

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
En lo que llevamos de 2023, en Álava sólo ha llovido 29 días; «450 litros, la mitad del agua que cayó hace un año». El ... diagnóstico es del agricultor Jon Moraza y resume la situación de sequía que se vive en el campo alavés. «Aún no es catastrófica y podría revertirse si lloviera algo. Pero cada vez se complica más el trabajo», aclara este ingeniero agrícola, que lleva más de quince años labrando la tierra y tiene plantaciones en la Llanada, la Montaña Alavesa y el Condado de Treviño.
En esas tres zonas tiene sembrado cereal, colza, habas, guisantes, patata, remolacha... que, a rasgos generales, «van aguantando». Cada planta tiene sus tiempos y demandas. Pero como los períodos de temperaturas altas y ausencia de precipitaciones son cada vez más repentinos y extensos, el cultivo de la patata ha tenido que adelantarse, la hierba apenas va a permitir hacer forraje y el regadío no está asegurado para todas las plantaciones.
«El 30% de la superficie del campo alavés es de riego. De esa extensión, la que se puede estar regando es la mitad o menos. Los sistemas de regadío en el territorio se quedan pequeños», ilustra Fernando López de Arechavaleta, presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas del País Vasco. «Hace falta que desde las administraciones se apueste por este desarrollo porque cuando se diseñaron no se preveían estos ciclos secos», subraya.
450 litros de lluvia
han caído en abril, la mitad que hace un año. En 2023 ha habido 29 días de precipitaciones.
«Aguantaremos la campaña como podamos», se resigna Moraza, que es también vicepresidente de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA). Lo dice porque la remolacha ya está sembrada, la alubia comenzará a plantarse a mediados de mayo y, aunque la campaña de la patata no suele arrancar hasta esa misma época, este año ya se ha iniciado. Este anticipo pretende «aprovechar la humedad del suelo» para que esos tubérculos germinen solos, sin necesidad de nuevos aportes de agua.
Noticia Relacionada
Sobre todo porque las balsas de riego –que sirven como complemento a las lluvias– son «otro problema». «La de Alegría, por ejemplo, se quedó prácticamente vacía el verano pasado. Ahora se habrá recuperado al 20%, lo que se traduce en dos o tres riegos. El resto rondarán el 30 o 40% de agua almacenada. No va haber suficiente para regar los cultivos», valora Moraza, que incide en que esto puede ser un agravante para plantas como la remolacha.
«Muchos compañeros están planteándose cambiar de cultivos» y apostar por los de secano, aún teniendo en cuenta que «a partir de ahora es cuando más agua necesitan porque empiezan a sacar la espiga, vaina...». «Al final tienes que sacar una rentabilidad de los cultivos que siembras. Si necesitas por plantación 6.000 metros cúbicos y no cuentas con ellos el rendimiento va a menguar. Y a esta situación se le suman la subida de los costes de producción», explica, tras añadir que «poco más se puede hacer. O llueve o no».
30% de la superficie del campo alavés
es de riego. «De esa extensión, la que se puede estar regando, es la mitad o menos».
No obstante, también afectan los extremos. El sol persistente «lo seca todo a marchas forzadas» y las heladas, como las que se produjeron durante la Semana Santa, «causan daños que no se ven». Para las plantas en flor, como la colza, este hielo ha supuesto que el brote se haya paralizado. Y, en el caso del pasto, que alimenta al ganado, ha provocado que se haya calcinado. «No ha llovido, ha hecho calor... Y cuando la hierba empezaba a crecer, heló», expone Nagore Ruiz de Zárate, ganadera de Urkabustaiz.
«El panorama pinta muy mal», ataja, sin atreverse a ponerle cifras a la cantidad de herbaje que se va a poder recoger, pero «menos de la mitad, casi seguro». Y, siendo optimistas, porque «igual hay fincas en las que no se puede hacer el primer corte de primavera, porque la hierba no se ha desarrollado lo suficiente».
La situación se verá agravada de cara al invierno si las condiciones climatológicas se mantienen similares. «El forraje que vamos a recoger ahora no es suficiente para pasar los meses más fríos», precisa Ruiz de Zárate. «Las explotaciones van a tener que comprar alfalfa, si pueden, porque estará carísima. La otra opción que nos queda es quitar animales, pero no es tan fácil ni se puede hacer de la noche a la mañana. Nos jugamos la comida de hoy, pero también la de todo el año».
20% de capacidad
calculan los agricultores que tiene la balsa de riego de Alegría. «El resto rondará el 30 o 40%», precisan.
Las viñas, que están en el período de brotación, están resistiendo, de momento a los efectos de la sequía porque «esta época no demanda mucha agua». «Los momentos cruciales son finales de mayo y principios de junio, con el crecimiento vegetal y el desarrollo del grano», expone Jesús Bauza, viticultor en Elciego. Como confían en el tiempo «seguimos mirando al cielo». Aunque sí hay cierto temor, pues el regadío del que dependen las explotaciones de Rioja Alavesa abastecen a todos los pueblos de la comarca –excepto Lapuebla de Labarca y Baños de Ebro– y a varios de la Sonsierra Riojana. «Está calculado para unas 5.000 hectáreas de viñedo. Es poca agua. En la otra margen del Ebro, en Cenicero, que es frontera con Elciego, tienen para una extensión similar cuatro regadíos», compara. El Consorcio de Aguas de esta zona ya ha implantado las primeras restricciones del año.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La NASA premia a una cántabra por su espectacular fotografía de la Luna
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.