Cuestión de milímetros
La crítica de: 'En el corredor de la muerte' ·
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La crítica de: 'En el corredor de la muerte' ·
Tres metros por dos. En una celda de esas dimensiones lleva Pablo Ibar 16 de los últimos 25 años aguardando el día que, en silencio, le vayan a buscar para ejecutarlo por un crimen que nunca cometió cuando tenía 22 años. Tres metros por ... dos. Sin embargo, las situaciones, los diminutos hechos sin importancia que le llevaron allí, a ese corredor de la muerte eterno, apenas miden unos milímetros. Los que le separaban del teléfono para responder a una llamada en plena noche. Los que recorrió la cremallera de la maleta con la que dejó la casa de su padre, en Connecticut, para visitar a su madre, en Miami. Todo es una cuestión de milímetros. Estás en la butaca del Principal y deseas con todas tus fuerzas que Miguel Ángel Silvestre, que Pablo, no recorra esa distancia milimétrica que le lleva a una condena injusta y kilométrica. Ese nivel de empatía en el espectador, tan dificilísimo de conseguir lo logra, con creces, 'En el corredor de la muerte', la impecable ficción que Movistar+ trajo anoche al FesTVal vitoriano.
El director Carlos Marqués-Marcet, autor de las estupendas '10.000 kilómetros', 'Tierra firme' y la muy reciente 'Los días que vendrán' tenía ante sí el reto de no estropear demasiado el trabajo del periodista Nacho Carretero que, con la precisión de un neurocirujano, con el bisturí del rigor, disecciona el caso de Pablo Ibar en una fabulosa crónica novelada. Marqués-Marcet no sólo logra evitar caer en el dramón lacrimógeno, en la reconstrucción morbosa del asesinato y en la moralina barata. Mediante imágenes de archivo y planos de ficción contrapuestos, en el primer capítulo de los cuatro que componen esta miniserie, queda claro que el realizador firma una complejísima historia, más próxima al documental que al thriller presidiario, en la que el espectador va entrando, poco a poco y sin apenas darse cuenta, en el ovillo de decisiones erróneas y terribles casualidades en el que se vio envuelto Ibar a partir de ese 14 de julio de 1994.
La producción cuenta con un Miguel Ángel Silvestre en estado de gracia. Su interpretación trasciende del 'testoroneico' galán guaperas con la voz de lija de la empalagosa 'Velvet'. También del latinorro sex symbol que le cayó en gracia en aquello tan raruno de 'Sense 8'. Al tono con el resto de la serie, sin aspavientos, sin rastro de histrionismo, saca adelante un papel complejísimo, en el que ni siquiera ese 'spanglish', ese acento, le queda impostado. En cada escena, el tipo parece muy consciente de la trascendencia de la historia, de estar trabajando con material sensible, de la responsabilidad de mostrar, por primera vez, a un Pablo Ibar fuera de prisión. Consigue resultar verosímil. Y eso es dificilísimo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.