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La Green Capital tiene un retrete que ocupa 85 hectáreas de terreno. El vertedero municipal de Vitoria, el más grande de Euskadi y uno de los de mayores de España, recibió el pasado año 165.000 toneladas de residuos no peligrosos. Son 68.000 más ... que en 2019 y a este paso agotará su vida útil, ahora fijada en 2036, antes de lo previsto. Si el basurero se satura, se verá abocado a cerrar o expandirse. Las incineradoras, por las que han optado Bilbao y Donostia, están de momento descartadas y la única alternativa la marcan hoy por hoy los objetivos mundiales de desarrollo sostenible (los ODS). Para 2030, al área de vertido en forma alargada que se extiende 2,5 kilómetros entre el cerro de Medioste, la Cuesta de Uralde Alto, el arroyo Zapardiel y laA-2124 y el oeste de la ladera de Zabalgana sólo tiene que llegar el 15% de los detritus que generamos los vitorianos. Cada familia o negocio debe tirar a los contenedores la mitad que ahora e incluso la cuarta parte, según a qué cifras se atenga uno.
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El concejal responsable de Gestión Ambiental, César Fernández de Landa, asegura que de momento se cumplen los objetivos fijados para 2020 y que «sólo» entran en el vertedero el 35% de los residuos urbanos. «No deberíamos tener ningún problema para llegar a 2030 con el 15%; no es un reto insalvable», sostiene. El colectivo ecologista Gasteiz Zero Zabor eleva al 55% la entrada de material de desecho procedente de hogares, comercios o hostelería. Ninguna de esas cifras incluye el «preocupante» incremento de la entrada de residuos industriales, un problema que era pequeño hasta que colapsó el vertedero de Zaldibar hace justo dos años. Muchas de las empresas metalúrgicas alavesas que vertían allí, ahora derivan sus escorias y otros restos al vertedero municipal, explica Zero Zabor. El último año, 10.345 toneladas más que en 2020. En total 50.000 más de un año para otro y eso incluye suelos potencialmente contaminados procedentes de obras en Júndiz y Esmaltaciones. Fernández de Landa, que confía en que esto sea puntual, no oculta que prevé otra ligera subida de los residuos industriales este año, al tiempo que insiste en que los domésticos se han reducido un 2%.
«En 2001 entraban un millón de toneladas de residuos urbanos y en 2019 sólo 97.000», defiende el responsable de Gestión Ambiental. En 20 años han cambiado muchas cosas. Para empezar, ya no se depositan restos de construcción ni de demoliciones. Se tratan en una planta que los convierte en áridos para reutilizar en carreteras. Tampoco entran envases, ni vidrio, ni papel y cartón. Lo que sí entra en el basurero es lo que depositamos en el contenedor gris (resto) y que llega desechado desde la planta de tratamiento de Júndiz. Y aquí está el quiz de la cuestión. Tiene que ser casi cero dentro de ocho años y ahora la mitad de todo eso acaba en el basurero.
El recinto tiene cuatro vasos o zonas de vertido. La más elevada, la que se ve desde el pueblo de Lasarte, ha llegado a su límite, explica el edil. Los desechos se tienen que ir asentado y no tendrá movimientos en meses. Hacia el centro hay otro vaso en el que se echan los residuos a granel o en masa, «los invalorizables». Junto a este, hay otra zona destinada para las balas, la basura que llega prensada desde la planta de tratamiento mecánico biológico de Júndiz, donde todo lo que dejamos en el contenedor gris se vuelve a escrutar. Se separa lo órganico y el material reciclable. El resto, se compila y se manda al basurero. Y el cuarto vaso está en el extremo, en la cola, inactivo desde 2010. Allí no llega ya nada y ahora se va a sellar para que no entre lluvia y se reduzcan los lixiviados (el líquido que arrastra restos de los residuos sólidos) que se canalizan por tuberías. Una pequeña depuradora los vuelve a filtrar, en un intento de que lleguen menos tóxicos, como el lindano, a los decantadores de Crispijana, detalla Fernández de Landa.
El resto de este vertedero creado en 1975 ha sido restaurado. Luce colinas verdes que debajo acumulan capas y capas de vertido y en las que se van a llevar a cabo ocho prospecciones para valorar si podría realizarse allí minería de vertedero, que consiste en rescatar para su reutización plásticos, metales y otros materiales enterrados. No es el único proyecto 'verde' con el que trabaja el Ayuntamiento para la zona. Estudia con el EVE instalar un parque solar para generar electricidad.
Pero ninguno resuelve el problema de las cantidades. El reto siguen siendo los residuos industriales y el reciclaje. «El vertedero sólo es el eslabón final de una cadena que funciona mal. No somos capaces de recoger selectivamente», indica Josu Aranbarri desde Zero Zabor. La recogida de los restos de comida hace aguas por todos lados. En las propias casas y después, cuando apenas se hace compost con ellos. «Tenemos los medios pero no funcionan bien, es como tener un Ferrari y conducirlo a diez por hora. Es un drama porque ese compost se podría ultizar para reducir la erosión en los montes con mayor pérdida de suelo. No hay campañas de reciclaje, en este país las instituciones se han acomodado», resume el coportavoz de Berdeak José RamónBecerra.
Mientras Zero Zabor pide tasas más caras para forzar a las industrias a reducir sus vertidos, César Fernández de Landa confía en que la llegada a la ciudad en otoño de los contenedores 'inteligentes' dotados de chips capaces de contar quién recicla y en qué cantidad serán un revulsivo.
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