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El 14 de diciembre de 2020, Cristian Prudhomme aterrizó en Loiu. Un vehículo trasladó al director del Tour hasta la sede de la Diputación de Bizkaia. El automóvil accedió al emblemático edificio de la Gran Vía por la parte de atrás. El directivo francés se ... proponía pasar lo más desapercibido posible. Traía un regalo secreto: el anuncio de que la edición de la Grande Boucle de 2023 iba a comenzar en Bilbao el 1 de julio. En esa caja bombones estaban también la segunda etapa, entre Vitoria y San Sebastián, y la salida de la tercera desde Amorebieta con meta en Baiona. Así, practicamente a escondidas, entró la avanzadilla del Tour en Euskadi, que ahora, a una semana de la Gran Salida, del Grand Départ, se prepara para acoger con los brazos abiertos el desembarco de las casi 5.000 personas que componen la gigantesca infraestructura de la ronda gala, el tercer acontecimiento deportivo, tras el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, con mayor repercusión mundial.
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Igor Barcia
La gran fiesta del Tour está a punto de invadir Bilbao, de donde se trasladará a Vitoria, San Sebastián y Amorebieta. «Las imágenes de la carrera llegan a 190 países. Queremos que el público mundial vea cómo es el País Vasco», declaró Prudhomme en este periódico. No hay mejor escaparate promocional y turístico. La pasada edición de la prueba, con salida en Copenhague, fue vista por 150 millones de espectadores sólo en Europa. Permanecieron 715 millones de horas frente a las pantallas. Hubo 120 horas de retransmisión en directo. La Grande Boucle también corre, y veloz, por internet: la página web del Tour tuvo 17,6 millones de usuarios únicos y más de 51 millones de visitas. En las redes sociales el Tour interesó a 684 millones de personas y se vieron 172 millones de vídeos. El duelo entre Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar que ahora puede reeditarse en las carreteras vascas fue un imán para la audiencia.
«El País Vasco lo tiene todo para albergar la mejor carrera del mundo. El Tour se siente superbien aquí», subraya Prudhomme. Alaba la pasión de los aficionados vascos. Conoce bien la marea naranja que llena cada año los Pirineos. Esa pasión. «Queríamos venir a Euskadi». Ya vienen. La inversión, según datos oficiales de las instituciones vascas, ha sido de 12 millones de euros repartidos entre el Gobierno vasco, las tres diputaciones y los ayuntamientos de las tres capitales.
150 millones de espectadores sólo en Europa vieron el año pasado el duelo entre Vingegaard y Pogacar. La Grande Boucle se retransmite en 190 países con 120 horas de emisión en directo.
Efecto económico: 12 millones de inversión institucional El Gobierno vasco, las tres diputaciones forales y los ayuntamientos de las tres capitales aportan esa candidad y confían en generar al menos 72 millones.
5.000 personas componen esa ciudad ambulante que es el Tour. Entre ellos, hay dos mil periodistas de más de 600 medios de comunicación. Entre Bilbao y París, habrá 30.000 policías encargados de la seguridad de la carrera.
Fiesta popular: 150 vehículos en la Caravana Publicitaria Antes del paso de los ciclistas, el Tour ofrece a los aficionados el espectáculo de la Caravana, con 150 vehículos y 450 personas que animan la fiesta y dan regalos.
El Tour, asegura Prudhomme, garantiza un beneficio que multiplicará al menos por seis esa cantidad. El impacto económico será, como mínimo, de 72 millones. Durante unos días, las mejores imágenes de la costa, las montañas y las ciudades vascas correrán al ritmo de los ciclistas por los medios de comunicación de las cuatro esquinas del planeta. «Mi mujer y mi hija también van a venir a Bilbao», apuntó durante una de sus visitas Prudhomme, que se alojó frente al Guggenheim y salió maravillado del restaurante Azurmendi. La familia del director del Tour no vendrá sola. Cuando la carrera partió desde Leeds (2014), una urbe similar a Bilbao, la región recibió la visita de 160.000 turistas (en 2022, Bilbao superó por primera vez el millón de visitantes). Esa oleada llegará Vitoria y San Sebastián en la segunda etapa.
Decía Bernardo Ruiz, tercero en el Tour de 1952, que es imposible perderse en la Grande Boucle, que basta con seguir la hilera de público entusiasta que ocupa las cunetas en cada kilómetro. Así es. Más gráfico, el exciclista Markel Irizar recordaba la dificultades que tenía en carrera para detenerse a mear porque siempre había gente. El Tour es patrimonio nacional de Francia. Allí hay más afición a la Grande Boucle que al ciclismo. Para un francés el Tour es el verano, el inicio de las vacaciones, el recuerdo del paso fugaz del pelotón mientras antes le dabas la mano al abuelo y ahora al nieto. Es como un viejo pariente que cada mes de julio se presenta en casa cargado de regalos y recuerdos. Y ahora está a punto de entrar en Euskadi.
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J. Gómez Peña
Hay que tener la casa bien preparada para albergar a un visitante tan enorme y con tanto equipaje. Hace tiempo que el propio Tour lucha contra su gigantismo. La gran fiesta de la ronda gala es como una ciudad ambulante formada por casi 5.000 personas, entre ellos, cerca de 2.000 periodistas, que duermen, comen y hacen compras durante su estancia, que en Bilbao comenzará a mediados de esta semana. La sala de prensa instalada en el BEC se abrirá el miércoles y el jueves se celebrará entre el Guggenheim y el Euskalduna la presentación de los equipos participantes. El Tour ya estará en las calles de la ciudad.
El 'ejército' de la Grande Boucle está compuesto por 176 ciclistas atendidos por casi 500 técnicos y auxiliares. La organización de la carrera está compuesta por unos 400 integrantes. De la seguridad en la burbuja del Tour se encargan 300 agentes de forma continua. A ellos se sumarán 30.000 policías y bomberos hasta la última meta en París. Del apartado sanitario, que seguirá muy atento al covid-19, se ocupan 11 médicos y seis enfermeras que tienen a su disposición siete ambulancias, dos vehículos, una motocicleta y un camión para radiología.
La instalación de la meta, tanto en Bilbao, en el Parque Etxebarria, como en San Sebastián, precisa siete hectáreas de terreno para descargar y montar el material que transportan 180 camiones. Y antes de que circulen los corredores, el Tour ofrece a los miles de aficionados que esperan en las cunetas un espectáculo único, la Caravana Publicitaria, que acompaña a la ronda gala desde los años treinta del pasado siglo. En total, 150 vehículos de patrocinadores ocupan casi diez kilómetros de la ruta mientras reparten regalos y alegría a su paso. De este convoy lleno de música y color se encargan 480 personas. El Tour pasa en un instante, pero su huella, como bien saben Vitoria (1977) y San Sebastián (1992) es imborrable. Desde el jueves, con la presentación de equipos, hasta que el 3 de julio parta desde Amorebieta, repartirá por las pantallas de todo el mundo las mejores postales de Euskadi.
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