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Judith Romero
Miércoles, 28 de febrero 2018, 10:15
La circulación se ha complicado en la capital alavesa durante las primeras horas de este miércoles y los vitorianos se han debatido entre coger el coche, caminar o esperar indefinidamente la llegada del tranvía. «No sé si quedan seis minutos o seis horas para ir ... a Ibaiondo, llevamos cuarenta minutos esperando al tranvía de las siete y los números de la pantalla no cambian», protestaba Ángela Hidalgo en la parada ubicada en la calle Sancho el Sabio.
Como esta cuidadora de niños, decenas de personas que intentaban llegar a su puesto de trabajo pedían explicaciones por el interfono. «Dicen que a las 7.30 pasará el de Abetxuko», apuntaba otro usuario. Cuando el tren ligero hizo su aparición, una joven resbaló al intentar subir al vagón. Un señor gritó para evitar que las puertas cerraran. «A saber cuándo pasará otro», señalaban tres amigas.
La Universidad del País Vasco y la Universidad de Deusto han suspendido las clases hasta, al menos, las 15.30, pero los niños y adolescentes han ido al colegio con puntualidad pese a los problemas. Alba Araiko, Estíbaliz Sánchez-Arévalo y Saioa Ochoa de Zozola optaron por el tranvía para ir al instituto. «Solemos ir andando, pero el camino está peligroso y Esti ha olvidado ponerse botas de nieve», explican las amigas de 16 y 17 años.
El repartidor Javi García se apresuraba a abastecer de pollo las carnicerías cercanas. «Salir de Zabalgana hacia Júndiz ha sido una odisea, no han limpiado la carretera», lamentaba. En los estancos y kioskos faltaba la prensa nacional, pero el trajín de gente comprando tabaco y barras de pan se mantenía como siempre. «Los clientes llevan barras de pan para sus vecinos o compran más el día anterior para estar aprovisionados», señala Sonia Santiago, de La Vitoriana. «Algunos se llevan cartones enteros para evitar tener que hacer salidas para comprar más tabaco», apunta Mariano Manjón, del estanco de la calle Ramiro de Maeztu.
Manjón ha empezado la mañana ayudando a un vehículo que no ha podido emprender la marcha. «No podía incorporarse a la carretera, pero hemos podido volver a dejarlo aparcado con la ayuda de un taxista», explicaba tras despejar la nieve de la acera. Unos metros más allá, Javier temblaba de frío mientras esperaba un bus que le llevara a trabajar a Lakua-Arriaga. «Lo cojo todos los días a las 7.45, pero llevo esperando casi media hora y no hay ni rastro», asumía resignado a llegar tarde a su puesto.
En la plaza Lovaina, Eugenio Manzano e Imanol Edo preparaban la terraza de la cafetería del mismo nombre. «Parece mentira, pero siempre hay algún fumador que agradece poder sentarse fuera», bromeaban pala en mano. En la Frutería Begoña los pepinos y las nueces llegaban fríos pero puntuales y los champiñones estaban cubiertos de nieve. «Estamos totalmente aprovisionados, los proveedores no nos fallan», agradecía José antes de acercarse al centro cívico a pedir prestada una paleta.
Gracias a que los encargados de mantenimiento Eduardo y Raimundo habían despejado la entrada del colegio Urkide, los niños han accedido al colegio a través de un pasillo seguro. «Ojalá que llueva y se derrita todo antes de que salgan», desea Eduardo. Aunque los padres han llegado con el tiempo más justo de lo habitual, la asistencia a clase no ha decaído demasiado. «Hoy tenían teatro en Marianistas, pero no sé si los llevarán», apuntaba Vicky, quien se ha acercado andando junto a su hijo Gabriel, de 4 años. El pequeño deseando jugar con la nieve y ver la representación de ‘El patito feo’ en inglés.
Jose Mari ha acercado al colegio a Adrián, de 12 años, a las 8.00 desde Legutio, y ha repetido la operación a las 9.00 con su hija Daniela. «No he tenido problemas para venir, y cada vez es más fácil caminar porque la capa se va derritiendo». Sin embargo, alguna de las abuelas que ha llevado a sus nietos al colegio ha sufrido una aparatosa caída en las inmediaciones. «Hay que tener cuidado con la nieve y el hielo, por eso muchos padres prefieren venir en tranvía aunque sea un poco más tarde en días como este», recuerda Vicky.
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