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Las cabinas han solucionado muchas emergencias pero ahora, más de medio siglo después de que dieran tono por primera vez en la capital alavesa, lo urgente es decidir su futuro. La nueva Ley de Telecomunicaciones, que se aprobó en noviembre de 2021 y entrará en ... vigor en la segunda mitad de 2022, deja de contemplar los terminales públicos como servicio universal, lo que unido a su testimonial uso, arrasado por la extensión del móvil y 'apps' como WhatsApp, abre la vía a su desaparición. Calle a calle, barrio a barrio. El asunto se encuentra desde hace semanas en el Ayuntamiento vitoriano, en concreto, en el Departamento de Movilidad y Espacio Público, que ha iniciado «un proceso de reflexión» sobre qué hacer con los 72 postes de Telefónica que quedan en pie en la ciudad. En el conjunto de Álava sobreviven un total de 98. La intención municipal es tener una respuesta lo antes posible y, por ahora, todas las alternativas están sobre la mesa. Desde su borrado total del paisaje urbano a su reinvención.
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El debate que aborda Vitoria atraviesa el mapa de España, donde permanecen 14.824 cabinas. Hace menos de una década, en 2013, había más del doble (unas 36.000) y a punto de cambiar de siglo, en 1999, eran casi el cuádruple (55.000). El declive resulta evidente y varias ciudades lo han cortado de raíz en los últimos meses con la petición de retirada de los terminales. Telefónica, explican desde la propia compañía, carece de un plan para su desmontaje «a la espera de la evolución» de la ley recién aprobada –que acaba también con las guías de teléfonos– pero la empresa ha alcanzado acuerdos con diferentes urbes para su eliminación. Si la capital alavesa opta por esta salida tiene dónde mirarse, como los Consistorios de Sevilla, Lugo, Murcia o Zaragoza, que han dado el paso de quitar estos símbolos de sus calles. En unos casos por completo y, en otros, sólo una parte para dejar alguno, por ejemplo, en zonas de enorme paso como los alrededores de estaciones de autobuses o de hospitales.
0,17 llamadas al día registran las cabinas que siguen en funcionamiento, lo que supone que los vitorianos descuelgan su auricular poco más de una vez a la semana.
Declive. Llegó con el 'boom' del móvil. Y desde entonces, a finales de los noventa, los terminales públicos se hicieron menos necesarios. En aquella época surgieron también los primeros locutorios y, años más tarde, aparecieron Skype o WhatsApp.
14.824 cabinas quedaban en pie al cierre de 2020 a lo largo y ancho del Estado. En 2013 había más del doble, alrededor de 36.000, y en 1999 se contabilizaban unas 55.000.
En el Departamento municipal de Movilidad y Espacio Público que dirige Raimundo Ruiz de Escudero se barajan «varias opciones», no sólo la retirada, para las cabinas que salpican la vía pública y que en otras ciudades se han transformado en bibliotecas en versión mini, puntos de información, espacios de intervención artística... Muchos de los postes ni siquiera cumplen ya su función por el vandalismo sufrido pero siguen plantados, desde Ariznabarra a Abetxuko, con el teléfono arrancado de cuajo. Y en los terminales que resisten enteros, o casi, cubiertos de grafitis y empapelados con publicidad, apenas se levanta el auricular. Algunos pasan meses sin que nadie los descuelgue. Los vitorianos realizan 0,17 llamadas cada día a través de estos puntos –lo que da poco más de un telefonazo a la semana– frente a las 0,37, más del doble, que se contabilizaban hace dos años y que ya suponían una cifra «baja», admite la propia Telefónica. Con su uso en caída libre, y las calles cargadas de mobiliario urbano, la capital alavesa asume que debe encontrar una solución «a corto o medio plazo».
A lo largo de las dos décadas que las cabinas arrastran en crisis ya han desaparecido unas cuantas de la geografía local. En el año 2000 se repartían 240 por Álava –hasta 204 de ellas en la capital– y hoy no llegan ni a la mitad, 98. «La irrupción de la telefonía móvil ha sido la causa principal de la caída en desuso de estas estructuras», expone Telefónica. Y su uso no ha parado de crecer en el territorio donde, este mismo ejercicio, las líneas activas para celulares (305.620) duplicaban por primera vez a las domésticas (150.947). El brutal cambio en la forma de comunicarse, de dar una noticia a un familiar, de avisar a una amiga que se llega tarde a la cita, ha hecho que «ningún operador» se interese por gestionar este servicio público y que el concurso para su adjudicación quede «habitualmente desierto».
De hecho, Euskaltel probó a finales de los noventa a instalar sus propios postes –con su icónico color naranja– pero en 2005, en vista de la línea descendente que soportaba el negocio, decidió desmantelar la red, que jamás llegó a Vitoria pero que contó con siete terminales en Llodio. El 'boom' de los locutorios –la capital alavesa se estrenó en el año 2000 y ya sumaba once en 2002– y la llegada después de Skype o WhatsApp acabaron por fulminar el uso de las cabinas. Ahora toca decidir el siguiente paso y ver cómo poner fin a una historia que arrancó en 1966 con la instalación de la primera en la ciudad.
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