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Jorge Barbó
Miércoles, 28 de noviembre 2018, 14:22
Vitoria ha vivido este miércoles su gran apagón. Semáforos, cajas registradoras, cajeros automáticos, ordenadores, ascensores, electrodomésticos... todos se desenchufaron, de repente, pocos minutos antes de las diez de la mañana de este miércoles en varios barrios de la capital alavesa. Del Ensanche a Coronación, ... de El Pilar a San Martín; de Adurza, a Lakua y a Zabalgana, 74.000 vitorianos vieron cómo se apagaba su jornada. Se les fue la luz. Una avería en la subestación de Ali, donde la compañía Iberdrola estaba realizando unos trabajos, paralizó la ciudad durante hora y media en algunas zonas, dejando al descubierto cómo algo tan fortuito, tan remoto, tan nimio como una avería puede provocar un engorroso efecto mariposa en cadena que afectó desde el tráfico al comercio y también comprometió el funcionamiento de las instituciones. A plena luz del día, la ciudad fundió a negro.
El arreglo del percance se alargó más de lo previsto porque la noche del martes la instalación sufrió un robo de cobre que «provocó que los sistemas de protección no funcionaran», según desvelaron fuentes de la compañía. El servicio se restableció por completo al cabo de dos horas, «aunque a los cuatro minutos ya se había recuperado la electricidad en el 50% de Vitoria y al cuarto de hora, casi en el 80%», aseguró Iberdrola.
El corte eléctrico hizo que le saltaran los plomos a la rutina a la capital alavesa. Unidades del tranvía se quedaron varadas en distintos puntos del recorrido, del Parlamento a la plaza de la Constitución, trastocando los planes de cientos de usuarios. «Iba con el tiempo justo para una cita con el médico en Txagorritxu y me he quedado esperando con un palmo de narices en la parada de Angulema», apuntaba visiblemente contrariada Justi Díaz, vecina del centro, enseñando el volante para su consulta. En las principales arterias de la ciudad, los semáforos se apagaron de golpe. En un primer momento, en algunos lugares se pudo escuchar una estruendosa sinfonía de cláxones. La impaciencia y la confusión de los conductores podría haber derivado en un tremendo caos circulatorio en puntos conflictivos, desde rotondas a intersecciones. Sin embargo, la prudencia de la mayoría de conductores evitó que se produjeran incidentes más graves. Los bomberos, eso sí, tuvieron que intervenir en hasta siete ocasiones para liberar a ciudadanos que se han quedado atrapados en ascensores.
«Algunos semáforos se han vuelto locos, pasaban de estar en negro a parpadear en ámbar y vuelta a negro, no he tenido un accidente de puro milagro», apuntaba, con alivio Adrián, tras aparcar su 'Focus' azul en Ortiz de Zárate. La mayor parte de la red semafórica vitoriana recuperó la normalidad pocos minutos después del apagón. Sin embargo, en algunas zonas muy concretas, los discos no se volvieron a iluminar hasta bien pasada una hora. Fue el caso del entorno del Palacio de Justicia y en cruces como el de Cadena y Eleta con Luis Heinz.
A pesar de algunos problemas puntuales, infraestructuras estratégicas como los hospitales de Txagorritxu y Santiago no vieron comprometida en ningún momento su actividad. Tampoco el aeropuerto y las estaciones, donde aviones, trenes y autobuses salieron a su hora. De hecho, para la mañana del miércoles sólo había previstas operaciones de carga en las pistas de Foronda, que cumplieron con su programa sin problemas. Según confirmaron portavoces de Renfe, los sistemas informáticos y los paneles informativos de la estación de la calle Dato también funcionaron en todo momento. Los efectos del incidente eléctrico tampoco se dejaron sentir en los gigantes industriales de la ciudad. El tajo siguió en las factorías de Mercedes y Michelin. Ambas empresas cuentan con estaciones eléctricas propias y generadores, que les permiten mantener total autonomía en estos casos.
Las instituciones, en cambio, sí sufrieron un cortocircuito en su tensión cotidiana. En el Gobierno vasco, en Lakua, los ordenadores de los funcionarios fundieron a negro, igual que en la Lehendakaritza. También se quedaron sin suministro durante unos diez minutos en la sede de la plaza de España del Ayuntamiento de Vitoria. Durante bastante más tiempo se prolongó el corte en las dependencias de San Martín, en las que, a esas horas, numerosos ciudadanos aguardaban para realizar trámites administrativos. Según confirmaron fuentes municipales, hubo que paralizar la actividad de la oficina de atención ciudadana durante más de hora y media. Los generadores con los que cuenta el moderno edificio sólo fueron capaces de garantizar el funcionamiento de ascensores y puertas automáticas, pero no dieron soporte al sistema informático. Muchos vitorianos se vieron obligados a un 'larriano' «vuelva usted mañana» forzado. «Doy la mañana por perdida. Si esto sigue así mucho tiempo, me voy», contaba, muy contrariada, Mari Luz, una vecina que había acudido para realizar un cambio de titularidad.
Junto con Mariturri, donde la luz no volvió hasta pasadas las 11.30 horas, la zona del Palacio de Justicia fue de las últimas en recuperar el suministro eléctrico. Allí se suspendieron dos juicios y el resto de vistas se celebraron con retraso: el complejo no recobró la normalidad hasta bien entradas las once y cuarto. En el edificio de Hacienda se registró una «pequeña explosión en un transformador», que generó humo y obligó a desplazar a los bomberos, que optaron por evacuar las instalaciones. En las Juntas Generales hubo que suspender el pleno ordinario y en el Palacio foral los funcionarios se quedaron con los brazos cruzados durante el corte. «Mi marido trabaja en la Diputación y me ha dicho que se bajaba a desayunar», comentaba Leyre, con los pelos a medio secar, en una céntrica peluquería, también afectada.
El apagón se produjo en plena 'hora punta' de desayuno, cuando las cafeteras acostumbran a hervir de actividad. Locales, siempre concurridos del centro de la ciudad, de Rio al Dublín, dejaron de despachar solos y cortados durante varios minutos. Y si el comercio vivió el pasado viernes el masivo 'Black Friday', este miércoles se vio obligado a enfrentarse a un inesperado 'Black Wednesday'. Con las básculas, las cajas registradoras y los terminales de cobro con tarjeta inoperativos, muchos se vieron obligados a interrumpir su actividad, también con el temor de que los productos acumulados en las cámaras frigoríficas pudieran echarse a perder. Por fortuna, no fue el caso.
De todos modos, el corte fue caprichoso y en algunos puntos, como en la plaza de Abastos, no se llegó a sentir. Allí despacharon cuarto y mitad de normalidad como cualquier día, igual que en El Corte Inglés de la calle Paz. Aunque en la galería comercial de El Boulevar funcionó el sistema de iluminación en todo momento, algunas firmas tuvieron que cerrar durante varios minutos. La avería tuvo otros efectos, muchísimo más domésticos, de andar por casa, pero capitales en el día a día de los vitorianos. «Me he dejado la lavadora programada antes de ir a trabajar y ahora a ver qué me encuentro», se lamentaba Iratxe a las puertas de la sede de la Seguridad Social, de donde se marchó sin el documento que había ido a solicitar. «Tengo que hacer un pago urgente hoy y no hay manera», se quejaba Jon frente a un cajero de la calle Dato. A ellos, el apagón sí les fundió los plomos de su rutina.
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