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Los comercios de Vitoria han comenzado la jornada a oscuras y gran parte de ellos aún trabaja para recuperarse de los efectos del apagón. «Sólo puedo servir pintxos fríos y refrescos, los clientes se van enfadados», lamentaba Eugenio Manzano tras la barra de la Cafetería Lovaina. Entre sus mayores preocupaciones, las válvulas de las cámaras frigoríficas y el 'software' de la caja registradora. «No es bueno que la luz venga y vaya tantas veces», señalaba.
La luz no ha tardado en estabilizarse en algunos comercios del centro de la capital alavesa, pero el oscuro arranque de este miércoles ha afectado a distintos establecimientos de manera desigual incluso en la misma calle. Si la tienda Juguettos de la calle Fueros veía peligrar el inicio de la campaña navideña con un parón de una hora, el supermercado Veritas, a escasos metros, apenas estuvo a oscuras diez minutos. «Algunos clientes tendrán que volver más tarde porque no podía pesar el pescado» apunta Idoia Herrán, dependienta de Pescados Puri Vara. Los congrios y pesadillas del mostrador estaban seguros, pero el género de la cámara podría haberse llevado la peor parte.
Sara, de la librería Zuloa, se ha encontrado con el apagón mientras llevaba unas facturas al Ayuntamiento. «Las puertas funcionaban, pero no la huella digital ni tampoco ningún programa para hacer los trámites», explica. Quienes se acercaban al mostrador de Correos tenían que guardar cola sin número y esperar sus paquetes tal y como se hacía a la antigua usanza. Sus repartidores no podían acceder a los portales para repartir las cartas. «Me ha tocado dar voces para que me abrieran a los vecinos que veía en la ventana», bromeaba Sonia Tamiño sin dejar de ordenar la correspondencia. Los semáforos también estaban apagados. «Suerte que el apagón ha sido al abrir, porque no podríamos trabajar sin el calentador de agua, las planchas, los secadores y las tenacillas», suspiraba Estitxu Eskibel, de la Peluquería Goretti.
Ariane se había subido al tranvía para visitar a su amiga Olga en la tienda de chucherías Golo-golo. «Hemos estado 25 minutos parados y encerrados dentro, ha sido muy agobiante», reconocía. Por su parte, Olga ha pasado casi dos horas intentando recuperar el suministro para enfriar bebidas, preparar perritos calientes y poder abrir la persiana de su tienda. «He llamado a Iberdrola pero no he obtenido respuesta, y me ha afectado durante el recreo del colegio, en hora punta», lamenta. Las cámaras de seguridad del local tampoco funcionaban. «He perdido varios clientes, no ha sido una buena mañana».
También empresas e instituciones se han visto afectadas. Una de ellas han sido las oficinas municipales de San Martín. Allí un generador les ha permitido poder generar electricidad para la apertura de puertas y otras funciones mecanizadas básicas, pero su trabajo se ha visto completamente paralizado. Los ordenadores se quedaron sin suministro y no se ha podido atender a los vecinos. Y para combatir la oscuridad, solo quedaban dos caminos a elegir: el de la «paciencia» o el de «ya volveré otro día».
La mayoría de personas optaron por la segunda opción, aunque el resto se quedaron a esperar en una fila única formada en el mostrador de atención al cliente. «Tengo que hacer un pago. Ayer me fui porque había mucha gente y hoy pasa esto... No me voy a ninguna parte. Debe de haberse ido la luz, pero no nos han explicado nada», cuenta para este periódico Arazeli, una de las afectadas.
En las mismas circunstancias se encontraba Mari Luz, una vecina que necesitaba solicitar un cambio de titularidad. «Doy la mañana por perdida. Si esto sigue así mucho tiempo, me voy», se quejaba. Los vecinos se han comportado de una forma cívica, resignándose a la espera u optando por cambiar de planes sobre la marcha. Algo que han destacado los trabajadores del centro municipal. «La gente ha sido comprensiva. No podíamos hacer nada frente al apagón, solo pedir calma».
En la Óptica Martínez de Lizarduy, Inma Valencia organizaba las fichas de los clientes y las facturas a mano. «Hemos tenido suerte y los aparatos oftalmológicos están bien, pero el sistema de los clientes ya no funciona», suspiraba. Enrique García se esmeraba en reparar sus propias pantallas en la tienda Fast Computer. «Tendré que pasar parte al seguro», valoraba. En Sistemas Arco todas las serigrafías, impresiones y fotocopias de apuntes quedaron paralizadas. Natxo y Fernando tampoco podían avanzar en su obra al carecer de electricidad. «No hemos podido seguir con la reparación del suelo y la pared hasta que ha vuelto», concretaban sin dejar de adecentar el Teatro Principal.
Mientras los clientes de algunos supermercados se veían encerrados dentro y sin poder hacer la compra, otros no podían entrar a librerías como Elkar para hacer sus recados. «Ha sido una locura, las puertas son automáticas y no hemos podido abrir durante 40 minutos», afirmaba Ane Agirregomezkorta, responsable del local de la calle San Prudencio.
Buena parte de los hoteles de la ciudad no se han visto afectados por los cortes de luz, pero en el Hotel Centro Vitoria el incidente se ha notado por partida doble. «Nos hemos quedado oscuras dentro y en el resto del pasaje de Postas, nadie podía trabajar, hemos tenido que salir a la calle», explican Diana García, directora del establecimiento hotelero, y Montse, la recepcionista. Esta situación se repetía en muchos negocios que no cuentan con iluminación natural. Aún queda por comprobar si alguno de los sistemas informáticos del local se han visto afectados por la falta de suministro, pero por lo pronto estas trabajadoras celebraban que no había tenido un gran impacto sobre sus clientes. «A estas horas muchos ya se han ido a trabajar, pero a alguno le ha pillado en la ducha», señalaban.
Y es que la oscuridad inicial puede dar paso a otros problemas que cuesta más detectar. «No estamos en hora punta de reservas, pero si el apagón se alarga es posible que se registren más reservas por internet de las que realmente podemos atender y acabemos con overbooking», valora García. Pero sin duda alguna, el peor escenario para ellas sería que algún cliente se hubiera quedado encerrado en el ascensor durante los veinte minutos que se han quedado sin luz eléctrica. «Eso les ocasionaría grandes molestias y sería más difícil de solucionar», afirman.
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