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La calzada romana que atravesaba la Llanada vuelve a emerger. Esta vez, en Víllodas. El proyecto de reforma de la carretera de acceso a la localidad ha permitido realizar varias catas arqueológicas que han sacado a la luz la vieja vía imperial que a partir ... del siglo I unía las urbes de Asturica Augusta (Astorga, León) y Burdigala (Burdeos, Francia). Los trabajos, realizados por Blanca Renedo, de Qark Arqueología, bajo la dirección de José Manuel Martínez Torrecilla, consistieron en varios sondeos en el lugar por «donde se preveía que pasaba la vía y, efectivamente, a metro y medio de profundidad apareció el sencillo empedrado de la calzada», explica el arqueólogo Leandro Sánchez Zufiaurre.
Ello sirvió además para comprobar que los estudios previos, realizados por Rafa Varón y otros expertos, y la especial protección de la que goza la calzada estaban bien interpretados ya que «apareció justo donde debía aparecer». «Fuimos a tiro fijo», reconoce Sánchez Zufiaurre acerca de los trabajos realizados por su compañera. Tanto es así que, el resto de sondeos fueron estériles. Tras el hallazgo, se volvió a tapar y la previsión es que si se hace la obra, un equipo de arqueólogos supervisen las obras para garantizar que se preserva la vieja autopista romana.
Las posibles obras que se puedan hacer «no afectarían a la calzada, lo único que habría que hacer es controlar para que la remoción de tierras en esa zona no llegue a la cota donde aparece la calzada», explica el experto. Sucedería «como ahora, que la carretera pasa por encima, pero no la toca». De hecho, «la excavación se hizo en el arcén» de la carretera.
72 kilómetros separan Arce-Mirapérez, en las inmediaciones de Miranda, de Egino, en el límite oriental de Álava, pasando por los puntos marcados en el Itinerario Antonino (Veleia, Suestatio, Tullonium y Alba).
Hacia el cambio de era. Según los estudios de Julio Núñez realizados en Mariturri, la calzada se construyó hacia el cambio de era con una anchura de 4 metros. Hacia el año 100 es ampliada a los 6 metros, medida canónica para calzadas de cierta importancia.
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Roma fue una civilización de ciudades unidas por firmes calzadas. Ese mundo, el romano, tuvo amplia presencia en Álava, con la ciudad de Veleia como máximo exponente poblacional y el Iter 34, como vía principal. Esta importante arteria, que a partir del siglo I unía las urbes de Asturica Augusta (Astorga, León) y Burdigala (Burdeos, Francia), aparece descrita en un texto del siglo III conocido como Itinerario Antonino. Es una especie de guía de rutas interesantes para el imperio, quizá relacionada con los lugares por donde se movían los impuestos. En este escueto listado de lugares donde descansar, denominados 'mansio', aparecen cinco puntos en el entorno de la actual Álava, conocidos en la época como Deobriga, Veleia, Suestatio, Tullonium y Alba. Por estas estaciones de parada oficial circulaba el correo imperial y viajeros de toda clase y condición, oficiales del Imperio e incluso el emperador.
Poco más decía el Itinerario Antonino del trazado de esta antigua 'autopista'. Tampoco eran necesarias más indicaciones. La especial factura de estas vías, los miliarios –columnas de piedra instaladas cada milla romana (1.480 metros)–, y las 'mansio' como la de Mariturri no daban lugar a pérdidas. Sin embargo, transcurridos dos milenios no es tan sencillo reconocer siquiera el lugar donde se asentaron esas paradas y fondas. Investigaciones sitúan la cinco estaciones «en Arce-Mirapérez, cerca de Miranda de Ebro, Iruña-Veleia, Arkaia, Alegría y Albeiurmendi, en San Román de San Millán», detalla Varón. La calzada seguía por Egino para llegar a la siguiente parada, ya en Navarra, en Aracaeli, hoy Huarte-Araquil.
Más difícil, por las pocas evidencias que quedan, es escudriñar el trazado que seguía esta importante vía de comunicación. Gracias a que se han encontrado algunos miliarios, al Itinerario Antonino y a los estudios arqueológicos de Lorenzo Prestamero, Paquita Sáenz de Urturi, François Didierjean e Isaac Moreno, entre otros, se ha llegado a determinar sobre el terreno muchas partes de esta calzada, pero no el recorrido completo. Uno de los últimos estudios, realizado con cámaras aerotransportadas ha permitido establecer el itinerario. «Algunos tramos estaban casi a la vista, otros se han perdido y otros, ocultos bajo centímetros o metros de tierra» , aclaran los arqueólogos responsables de esa investigación, Rafael Varón, del Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales (Gipypac) de la UPV, y Juan José Fuldain, del Museum of London Archaeology.
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