termo de café caliente para consumirlo de camino al trabajo. «No sabía que hoy era el primer día con barra, pero ya era hora. A los bares se les ha demonizado demasiado, como si no hubiera contagios en otros sitios», señala. Su relación con los bares ha cambiado, pero no ha dejado de visitarlos. «Tiras más de terrazas, sales antes y haces tardeo, pero ya tocaba volver a la barra», celebra.
En el O'Connors tenían ganas de poder hacer uso de su larga barra sin solicitar a los consumidores que se colocaran en otro sitio. «Entre semana es más sencillo, pero los viernes y sábados parece que a la gente se le olvida», explica su camarero Miguel Diéguez. Aunque por el momento han estado echando la persiana a la 1.00, espera que la noche comience a reactivarse con el Carnaval. «Lo mejor de todo es no seguir teniendo que hacer de policía. La mayoría de la gente se lo toma bien pero me resulta violento», confiesa.
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