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En abril de 2006 comenzaron a aparecer inscripciones en euskera sobre restos de cerámica del yacimiento romano de Iruña Veleia. No tardaron mucho los responsables del yacimiento en anunciarlo de manera pública. Sólo dos meses después, a principios de junio, ocupaba un lugar destacado en ... los medios de comunicación. Ya en aquel momento, los expertos en epigrafía y filología condicionaron su visto bueno a que las investigaciones en curso verificaran su autenticidad. Las primeras hipótesis confirmaban que fueron escritas entre los siglos III y IV. 'Urdin izar' (Estella azul) venían a ser las dos primeras palabras comunes escritas en lengua vasca conocidas hasta el momento. La comunidad científica estaba en vilo ya que suponía adelantar en unos seis siglos la fecha de los primeros vocablos comunes del euskera.
Sin embargo, el paso de los meses no hacía sino acrecentar la incertidumbre. En noviembre de ese año el catedrático en Lingüística de la UPV Joaquín Gorrochategui, ya pedía en las páginas de EL CORREO a los responsables de la excavación «dar cuenta de los avances registrados en la datación de los hallazgos». En su valoración filológica «provisional», realizada junto con Henrike Knörr, solicitaba el «catálogo completo de textos, transcritos adecuadamente y acompañados de las ilustraciones correspondientes», pero indicaba que «todo esto está aún por hacer».
La gran cantidad de piezas y la variedad de temas que contenían causaron el asombro general. Eliseo Gil y su equipo explicaron que eran el resultado de la actividad docente de un maestro egipcio sobre sus discípulos veleyenses. Gorrochategui ya manifestaba que dicha hipótesis tenía «evidentes puntos flacos». También las palabras en euskera los tenían. «Las lenguas cambian» y «no hay ninguna que de manera natural en quince siglos no haya experimentado un cambio mayor o menor en sus estructuras», sentenciaba.
El léxico básico encontrado en las piezas contenía «una contradicción»: no aportaba demasiado del vasco antiguo. «Llama poderosamente la atención» que las palabras 'urdin izar', 'gori', 'edan' o 'ian' sean tan inteligibles», similares a las que se usan hoy en día, apuntaba. Además, en la inscripción de la Sagrada Familia (IEHSVS, IOSHE ATA TA MIRIAM AMA), «el problema empieza con la forma vasca de los nombres propios: ¿Cómo es posible que José haya perdido su consonante final, si tanto en la tradición griega como en la latina se escribía Ioseph? ¿Qué pinta esa H en esa posición?, ¿A qué se debe el nombre hebreo de la Virgen, si en toda la tradición cristiana es María?», se preguntaba. También la leyenda GEVRE ATA ZVTAN le generaba dudas. Una de ellas, la letra Z, «ajena al alfabeto latino tradicional». Se debería haber escrito SVTAN, con ese, al igual que en las lápidas vasco-aquitanas, precisó.
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