Doce años de fidelidad y entrega al ciclismo profesional

Pese a que en mayo ya tuvo clara la decisión de retirarse, solo se bajó de la bici una vez en 43 días de competición. Se niega a colgarla. Tiene 30 años, ha competido doce temporadas al máximo nivel y acaba de anunciar el final de su carrera. Ya públicamente. Pero seguirá rodando por las carreteras alavesas, por las sierras de Altzania y Entzia que le vieron crecer, y por las de medio mundo. Deja el ciclismo profesional como llegó. Sin darse importancia, con el modesto pensamiento de que su adiós no iba a suponer una amargura.

«No quiero despedidas», advirtió de inicio. «Que no me he muerto», proclamó con tono dulce y una sonrisa. «La gente ha tenido muchísimos detalles, cosas súper chulas. Pero lo enfocan de una forma triste, casi que me dan el pésame. No ha sido una mala decisión. No quería que los últimos años fueran sin sentido», explicó a este periódico. Su retirada deja un vacío difícil de ocultar. Hay once alaveses en el pelotón profesional, pero ninguna mujer. «Mi sensación es que no hay demasiadas oportunidades ni paciencia en los equipos nacionales», critica, antes de ruborizarse al escucharse decir la despiadada expresión «en mi época».

Su época empezó en 2001. A los siete años, siguió la rueda de su hermano y se apuntó a la escuela de Araia. Competía con chicas y si no había suficientes se apuntaba a las carreras de chicos. En cadetes le llegó el momento de entrar en un equipo femenino. El Beste Alde de la Sociedad Ciclista La Duranguesa, filial del Bizkaia Durango. La cuna de Joane Somarriba le hizo soñar con ser profesional.

Llegó a la élite en 2013 con la etiqueta de gran contrarrelojista. Arrasaba en todos los campeonatos de Euskadi y no tardó mucho en lograrlo en el Nacional después de licenciarse como ingeniera. En 2016 se cayó a 400 metros de la meta. Su primera espina. En 2017 se la quitó a lo grande. «¡Qué bestia!», exclamó su compañera Mavi García. Al año siguiente fichó por el Movistar, lo que le garantizaba correr las mejores carreras del mundo. La «apoteósica» Strade, la Roubaix, Europeos, Mundiales... En 2019 se proclamó campeona de España en ruta y ganó una etapa en la Vuelta a Burgos haciendo gala de su fortaleza en el llano. «Ya casi no sé ni lo que soy», se quita mérito ahora.

Fue su última victoria. El Movistar invirtió en fichajes como la cuádruple vencedora del Giro, Annemiek van Vleuten, de la que Oyarbide ejerció como gregaria hasta que se quedó sin espacio. «Estaba preparando ciertas competiciones y en el último momento me quedaba fuera sin ninguna explicación», relató. Cerró su ciclo en el conjunto telefónico con el runrún de la retirada. Le motivaba un año en un equipo extranjero para aprovechar su dominio con los idiomas (inglés, francés y algo de alemán).

Su última espina. Se decantó por el Laboral Kutxa para culminar doce años de desayunos frugales. Un vaso de agua templada con limón y una tostada integral con un chorrito de aceite. «Ahora toca comer bien y disfrutar de la vida sin compromisos», cuenta con alegría. Su sonrisa ha sobrevivido a los sacrificios del ciclismo.