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Vasco desaparecido en La Guajira en 2014
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Vasco desaparecido en La Guajira en 2014
La última persona que vio a Borja Lázaro: «Salió a la playa a buscar su linterna y jamás volvió»Como si la tierra se lo hubiera tragado. Mañana se cumplen diez años sin noticias de Borja Lázaro. Una década de incertidumbre. Este vitoriano de espíritu aventurero y personalidad magnética –coinciden quienes le conocieron– desapareció la madrugada del 8 de enero de 2014 en ... el poblado costero de Cabo de la Vela, en el inhóspito departamento colombiano de La Guajira. Un lugar sin electricidad, agua corriente o gas. Casi virgen salvo por un puñado de casetas imán para mochileros y surfistas.
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David González
En ese paraje alejado de la civilización donde se unen el mar Caribe y desierto, Lázaro compartió caminatas, chapuzones, confidencias y tragos con dos alemanes y un par de chicas chilenas, todos amantes de la naturaleza y de conocer mundo. Hacia las dos de la madrugada, el joven Lion Behar Kremer le acompañó hasta su hamaca en la posada Pujuru –una cabaña de madera– para que descansara. Al poco, «Borja se levantó y salió al exterior a por su linterna», desvela este germano de 33 años, ahora juez de lo Penal en Constanza (Alemania). Fue la última ocasión en que alguien vio a Borja.
«Al despertar me extrañó que no estuviera. Pasamos una hora caminando y preguntando por él, pero nadie sabía nada». Anduvieron hasta el cerro Pilón de Azúcar, a cinco kilómetros de la posada. «Pensé que estaría con resaca o que se habría ido porque era muy independiente y curioso».
Ese mismo día, los Behar Kremer se marcharon hacia un aeropuerto cercano. «Mi padre tenía que coger un vuelo y como había quedado con Borja en vernos en unos días en Bogotá...».
Aunque podía pasar semanas sin contactar con su entorno, en Vitoria, a 7.500 kilómetros de distancia, comenzaron a preocuparse según pasaban los días sin noticias de este ingeniero informático que dejó su cómodo trabajo en Luxemburgo por sumar aventuras.
CRONOLOGÍA
6 de enero de 2014. Lion Behar Kremer -que conoció a Borja semanas antes- queda con el vitoriano en Cabo de la Vela (Colombia). Pasan dos días juntos en compañía del padre de Lion y dos chicas chilenas.
2 de la madrugada del 8 de enero de 2014. Tras compartir cervezas y licor, Lion acompaña a Borja a su hamaca en la posada Pujuru. Al poco tiempo, el alavés «se levanta a buscar su linterna y sale de la posada».
Mañana del 8 de enero. No hay rastro del vitoriano. Los Behar Kremer le buscan y se van a un aeropuerto cercano a tomar un vuelo. La dueña cree que «ha cogido la camioneta de las 4.00 horas hacia Riohacha».
23 de enero. La familia denuncia la desaparición tras contactar con Lion.
24 de enero. 300 policías y un helicóptero le buscan. Localizan sus pertenencias en la posada. Las hipótesis son: ahogamiento, crimen o secuestro.
7 de enero de 2024. Concentración a las 12.30 horas frente a Correos.
El 23 de enero, la familia contactó con Lion a través de una red social. «En un primer momento les dije que no se preocuparan, porque él quería pasar a Venezuela por el desierto y no hay internet. Había comprado un atlas para hacer esa ruta».
Por si acaso, llamó a la posada. «Me contestaron que sus cosas seguían allí. Ahí me di cuenta de que algo había pasado y avisé a sus parientes». Sus pertenencias se localizaron en la taquilla número 8. Dos cámaras fotográficas, un portátil, ropa y un par de zapatillas. No hubo más pistas.
Habían transcurrido 15 días desde la desaparición real. La familia denunció ante la Ertzaintza. Ésta alertó a Interpol y el aviso llegó a la Policía Nacional en La Guajira. El coronel Alejandro Calderón dirigía aquel destacamento. «Me acuerdo tanto de aquel caso», se sincera desde Bogotá, donde reside tras jubilarse. Borja es su espina clavada. «Fue muy importante para mí. Nos dejó sonando ahí y nunca más supimos».
Lamenta que «había pasado mucho tiempo desde que nos avisaron». De inmediato movilizó a 300 agentes y un helicóptero. Peinaron la región: el desierto, las aldeas wayuú (la población autóctona) e incluso se adentraron mar adentro en busca de algún indicio. Desde el primer momento manejaron tres hipótesis; secuestro, ahogamiento o asesinato. El rapto pronto se descartó.
«Era temporada alta. A diferencia de un mes antes cuando conocí a Borja y nos invitaron a la ceremonia de los huesos (un ritual fúnebre indígena con restos de fallecidos), esos días de enero había mucho turista», aporta Behar Kremer. «Al 60% le pasó algo malo y al 40% se ahogó. A partir de las 22.00 horas no hay luz y puedes desorientarte. También hubo un problema con una familia indígena, que se molestó porque habló mucho con su hija».
Al despacho de Calderón llegaron toda clase de rumores, que resultaron infundados. «Desde que manejaba lanchas rápidas y andaría traficando por Venezuela a que lo vieron desorientado en San Juan César, a más de 200 kilómetros de distancia». Ante la ausencia de pistas fiables «llegamos a ofrecer mucha gratificación (diez millones de pesos colombianos, 2.300 euros al cambio actual), pero nadie habló y eso es raro. Los wayuú suelen comentar si hay dinero de por medio».
Respecto a ese hermetismo, Calderón rumia una muerte violenta. «No creo que fue por la parte indígena. Pudieron ser otros extranjeros o criollos». También acudieron policías españoles o la entonces novia de Borja, una mexicana llamada Danny que aún mantiene contacto con la madre del vitoriano. Ninguno logró avance alguno. Nadie vio ni oyó nada.
La dueña de la posada, de nombre María Elena, declaró a la Policía que, pese a que Borja se esfumó sin pagar y dejó sus cosas, pensó que «había cogido la camioneta de las cuatro de la mañana hacia Riohacha (capital de La Guajira)». Sorprende su reserva. «Mi mamá no puede hablar porque está enferma últimamente», ataja su hija Yennifer. «Nunca hemos sido ajenos a este proceso y hemos colaborado lo que hemos podido», tercia esta mujer para no volver a coger más el teléfono.
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