Los barrios de Vitoria más vulnerables a las olas de calor

Una investigación del BC3 revela en qué zonas de la ciudad se deben adoptar medidas prioritarias «para mitigar las injusticias medioambientales»

Domingo, 12 de mayo 2024, 01:26

Uno de los efectos de ese calentamiento global son las olas de calor, cada vez más frecuentes en los meses de verano. En Vitoria, esas temperaturas elevadas, de más de 30 grados durante varios días seguidos, afectan sobre todo a ancianos, niños pequeños, pacientes crónicos y personas con escasos recursos en general. Y más si viven en determinados entornos, con menos arbolado, más efecto isla de calor, alta densidad de población, peores construcciones, menos renta, cercanía a polígonos industriales...

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Algunas medidas

Mejor acceso a la información, la atención médica y la vivienda, frenar la pobreza energética, refugios climáticos...

Un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista Science of the Total Environment y liderado por la investigadora del Centro Vasco de Cambio Climático BC3 Celina Aznárez arroja luz sobre las «injusticias ambientales» en la distribución de reguladores naturales de temperatura dentro de la Green Capital que pueden afectar al trabajo y la salud de sus residentes. Habla de reducción de la productividad, de deterioro del rendimiento cognitivo, de aumento de los riesgos para la salud materna, problemas respiratorios....«Aquellos que al momento de nuestro estudio mostraban mayor vulnerabilidad al calor y por lo tanto requieren de intervención de manera más urgente son Casco Viejo, Ensanche, Ali-Gobeo, Zabalgana, Coronación, Arana, Desamparados y parte de Salburua», concluyen Aznárez y su director de tesis doctoral, el investigador de Ikerbasque en BC3 Unai Pascual.

  • 11.000 personas murieron el pasado verano por causa de las altas temperaturas desde junio, según la aplicación 'Mortalidad atribuible en verano por calor en España'(MACE), desarrollada por científicos del CSIC. Por meses, en junio murieron por esta circunstancia 1.966 personas; en julio, 3.616, y en agosto, 5.434. La última campaña estival fue la segunda con más mortalidad por calor registrada de las seis que abarca el registro histórico de esta herramienta –en 2022 se elevó la cifra de fallecidos a 15.309–.

Su trabajo, centrado en Vitoria por ser conocida a nivel internacional por sus «ambiciosas políticas de ecologización urbana», es pionero. La investigación aplica un modelo integrado que combina información de sensores de energía radiante procedente de satélites con datos sanitarios y sociodemográficos, inteligencia artificial y sistemas de información geográfica. «Este enfoque permite cartografiar en la ciudad las incongruencias entre la oferta y la demanda de servicios ecosistémicos de regulación de la temperatura», explican los investigadores. Han desarrollado una serie de indicadores que van a permitir a las ciudades contar con herramientas para priorizar intervenciones ante las olas de calor.

Reguladores de temperatura

En el caso concreto de Vitoria, han hallado «desigualdades preocupantes» en la vulnerabilidad al calor sobre todo en zonas céntricas y cercanas a polígonos industriales. «Resulta importate reseñar que, precisamente ahí, hayamos observado una baja disponibilidad» de infraestructura verde urbana (arbolado frondoso, grandes áreas de césped, refugios climáticos) «lo que indica una demanda de regulación de temperatura insatisfecha. Por el contrario, las regiones con amplios espacios verdes, como el cinturón verde y los grandes parques urbanos, tienden a mantener un mejor equilibrio entre la capacidad de regulación de la temperatura en esas zonas y la demanda de las personas que ahí viven».

Las soluciones basadas en la naturaleza, indican, «desempeñan un papel crucial en la reducción de las temperaturas de la superficie terrestre y del aire durante los periodos calurosos al ofrecer sombra, minimizar la absorción de la radiación solar en superficies artificiales y fomentar la evapotranspiración». Y no es baladí. Los investigadores analizan lo que sucede en un verano vitoriano en el que la temperatura en la superficie del suelo derivada de la radiación térmica puede alcanzar los 55,80 grados centígrados. No es igual vivir en Armentia en plena chicharra que en un bloque de viviendas de Coronación, de construcción antigua, mal aisladas o rodeadas de asfalto o cemento. Además, el estudio revela que «las comunidades socioeconómicamente desfavorecidas, los ancianos y las personas con problemas crónicos de salud se ven afectados de forma desproporcionada por el calor extremo».

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Los investigadores plantean combatir estas «injusticias medioambientales» con estrategias «a medida». Y el abanico es amplio. «Las iniciativas deben considerar una variedad de enfoques y medidas, ya que las soluciones efectivas pueden variar según el contexto urbano y las necesidades de la comunidad, que en sí es diversa. Esto implica combinar estrategias para reducir la exposición directa al calor con esfuerzos para abordar las vulnerabilidades subyacentes». Por ejemplo, puntualizan, por un lado se pueden aumentar o mejorar los espacios verdes, fomentar tecnologías de techos y paredes vegetales, crear áreas de sombra. Pero, por otro, los esfuerzos para reducir las afecciones del calor deben centrarse en un sistema integral de cuidados. «Por tanto requiere abordar las desigualdades socioeconómicas, mejorar el acceso a la información, la vivienda y la atención médica, abordar la pobreza energética, proporcionar refugios climáticos, sistemas de alerta temprana y asistencia y aumentar la conciencia de la ciudadanía sobre los efectos del calor urbano y las medidas de adaptación disponibles para enfrentarlo».

Las administraciones pueden ir tomando nota. Mientras tanto el grupo de investigación del BC3, explica Unai Pascual, ya se ha puesto otro reto: «Entender las relaciones entre la salud de las personas y la calidad ambiental de una ciudad como Vitoria-Gasteiz en el contexto del cambio climático».

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