La crisis demográfica lleva tiempo tocando a la puerta. En los próximos 15 años, Álava será la provincia vasca que más crecerá y al mismo tiempo la más multicultural debido al aumento de vecinos de origen extranjero. Pero también será una sociedad más envejecida –a ... pesar de un ligero repunte de la natalidad– y más solitaria porque el 38% de la población vivirá sin compañía.
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En las proyecciones estadísticas esto se conoce como hogares unipersonales y puede ser una opción elegida, o por el contrario una imposición de las circunstancias. La cuestión es que este modo de vivir es un producto de la posmodernidad y muestra un auge imparable. El individualismo, el envejecimiento de la población y lo que los sociólogos han bautizado como la crisis de compromiso son algunas de las causas de que esto ocurra. ¿Y cuáles serán sus efectos? Está por ver cómo impacta en cuestiones vitales como la dependencia, la salud mental, la cohesión social, el mercado de la vivienda...
Hay mucha teoría detrás de todo esto y diversas interpretaciones, pero la realidad del fenómeno se ve claramente en los datos. Álava es un buen ejemplo de esto que está ocurriendo. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en el territorio hay 46.629 hogares en los que vive un solo residente. Son 2.000 más que un año antes. Y el ascenso es imparable en las últimas décadas. Tal y como reflejan los datos del Eustat, en 2010 eran 33.520 y a principios de la década de los años 90 del siglo pasado se quedaban en 15.000. Vamos, que en treinta años se han más que triplicado.
La cuestión es que en estos momentos casi el 32% de las 144.289 viviendas principales de Álava (en las que reside gente de manera continuada) están ocupadas por una sola persona. En Vitoria, donde el proceso avanza aún a más velocidad, la proporción roza el 33%: en la capital hay 32.633 hogares unipersonales.
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¿Y cómo se plantea el futuro? Hace un par de años el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó una proyección, una previsión elaborada en base a la evolución conocida y los condicionantes pertinentes (demográficos, migratorios, etcétera), según la cual se auguraba que en 2035, en Álava, habría 48.019 personas viviendo solas. La cifra ya se veía muy preocupante porque, además, se acercaba mucho al número de hogares en los que residirían dos personas.
38%
es la proporción de hogares unipersonales que habrá en Álava en 2039, según la proyección elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este año 2024 el porcentaje es del 32%. En los últimos treinta años la cifra se ha más que triplicado, según datos del Instituto Vasco de Estadística Eustat.
Cifra más alta que la media vasca
Bueno, pues esa previsión se ha quedado vieja y en un nuevo ejercicio de adivinación publicado esta semana por el INE el panorama se presenta aún más crudo. Para 2035 la cifra se eleva hasta 58.628 personas viviendo solas en el territorio (10.600 más que las previstas hace solo 24 meses). Además, cuatro años después, en 2039, fecha hasta la que llega el nuevo estudio, se disparará a los 62.200.
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Más hogares, misma gente
Hay otra revelación contundente: en la actualidad este modo de vivir, la soledad, ya es el más habitual en Álava y así seguirá siendo, superando a los hogares con dos personas. Y eso que estos últimos también crecen. Mientras, el resto, aquellos en los que hay tres residentes o más, no dejan de menguar, y lo hacen de un modo muy contundente y continuado.
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Esta circunstancia provocará una revolución en un mercado inmobiliario en el que harán falta más pisos adaptados a esta nueva realidad. Eso sí, habrá que ver de dónde salen. Porque lo que está ocurriendo amenaza con poner patas arriba el sector de la construccción. «Se ha notado un aumento de la demanda de apartamentos, viviendas de un solo dormitorio», asegura Ramón Sáenz de Valluerca, presidente del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Álava. Según explica, buena parte de esas personas que quieren una solución estable para vivir solas llega de separaciones de pareja o divorcios, un momento en el que «uno busca y se mete donde puede».
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Pero también son personas mayores con hijos que han abandonado el nido y están viudas y a las que el hogar donde han residido buena parte de su vida se les queda demasiado grande. «La demanda se centra sobre todo en el alquiler, más que en la compra. Y también hay personas que adquieren este tipo de pisos pequeños pero con la finalidad de arrendarlos», apostilla Sáenz de Valluerca, con una dilatada trayectoria en el sector.
El problema es que ahora mismo no hay demasiados inmuebles de estas características en el mercado. ¿Cómo es posible eso? Las constructoras tienen autorizado un determinado número de viviendas por cada promoción y deben elegir las proporciones que hacen de una, dos, tres o cuatro habitaciones. Normalmente se decantan por las de dos y las de tres, que son las que siguen teniendo más demanda en un mercado en el que suelen tardar en encontrar espacio las nuevas tendencias. A esto se suma que «las viviendas pequeñas en proporción son más caras».
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Las últimas promociones de este tipo en la capital alavesa son escasas. «Hay muy poca obra nueva con viviendas pequeñas, sí que se han hecho algunas en el Casco Viejo pero no gran cosa», sostiene el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad. Su homólogo en Bizkaia, José Manuel González, defiende que las administraciones deberían ser más flexibles a la hora de autorizar la segregación de pisos viejos. Es decir, si el mercado reclama viviendas más pequeñas para gente que vive sola tiene poco sentido que el centro de los núcleos urbanos esté lleno de pisazos antiguos de 200 metros o más. «La sociedad cambia a gran velocidad, pero el urbanismo es mucho más lento y farragoso. Cuesta que se adapte », señala Sáenz de Valluerca. Desde las administraciones locales lo que suelen contraponer es que no van a permitir 'infraviviendas' donde un piso no tenga ventana a la calle, o comprometer un inmueble que está diseñado con ciertas limitaciones para prestar determinados servicios (abastecimiento, cañerías, etcétera). En Vitoria, por ejemplo, está prohibido construir viviendas con una superficie útil inferior a 40 metros cuadrados.
Muchos otros factores
También es cierto que la cuestión inmobiliaria seguramente no esté entre los mayores retos que deberá enfrentar la sociedad con estos nuevos modelos de convivencia, o de falta de ella. En la medida que la soledad es al mismo tiempo consecuencia y causa del continuado desplome de la natalidad, está por ver cómo va a operar un relevo generacional que queda íntegramente en manos de personas inmigrantes. Y, de paso, cómo va a quedar lo del sostenimiento de las pensiones en un mundo en el que estará en edad de trabajar únicamente alrededor del 40% de la población. Y también cómo impactan los nuevos modos de vida y la digitalización en la convivencia, en la relación entre personas y en el sentido de comunidad, que al mismo tiempo es red de ayuda mutua, entorno de socialización y fuente de salud mental. O incluso en la prevalencia de ciertas patologías: esta misma semana ha salido a la luz un estudio según el cual las personas que viven solas tienen un 56% más de posibilidades de sufrir un ictus.
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Lo más frecuente es pensar que la mayoría de las personas que viven solas son viudas. Pues no. Según la estadística del Instituto Nacional de Estadística (INE) suponen cerca del 30% de los hogares unipersonales en Álava y la mayoría son mujeres. ¿Cuál es entonces el colectivo más numeroso? Los solteros (con más proporción de hombres) representan la mitad de quienes no comparten vivienda, y es una proporción que aumenta cada año. A veces son hombres con hijos que se van a vivir por su cuenta tras la ruptura de una relación de pareja que no había sido formalizada; lo habitual es que la madre se siga haciendo cargo de los pequeños. Estos datos son algo viejos, de 2020, pero son los últimos que llegan a este nivel de detalle para conocer el fenómeno.
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