![El juego de la cucaña ha hecho las delicias de los más pequeños.](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/09/11/ala-cucaa-olarizu-kmiB-U2101335041001ND-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Hubo una época en la que la romería de Olárizu se celebraba para dar gracias por la cosecha de los campesinos. Ya saben, agradecían por esos frutos de la huerta que habían germinado: los tomates, los ajos, los pimientos, las cebollas... En ese tiempo, el ... ambiente que se formaba era, de nueve de la mañana a nueve de la noche, algo «masivo». No es que el ambiente se haya quedado tristón, pero la jornada -broche final del buen tiempo veraniego- ha resultado desde hace unos años algo medio festivo, una celebración «de tarde». Ese argumento lo repitieron este lunes la mayoría de vitorianos presentes en las campas que superaban los treinta años y que han sido conocedores y devotos año tras año de esta tradición. Daba igual que fueran asistentes disfrutones que reposteros o repartidores de sidra y talos. «En las empresas daban el día libre, los niños no tenían clase en los colegios. Ahora parece la fiesta de los pobres», apuntaba desconcertado Luis Miguel, que había regresado a la fiesta después de ocho años ausente.
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Con el asalto de la tarde llegó el tirón necesario para dar fuelle a la romería, aunque algo contenido por los chubascos incesantes. A eso de las tres, cientos de personas apuraban la última gran cita del verano, animadas por la música y la gastronomía. Porque llegó un punto en el que todo iba de eso, de comer y de beber. ¿El menú estrella? Los talos y la sidra, con los que compitieron los champiñones. Y –esto también es nueva cocina– hay que tener en cuenta que la arepa vasca ya no sólo se come con chorizo o txistorra (no, no es lo mismo). Bacon con queso, lomo... Y hasta chocolate. En la txosna de Arabako Taloak Deya González repartió panes sin gluten rellenos de todo tipo. «La lluvia nos fastidia, no te voy a decir que no, pero es un día bonito», aseguraba esta vendedora mientras mezclaba un buen volumen de masa conformada por harina de maíz, agua y sal.
Alimento había para dar y regalar. Los puestos de la entrada marcaban el paso con panes rústicos, churros, tartas de queso y rosquillas de anís por doquier. «Es la tradición. No te puedes ir de aquí sin comprarlas», se lucía Lander Mella, del obrador Mañeko. Precisamente con una docena debajo del brazo se fue Eugenia Perea hasta la alubiada servida por Boilur. En la fila desde las doce del mediodía, acompañada por su vecina Pilar Bardesi, que bajó de casa hasta en bata y con un tupper en la mano con el fin de llevarse «un puñadito» para su hija. «Es que huele que alimenta», se justificaba con el estómago bien abierto.
El puchero se hizo de rogar y tardó algo más de lo esperado en cocerse. Para estos cocineros la clave es «el cariño». Las seis perolas las tienen dominadas, pero 2.000 raciones de pinta alavesa -aderezadas con chorizo 'basque label', verdura y algún que otro ingrediente- no se hacen en un santiamén. «Con este calor sofocante llevamos desde las siete y media de la mañana. Vamos a dejarnos hasta la vejez en que salgan exquisitas», confesaba el chef principal Berna Santidrián.
La alubiada fue la recompensa para los madrugadores, esos fieles que no faltaron a la cita con la cima del monte más conocido de Álava. 709 metros de altura separan las campas de Olárizu de su famosa cruz. Algunos hicieron el ascenso descalzos, otros a un ritmo pausado, pero todos llegaron para besar el santo y dar media vuelta.
Mayores, jóvenes y niños aguantaron el resto del día con el paraguas en la mano. No se sabía muy bien si para protegerse del sol (se rozaron los 26 grados pero con mucha humedad) o de las precipitaciones. «Otros años hemos venido más tarde, pero esta vez como el día estaba así... Hemos preferido aprovechar para que puedan jugar los peques. Así se les hace un poco más amena la vuelta al cole», comentaba Esther Hernán.
Las familias rebosaron la zona de juegos infantiles, con hinchables, gigantes, cabezudos, Gargantúa y la cucaña más exitosa. Los deportistas se arremolinaron alrededor de las herri kirolak y los más jóvenes, además del bebercio, disfrutaron del concierto de Trikizo.
Con todo, el día tuvo tintes reivindicativos. Además de las reclamas que dejaban a su paso en los mojones los residentes de los pueblos alaveses, los vecinos de Olárizu -agrupados en la plataforma SOS Olarizu- se hicieron notar para protestar por el laberinto vegetal que el Ayuntamiento de Vitoria plantea en una de esas campas, en concreto frente a las promociones de viviendas Olarizu II y Olarizu III.
Desde finales de agosto han recabado cerca de 3.000 firmas. «Van a sustituir una zona de esparcimiento muy querida por los vitorianos por una atracción turística para la que no ha habido consulta ciudadana y que tiene un impacto medioambiental evidente», alegó Karla Fernández, portavoz de este grupo. Los romeros atendían amables a estos vecinos pero seguían a lo suyo, a aferrarse a la cucaña y al verano hasta que a eso de las nueve una tromba de agua nocturna ponía punto final a la fiesta.
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