La intensa vida de una ganadera
De sol a sol con Maider ·
Una serie para analizar la situación de la ganadería alavesa a través del día a día de una pastora de LegutioDe sol a sol con Maider ·
Una serie para analizar la situación de la ganadería alavesa a través del día a día de una pastora de LegutioJOrge barbó | rafa gutiÉrrez
Domingo, 23 de enero 2022
Hay quien cuenta ovejitas para dormir. Y hay a quien esas ovejas solo le producen desvelos. Hay quien, al pensar en un ganadero, inmediatamente imagina a Heidi, a Pedro y al abuelito, o quizás al típico pueblerino, feliz el pobre infeliz, rodeado de vacas como ... las del anuncio de Milka y con borreguitos esponjosos que huelen a jabón de Marsella como aquel de Norit. Y hay quien sabe –vaya si sabe–que este es un oficio ingrato, esclavo y durísimo como pocos. Hay quien, a distancia, pontifica sobre la ganadería desde la comodidad de un cargo o desde la silla giratoria del tertuliano. Y hay quien habla con conocimiento de causa, después de haber sudado mucho y haber pisado muchísima mierda a diario. Quizás, sólo quizás, ha llegado el momento de bajarles un poco el volumen a los primeros y darles voz a los segundos.
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En estas páginas vamos a acompañar durante todo un año de trabajo a Maider Martínez, 43 años, pastora, ganadera, filóloga y unas cuantas cosas más: ya la iremos conociendo. De sol a sol, ella nos va a acercar a la realidad (pero a la de verdad) del sector en Álava. Aquí, donde tocamos a una cabeza de ganado para casi tres alaveses (2,8, para ser más exactos). Haga cuentas. En la provincia nacen, crecen, se reproducen pero no se sacrifican –porque ya no tenemos matadero–, más de 115.000 cabezas de ganado ovino, vacuno, porcino y caprino, según las últimas cifras oficiales.
1.457. explotaciones ganaderas hay registradas en Álava, según los últimos datos del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco.
Ovino. La cabaña ovina sigue siendo la más importante en la ganadería alavesa. Con más de 48.738 ovejas, 558 explotaciones, la mayoría familiares, viven de ellas.
115.605, cabezas entre ovejas, vacas, cabras y cerdos se crían al año en Álava.
Pequeños rebaños. La mayoría (28.993) de las cuadras alavesas de ovino tienen 30 cabezas o menos, según los últimos datos forales.
1,8% sobre el PIB alavés aporta el sector primario. Es el porcentaje más alto de todo el País Vasco.
La ovina sigue siendo, con bastante diferencia, la cabaña con más peso en el sector ganadero alavés. Los últimos registros del Gobierno vasco reflejan que alcanza las 48.738 ovejas: la cifra incluye también a 1.523 sementales. Hace una década eran 78.162 y a comienzos de los 90, se contabilizaban 89.334 cabezas en Álava. Vaya, que en tres décadas la provincia ha perdido casi el 60% de los rebaños. Y no se han ahogado más balidos por profesionales como Maider que, a pesar de todas las dificultades –que no, no son pocas– han decidido, porque creen en ello, dedicar su vida al sector primario. Ella pasó de ser profesora de inglés a pastora. Cambió el encerado por el redil. A sus alumnos por sus, rebaños, de ovejas y vacas, que cría junto a Iker, su marido.
Y aquí, en la cuadra, los balidos de sus 180 ovejas apenas dejan que se escuche el ruido sobre la polémica de las macrogranjas. «Este tema no es más que el reflejo, otro más, de la desconexión brutal que hay entre el campo y la ciudad», destaca la ganadera. «Creo en lo que hacemos aquí, en casa, creo en esta filosofía de ganadería restaurativa, extensiva, creo en que mis ovejas coman de nuestros pastos y que el pienso sea de aquí y no venga de no sé dónde, ahora bien, la ganadería extensiva y la intensiva han convivido hasta ahora y nadie parecía tener ningún problema».
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Su explotación, una de las 1.457 registradas en Álava, no tiene nada que ver con ese modelo intensivo que ahora se ha puesto en tela de juicio. La suya, en todo caso, sería una microgranja.
«Es que este es el modelo que crea riqueza, que da valor y que ayuda a fijar población de verdad en el mundo rural», sostiene, convencida, la ganadera. «El modelo de macrogranjas intensivas tiene más que ver con la industria que con la ganadería: se crían animales como se producen tornillos». Y lo cierto es que en Álava, salvo puntuales extensiones, la realidad se parece mucho más al modelo por el que aboga Maider que al de esos 'macrogulags' de ovejas y vacas presidiarias.
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«La de Álava es una ganadería extensiva, un modelo de explotación familiar, fijada al territorio y que contribuye de forma decisiva al mantenimiento de vida de los pueblos», explica Eduardo Aguinaco, diputado de Agricultura. En la misma línea, Unai Campo, vicepresidente de UAGA, destaca cómo el modelo alavés, extensivo, «es el que aporta un beneficio mayor». Para el ganadero, la incorporación al sector de profesionales como Maider hacen que el futuro del sector «esté asegurado». «Hay gente con ganas, creo que el relevo generacional está asegurado, el gran problema es la rentabilidad de las explotaciones», abunda.
Como Maider, los nuevos ganaderos que están revitalizando el sector poco tienen que ver con la imagen estereotipada del pastor. Ella no lleva zurrón. No es capaz de predecir borrascazos y heladas levantando el dedo. No lleva la txapela a rosca. No echa el rato viendo a sus ovejas pastar a la sombra de un roble mientras toca la flauta. El trabajo de Maider, el de todos los ganaderos del territorio, tiene muchísimo más que ver con jornadas interminables, con limpiar y volver a limpiar bostas, con luchar contra el carácter testarudo de esa oveja libérrima que no se resigna a seguir al rebaño o de esa vaca terca. Con el ordeñado dos veces al día. Con salir de casa cuando todavía no ha despuntado el alba y llegar ya de noche cerrada. «Ycuando llega la época de partos, hay veces, que de tanta impotencia, hasta te entran ganas de llorar», reconoce.
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Y todo esto lo explica mientras limpia, hasta dejarla como una patena, la sala de ordeñado. A su alrededor Hortz y Nola, sus perros, dos pastores vascos amorosísimos, que se le enrollan al forastero entre las piernas y que serán muy buenos dirigiendo y cuidando al rebaño, pero como centinelas resultan tirando a poco fiables. Los dos se ponen a jugar con la manguera, a dar tragos largos y a su dueña se le dibuja una sonrisa enorme que le hace olvidar todo el sacrificio, todo el trabajo, todos los desvelos que le provoca contar a todas horas sus dichosas ovejas. Si no lo es, desde luego, la pastora parece muy, muy feliz.
– Maider, si ahora mismo te ofrecen un curro fijo, bien pagado y cómodo, en tu oficina, calentita, uno de esos de ocho a tres, ¿dejarías esto?
– Ni-de-pa-lo.
Y por pura vocación. Maider dejó de enseñar el verbo 'to be' a sus alumnos a escuchar todo el santo día el 'beee', el balido de sus 180 ovejas latxas. Filóloga inglesa de formación, decidió dejarlo todo, aprender pastoreo y poner en marcha en Legutio una pequeña explotación ovina, un proyecto de ganadería extensiva y restaurativa que compagina enfocado a la elaboración de sus propios quesos.
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