Rioja Alavesa cuenta con 13.120 hectáreas de viñedo de las 65.810 de la Denominación de Origen. RAFA GUTIÉRREZ

Rioja Alavesa ha perdido medio centenar de pequeñas bodegas en la última década

El exceso de trámites burocráticos y el alto precio de los viñedos lastran el relevo generacional en los negocios familiares

Lunes, 6 de diciembre 2021, 01:03

Así, a palo seco, es un dato peleón, que ni con gaseosa se consigue digerir. Rioja Alavesa ha perdido medio centenar de bodegas en la última década. Claro que se han abierto nuevos negocios estos años, claro que se han iniciado proyectos novedosos e ilusionantes ... en este tiempo, claro que, incluso, grandes grupos han apostado con enormes capitales por esta tierra. Pero las cifras son tozudas. En 2010, el Consejo Regulador tenía contabilizadas 356 bodegas en Álava. En 2020 –de cuando se disponen los últimos registros– eran 306. Ypara cuando se haga el balance final de este pandémico 2021 se espera una caída todavía más abrumadora. Tras el dato, una realidad que, a la larga, amenaza con avinagrar el futuro de la zona: la mayoría de los que se han perdido en estos últimos diez años son pequeños negocios. Y sin bodegas familiares, Rioja Alavesa corre el peligro de perder su esencia.

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En un sector que estos días está tan dividido por la operación frustrada del PNV para llevar a debate en el Congreso la creación de una subdenominación de origen propia bajo el amparo de Rioja –basta con acodarse a la barra de cualquier bar de Labastida, Laguardia o Elciego y pegar la oreja a las discusiones de los vinateros para comprobarlo– llama poderosamente la atención que todos coincidan, con independencia de su sensibilidad política y su postura frente al Consejo Regulador, a la hora de señalar el gran problema al que se han de enfrentar: el exceso de burocracia.

Más que espergurar, más que vendimiar, más que podar, más que la fatigosa faena en bodega, hay un arduo trabajo que lleva de cabeza a los vitivinicultores de por estos pagos que poco (nada, en el fondo) tiene que ver con el viñedo. Sudan frente al ordenador. Se dejan el lomo enterrados entre tanto papel. Ni el corquete más afilado es capaz de despejar tanto trámite burocrático. «Casi a diario escucho a gente decir que están hartos de tanto papeleo y que van a acabar vendiendo las viñas», resopla Blanca Casado, propietaria de bodegas Idiaquez, en Baños de Ebro.

«El Consejo Regulador tal y como está ahora es un sistema que no funciona. Nos fuerzan al cierre»

necesidad de cambiar...

«Una subdenominación propia no va a resolver los problemas: sería una copia de lo que ya hay»

...desde dentro

Como Blanca, Jesús en Elciego, Roberto en Viñaspre, Carlos en Laserna, José Antonio en Laguardia... todos pequeños bodegueros, todos hacen referencia a los problemas que les genera «el papeleo desmedido» y las «duplicidades administrativas» como, junto al alarmante aumento de los precios del gasóleo y los fitosanitarios, uno de los grandes problemas del sector. «Nos pasamos todo el santo día haciendo papeles, somos viticultores, somos bodegueros, no administrativos», destaca Jesús Bauza, de Bodegas Bauza, en Elciego. «Yo muchas veces me he planteado 'chapar' por este tema. Ymuchos ya lo han hecho», asegura. «Tenemos que hacer papeleo para cinco administradores distintas, para el Consejo Regulador, para la Diputación, para el Gobierno vasco, para el Ministerio y ¡hasta para la Unión Europea! y en cinco formatos diferentes, es un despropósito», reclama el viticultor. «Yojo, yo no estoy en contra de las inspecciones, ni de los controles, que son necesarios, pero todas estas duplicidades no tienen sentido».

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– Jesús, ¿cree que una denominación propia, tal y como se plantea, solucionaría esos problemas?

– No. Por lo poco que se sabe, lo que se pretende crear sería una copia de lo que ya hay... En el fondo, sólo cambiaría quién controla todo.

La simplificación de tanto trámite es una de las eternas batallas que libra la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja, que también representa a pequeños negocios alaveses. Su gerente, Ana Jiménez, señala cómo ese «exceso de burocracia» repercute de forma directa en la sangría de pequeñas bodegas que se está viviendo en Rioja Alavesa. «Es un proceso: dejan de embotellar vino porque les generan muchas complicaciones, pasan a vender a granel, de ahí a vender la uva a grandes bodegas, que es más cómodo y así las bodegas familiares van desapareciendo poco a poco», destaca. «En el fondo, nos están invitando a que vendamos y cerremos. El que hay ahora en Rioja es un modelo que no funciona», certifica Jiménez.

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«Si se pagan las uvas de calidad a 0,80, a 0,85 o, incluso, a 1 euro muchos se plantean que no compensa en meterse a elaborar, a embotellar y luego a pelear de bar en bar, de restaurante en restaurante, para vender tus vinos», ilustra José Antonio Ugarte, responsable de viticultura de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA). «Yo mismo hacía vino a granel para una bodega de Laguardia hasta que me cansé».

Galimatías normativo

Tras el trabajo en el campo, la vida del viticultor riojanoalavés se pasa de ventanilla en ventanilla, un poco como en el 'Vuelva usted mañana' de Larra, peleando todo el tiempo con galimatías técnicos –¿qué repámpanos será la UNE-EN ISO/IEC 17065?– y aplicaciones informáticas como el Nimbus (una herramienta pergeñada para acreditar la trazabilidad en bodega) que lleva por la calle de la amargura a los vinateros a ambos lados del Ebro. «El problema es que los trámites, en el fondo, son los mismos para una bodega que tiene cinco hectáreas que para otra de cien. Las grandes se pueden permitir tener un departamento para llevar todos estos asuntos pero nosotros, los pequeños, no», destaca la bodeguera Blanca Casado.

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EN CIFRAS

  • 16% de viticultores se ha perdido en el conjunto de la Denominación de Origen Rioja en los últimos 10 años, según los datos de la Asociaciones Familiares de Rioja. Quedan 14.555 a ambos lados del Ebro.

  • 356 bodegas estaban registradas en 2010 en Rioja Alavesa. Diez años después, la cifra se ha reducido a 306, justo medio centenar menos. «Y el dato no tiene en cuenta los efectos de la pandemia», aseguran los pequeños bodegueros.

Y algunos de los requisitos que imponen las instituciones frisan lo kafkiano. «Me obligaron a instalar un pequeño vestuario con taquillas en mi bodega para los empleados, pero el caso es que mis únicos trabajadores son mis hijos, viven en mi casa, en el piso de arriba, así que, obviamente, no se han utilizado jamás. Yahora la Diputación nos viene con que tenemos que instalar un armario especial para fitosanitarios que tampoco tiene sentido», destaca Casado. Sí. Las normativas, rígidas como el tronco de la vid, parecen olvidarse de las bodegas familiares.

«Yo acabo de abrir un proyecto y he estado más de cuatro años peleando por toda la cantidad de trámites que me pedían. Yo pensaba en algo muy especial, al estilo de lo que se hace en Piamonte o la Toscana y es imposible hacerlo aquí por los requisitos que pone el Gobierno vasco. He estado a punto de dar marcha atrás», reconoce el reputado enólogo Carlos Estecha, que ha trabajado durante más de 30 años para Bodegas Franco Españolas y que ahora ha puesto en marcha La Romántica Compañía de Vinos en Laserna (Laguardia). «Mucha gente se desanima con tantas trabas y al final deciden vender los viñedos», asegura.

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Vender, a corto plazo, no es mal negocio. Con el precio medio por hectárea de viñedo rozando (y pasando con holgura) de los 100.000 euros, «muchos que están a punto de jubilarse echan cuentas y ven que les sale más rentable vender a una gran bodega que esperar a que los hijos sigan», destaca un agricultor de la zona de Laguardia que asegura que, con toda probabilidad, acabará siguiendo el mismo camino. «Mis hijas no quieren saber nada de este mundo». ¿Por qué este bodeguero se niega en redondo a aparecer con su nombre? «Porque contar esto no es plato de buen gusto: vender es una decisión muy dura, es deshacerte del patrimonio de tu familia». Y, a la larga, contribuir a que Rioja Alavesa pierda su sabor.

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