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Alicia se ha puesto sombra de ojos azul plateado para la ocasión. Esta vez no lleva los labios pintados de rosa, como le gusta, por la marcarilla de marras, pero su sonrisa luce igual. Su mirada chispea. Va a encontrarse en el jardín con dos ... amigas y está muy contenta. «Lo del coronavirus es muy triste, porque muere la gente, pero yo no he tenido nunca miedo. Como no ha venido a verme...», explica.
Alicia Peña nació en la localidad riojanoalavesa de Leza hace 86 años y es una de las residentes que más tiempo lleva en Ajuria, el centro foral del barrio vitoriano de San Martín. De hecho, la inauguró ella hace ya 27 años, pero ¡quién le iba a decir entonces que sin haberse caído ni ponerse enferma iba pasar tanto tiempo en su habitación!
La mañana de ayer fue emocionante. Lourdes la ayudó a ponerse guapa, con su media capa granate, y la acompañó por el jardín hasta la puerta trasera de la residencia donde se reencontró sin traspasar el umbral con María Luisa López de Eguino y Mari Carmen Gómez. Las tres amigas se veían por vez primera desde marzo, cuando el virus empezó a hacer estragos entre las personas de más edad y se cerraron las residencias a las visitas. Desde la pasada semana, algunos residentes de centros como el de Ajuria, con amplio jardín, pueden 'abrazar' a más de dos metros a sus seres queridos. Sus besos enmascarados y en la distancia saben a gloria. Son caricias en el aire. Nada que ver con los lanzados a las ondas de wifi. Alicia ha hablado por videollamada con su sobrina y también con los amigos, pero nada como la distancia corta. Ver y oír en directo, aunque no se pueda aún tocar, pone la piel de gallina. «La verdad es que la gente se emociona mucho», explica la educadora. «Yo estoy muy bien porque todos queréis», les regala Alicia.
Alicia Peña | Residente
La relación de estas tres mujeres es muy especial. Se conocieron dentro de la residencia. María Luisa iba a visitar a su madre y Mari Carmen a su suegra y entre paseo y paseo, entre tardes de torrijas o rosquillas de San Blas, barbacoas familiares o las fiestas de cumpleaños fueron fraguando su amistad. Pese a que madre y suegra fallecieron, siguen quedando para ir a visitar a Alicia. Y ella las recibe alegre. «Echo de menos estar con la gente, hacer más cosas. ¿Y la misa Alicia? «Eso no tanto», comenta divertida. Le hace reír. Se ha quitado la mascarilla porque le cuesta respirar y también le resulta más difícil oír bien a quienes las llevan puestas. «La hemos visto bien», dicen las amigas. Lo que más le fastidia a la simpática octogenaria, revelan, es no poder viajar este año a Lourdes, al santurario de la virgen. La visita ha terminado pero han sido 20 minutos como 20 soles.
A Carmen, que se niega en redondo a salir en ninguna foto sin haber ido a la peluqueria, también se le va el tiempo volando. Su hija Mamen, la pequeña, ha logrado cita en el jardín para la primera hora de la tarde. Esta y las visitas a través de mamparas (tipo locutorio) son las únicas maneras de socializar permitidas a los usuarios de residencias no contagiados con coronavirus en el arranque de esta fase 2 de la desescalada.
María del Carmen | Hija
Dentro de dos semanas, los abrazos serán de carne y hueso, aunque sea con batas, pantallas o guantes de por medio. Pero aún no toca. La Diputacion opta por la cautela mientras Carmen le pregunta a su hija por la mascarilla de colores que lleva. Le explica que ella ya ha visto en la tele cómo hay que hacerlas y que se aburre sin sus revistas. Y a falta de 'Lecturas' bueno es un almanaque como el que ahora lee cada día. «Como muy bien y soy obediente. Bueno, mucho no», confiesa. Su hija se ríe, es inevitable. «Yo estoy muy agradecida, se han portado muy bien con ella aquí,con lo duro que esto ha sido». A Sara y Olga Beistegui se les ha echo también dificil. Y más porque su ama Presen apenas llevaba dos meses en la residencia cuando la cerraron a cal y canto. Ayer la recibieron en la puerta emocionadas.
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Son estampas del coronavirus como esas otras fotos de todo lo ocurrido que recopilan ahora algunas trabajadoras de la residenca Ajuria sobre cómo empezó y siguió. Es para hacer un homenaje a los compañeros que se han desvivido para hacerles un poco más feliz la cuarentena a todos estos mayores que son tan niños.
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