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Para Maider Etxebarria (Vitoria, 46 años), todo es susceptible de recibir un «arreón» o de necesitar una «vuelta». Son algunas de las expresiones que más emplea la próxima alcaldesa de Vitoria. Más activa que reflexiva, la portavoz socialista sale de casa antes que el sol ... para correr, nadar, escaparse en bici al pantano o hacer planes con sus dos hijos, que la mantienen conectada a la revolución tecnológica. Y se apunta a cualquier evento o «sarao». Quizás ese afán irrefrenable provoque que quiera traer cada vez más actividades a la ciudad, al margen del Ironman, el Azkena y el Tour de Francia.
Dicen quienes la conocen que además de energía, derrocha optimismo. Que su pila es de carga «positiva», como rezaba su lema de campaña. Las muecas de desaprobación (que las tiene, sobre todo en las discusiones más enfangadas) le duran un pestañeo, lo que tarda en desterrar los pensamientos negativos que se vuelven tan pesados. Su premisa es no gastar demasiado tiempo en darle vueltas a los problemas antes de pasar a la acción.
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Etxebarria gana más en las distancias cortas que desde un atril o un vídeo, por eso de que no es una política de la vieja escuela. Se percibe, por ejemplo, en su retentiva a la hora de conversar. Podría interesarse como parte de un papel de figura pública, pero la sospecha se evapora cuando tiempo después (semanas o meses) se vuelve a encontrar con esa misma persona y le pregunta por cómo evolucionó aquello que un día le comentó y le preocupaba. Ese es su terreno. Incluso trató de conceder una entrevista cuando la pérdida de su padre estaba todavía demasiado reciente, para cumplir con el compromiso. Pasados unos minutos, la frivolidad que suponía hablar del Iradier Arena o posar en el Europa con la herida todavía abierta, cayeron por su propio peso.
Educada en un colegio francés, su carrera profesional arrancó en Múnich y Dublín. Habla perfectamente inglés, francés, alemán y ha mejorado en los últimos años con el euskera. Ha ejercido la mayor parte de su carrera profesional en el sector privado, primero para empresas como Mercedes, BH Exercicle, Faurecia o el restaurante Zaldiaran, y después como emprendedora. También organizó eventos y formó parte del equipo de Bruce Springsteen en la organización de un concierto en San Sebastián. Se quedó «flipada».
En 2016 el exconsejero Alfredo Retortillo la fichó para dirigir el departamento de Turismo. Allí tuvo que gestionar algunos asuntos muy espinosos, como el de los pisos turísticos. Es diplomada técnica de Empresas y Actividades Turísticas y graduada en Filología Alemana y está acostumbrada a patear la ciudad y conocer sus recovecos por su condición de guía oficial. Puede que por eso se sulfure cuando le dicen que Vitoria está «decadente», más sucia o, simplemente, peor que hace años. Es, sin duda, uno de los comentarios que más la encienden en la Casa Consistorial, porque cree que no es la forma de ejercer de «embajadores» de la capital.
Pero ese desarraigo con la política hasta hace cuatro años, más palpable durante la primera mitad de la legislatura, es un arma de doble filo. Por un lado le acerca a la ciudadanía y sus inquietudes, da un toque más coloquial a los discursos –la «turra» del PNV con el euskera y el «reparto de carnés de vascos» fueron célebres–, pero también hace que tenga la mecha más corta, y que a sus adversarias les resulte más fácil provocarla.
Pese a todo, Etxebarria, que creció en San Cristóbal y vive en Ariznabarra, se aleja de las líneas rojas y se ha mostrado favorable a los pactos, tanto durante la legislatura como de cara al siguiente gobierno. Pese a las tiranteces puntuales con el PNV, que le han llevado a decir que se ha sentido en un «tiovivo» con los jeltzales en la gestión, mantuvo buena sintonía con Gorka Urtaran a grandes rasgos, y ahora se apoyará en los nacionalistas para hacerse con la Alcaldía. Eso sí, convirtió la campaña en una cuestión entre la «heredera» del último regidor (Beatriz Artolazabal) y ella misma, sin contemplar más opciones.
Amante de la música y los animales, es asidua al Azkena y al Festival de Jazz, pero también apuesta por los congresos de especialistas médicos, con quienes siente un gran vínculo por la profesión de su padre, Alberto Echevarría, que fue un reconocido ginecólogo y defensor de las mujeres. De hecho, en la última entrevista con este periódico, la primera alcaldesa de Vitoria escogió como objeto personal un estetoscopio. «Era de mi padre, una de las personas más importantes de mi vida. Con él ayudó a muchas mujeres de Vitoria y espero dárselo a mi hijo menor, que estudia Medicina», remarcó.
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