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El Principal se encuentra en plena celebración de su centenariosin un atuendo a la altura del boato que exige la ocasión. A lo largo del año no es raro que le salten las costuras. Incluso hay partes que, directamente, están hechas jirones. Ha llegado ... la hora de trazar patrones para hacerle un nuevo traje. En un informe técnico al que ha tenido acceso EL CORREO, la ingeniería Idom plantea tres alternativas para la ansiada reforma de la bombonera vitoriana. La que, a priori, contaría con más papeletas pasa por una profunda remodelación con un presupuesto de 12 millones y que implicaría ampliar la superficie del edificio mediante la compra de dos locales anexos. De llevarse a cabo, el gran teatro podría estrenar un escenario, ahora sí de su talla, para 2023.
Tras estudiar a fondo el vetusto edificio de la calle San Prudencio, los ingenieros llegaron a la conclusión de que la necesidad de remodelarlo es todavía mucho más acuciante de lo que, en principio, podía parecer. En su informe, los técnicos señalan importantes deficiencias de accesibilidad e, incluso, casos muy concretos en los que la seguridad del inmueble podría llegar a estar comprometida. «Es una reforma imprescindible porque en las actuales condiciones, en cinco u ocho años podría ser irremediable tener que intervenir», reconocen desde el área que dirige la socialista Estíbaliz Canto, que ha impulsado el estudio.
Los expertos han planteado tres escenarios diferentes, que implicarían una inversión de 7,3 millones de euros, 12,2 y 18,6 millones con los que sufragar una remodelación que se aleja de los 25 millones que, por ejemplo, costó la del Campos de Bilbao en 2010 pero que, en cualquier caso, iría más allá de una mera operación estética. En principio, el área de Cultura descarta la opción más austera, que simplemente supondría adecuar el edificio a los requisitos de accesibilidad y seguridad y hacerlo más cómodo. También rechaza la más ambiciosa, que conllevaría una gran ampliación pero que se encontraría con un gran escollo, más allá del presupuestario: llegaría a requerir, incluso, la compra de una vivienda particular y de un espacio de una comunidad de vecinos.
El Consistorio parece inclinarse por la alternativa intermedia que, no obstante, cambiaría la estructura del centenario edificio. Hasta los cimientos. La propuesta contempla ganar 350 metros cuadrados a la actual superficie mediante la adquisición de dos locales colindantes. Se trata de la sucursal del Banco Sabadell que abre sus puertas justo al lado del actual muelle de carga y también la parte trasera de la tienda Zara de la calle General Álava, que serviría para ampliar la caja escénica, que así contaría con espacio para nuevos sistemas de tramoya.
Esta sería la actuación más ambiciosa de todas cuantas se plantean en el proyecto que le despojaría al teatro del principal corsé que impide que muchos montajes no puedan llegar a la capital alavesa. También será la más sensible. Según los técnicos, se procedería a la demolición «parcial y controlada» de la actual estructura escénica, que se reconstruiría con nuevos muros de hormigón. Para ello, se tendrían que utilizar técnicas de pura microcirugía constructiva para «evitar el derrumbamiento y afecciones a los vecinos».
El teatro redistribuiría zonas ahora sin uso, como el ambigú, y también crecería hacia abajo, con la incorporación de un espacio de almacenaje que se abriría bajo el patio de butacas. Sin embargo, el centenario edificio se enfrentaría a una gran paradoja. A pesar de sumar más metros, perdería butacas. Todas las opciones planteadas pasan, sí o sí, por reducir el aforo para ganar en «comodidad y ergonomía». Ahora se dispone de 1.088 localidades, de las que se sacan a la venta 972 por cuestiones de accesibilidad. Con la reforma elegida, la capacidad máxima caería hasta los 838 espectadores. Son 134 asientos menos que, en cualquier caso, no se sacrificarían del patio de butacas.
La operación
Con todo, no conviene perder de vista que para que los planes para el Principal no queden en puro papel mojado, las instituciones deben acordar cómo financiar los trabajos. Al Gobierno vasco (que con el 40% es el titular mayoritario del espacio), la Diputación (30%) y el Ayuntamiento (30%) les toca hilar fino para zurcir los detalles de un traje a la medida de la capital vasca. No vale con un simple remiendo.
Ahora es incapaz de ocultar sus achaques, pero hubo un tiempo en que el Principal, entonces Teatro Nuevo, era todo un prodigio de la arquitectura. Después de que el Teatro Principal original quedara reducido a las cenizas tras un incendio en su primera sede, en el Banco de España, el actual edificio se levantó en el número 29 de la calle San Prudencio en el año 1917 y fue concebido y alumbrado, a tiralíneas, por Cesáreo Iradier. El famoso arquitecto vitoriano se inspiró en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, en la calle Jovellanos, para traer el concepto de coqueto teatro a la italiana a la capital alavesa. Desde entonces, el complejo ha sufrido dos grandes intervenciones que se han ido intercalando con pequeñas mejoras que, con el tiempo, se han revelado como parches, a la espera de la inevitable actuación de calado que ahora parece estar más cerca.
Tres décadas después de su inauguración con un «lleno total», tal y como reflejan los periódicos de la época, los actores dejaron paso a los operarios. Fue en 1949 cuando se acometió la primera transformación del ya entonces gran escenario alavés. El edificio vio cómo sus dimensiones crecían de forma considerable con la incorporación de una tercera planta, que se levanta con ladrillo estucado. También se aprovechó para darle un buen lavado de cara a su interior: se cambiaron puertas y ventanas, se tendieron y se apuesta todo al dorado para que el coliseo pudiera brillar.
Aquella reforma se prolongó durante dos años y estuvo vigente durante casi cuatro décadas en las que el personal, sin rechistar, asistía a las funciones en unas butacas de madera, muchísimo más incómodas de las que ahora acomodan a los espectadores. No se sustituyeron hasta mediados de los 70, cuando se reutilizaron los asientos, acolchados, de los cines Ideal de la calle Florida.
Por 665 millones de pesetas
Hubo que esperar hasta comienzos de los 90 para que saliera adelante la, hasta ahora, última restauración de la bombonera vitoriana. Fue entonces cuando el Gobierno vasco, la Diputación y el Ayuntamiento compraron por 250 millones de pesetas a la compañía Vitoriana de Espectáculos S.A. (VESA) el edificio que, sí, estaba en manos privadas. Fue en 1992, el año de la Expo y los Juegos Olímpicos, cuando Vitoria estrenó su gran teatro. Las obras costaron 665 millones de pesetas (unos 3,9 millones de euros), que el arquitecto Carlos Sergnese destinó a cambiarle la piel al escenario de la San prudencio.
Fue una intervención sobre todo estética, con nuevos suelos de mármol, moquetas y revestimientos, aunque también se realizaron algunas actuaciones importantes, como colocar un elevador en un lateral del escenario, además de mejorar la conexión con los camerinos, que se encuentran en un edificio independiente. También se cambiaron esas butacas que han causado más de una lumbalgia a los espectadores y se creó una pequeña pendiente, apenas perceptible, en la platea que permite mejorar de forma sustancial la visibilidad.
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