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La pose recordaba a la de su escultura. Aunque, en el caso de los más de 120 alumnos que este lunes participaron en el maratón literario en homenaje a Ignacio Aldecoa (Vitoria, 24 de julio de 1925 - Madrid, 15 de noviembre de 1969), la mirada no se dirigía hacia el horizonte, como la talla de bronce en el parque de La Florida, sino hacia las páginas de un libro suyo. Esa misma escultura apunta hacia la Casa de Cultura que lleva su nombre, y donde se refugiaron de la lluvia sobre las doce del mediodía los estudiantes de cuatro institutos vitorianos que se animaron a celebrar el centenario del gran narrador de la Generación del 50.
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«Sabía que la biblioteca y la escultura tenía nombre, nos sonaba, pero no lo habíamos leído antes», comentaba Aiala de Miguel, de 15 años, alumna del instituto Unamuno, que formó parte del maratón liteario. A su lado, Sara Amrani, de 16 años, que también cursa tercero de secundaria, valoraba la experiencia de participar en un recital como una «muy buena oportunidad para trabajar de forma más práctica». so que suele limitarse a los manuales como son los recursos literarios, el análisis de poemas, su estructura.
«A pesar de que él mismo dijo que para ser buen cuentista había que ser mal poeta, hemos querido hacer un guiño al evento Poetas en Mayo leyendo algunos versos que nos recomendó su directora, Elisa Rueda», explicaba Sergio Tejero, coordinador del programa didáctico. 'Atlántida de las ave', 'Callada está la noche' o 'Pasarán por entre ambos las gaviotas', entre otros, fueron recitados por estudiantes de los institutos Miguel de Unamuno y Los Herrán en uno de los actos que se celebran en la capital alavesa con motivo del centenario.
A ellos se le sumaron lecturas en voz alta de algunos cuentos del autor, a cargo de alumnado de Lakua, Koldo Mitxelena y Los Herrán. Uno de esos relatos fue 'Aldecoa se burla' (1955), considerado un ejemplo de su rebeldía ya desde niño. Ambientado en un aula de Marianistas, el texto ofrece pinceladas autobiográficas en tercera persona. «Él tenía catorce años, el profesor muchos; él era el señor Aldecoa para el profesor, y para él el profesor era don Amadeo; pero el profesor sabía sus dos apellidos y él no sabía más que uno del profesor y nunca se hubiese atrevido a llamarle don Amadeo Echecalde, porque hubiese sido como ofenderle», recoge un cuento que sigue dibujando una sonrisa en el lector. Otros títulos como 'Amadís', 'Caballo de Pica', 'Santa Olaja de Acero' que han dado nombre a varias calles del barrio de Lakua. «Aunque hay textos complejos para nuestra edad, al mismo tiempo es divertido porque vas conectando las palabras como en un puzzle para darle sentido», apuntaban las alumnas.
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