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La entrada del euskera en Álava y Bizkaia. Isabel Toledo
«El euskera entró en Álava en el siglo VI y desde la Llanada se expandió a Bizkaia y cuenca del Deba»

«El euskera entró en Álava en el siglo VI y desde la Llanada se expandió a Bizkaia y cuenca del Deba»

El hallazgo de la basílica de Dulantzi sirve a los lingüistas para interpretar la génesis del vasco occidental

Sergio Carracedo

Domingo, 11 de septiembre 2022, 00:38

Hasta el momento han sido varias las teorías de la evolución del euskera en el País Vasco, aunque desde hace años se discute en qué momento de la historia esta lengua penetró en Álava y Bizkaia. Los últimos hallazgos arqueológicos, sin embargo, parecen apuntar a que ese momento fue la Tardo antigüedad. El lingüista de la UPV Mikel Martínez Areta considera que el vasco común antiguo, precedente de los actuales dialectos eusquéricos, sufrió una expansión tardoantigua y altomedieval y fue en el siglo VI cuando llegó a Álava. «El euskera, o mejor dicho un antecesor de él, llegó a la Llanada procedente de Pamplona y desde Álava se expandió a Bizkaia y cuenca del Deba», remarca. Esta es una de las conclusiones expuesta por este filólogo en el curso de verano de la UPV titulado 'Vasconia en la antigüedad tardía (406-711), lengua, cultura y sociedad'.

«Antes de la llegada de los romanos, los nombres de lugar (topónimos) y los de personas y dioses (onomástica) inscritos en diferentes soportes eran predominantemente célticos o indoeuropeos. No hay sustrato eusquérico». Con la llegada de Roma se impuso el latín y «sería en el siglo VI cuando el vasco antiguo saltó de la cuenca de Pamplona a la Llanada Alavesa», explica Martínez Areta. A esta propuesta ha llegado tras ampliar la aportación del filólogo de la Universidad de Deusto Joseba Abaitua e interpretar los recientes hallazgos arqueológicos, como el de la basílica tardoantigua de Dulantzi, ya relacionada con la génesis del vasco occidental por el propio Abaitua. «Es necesario atender a los descubrimientos arqueológicos sobre todo cuando han sido tan fructíferos como en las últimas décadas», destaca Areta.

«Es necesario atender a los descubrimientos arqueológicos sobre todo cuando han sido tan fructíferos como en las últimas décadas»

Mikel Martínez Areta

Doctor en Filología Vasca

La mayor parte de los nombres anteriores al siglo VI son célticos y latinos, asegura. Sin embargo, encuentra «una correlación entre la eclosión de necrópolis de tipo franco merovingio en Álava y Bizkaia (siglos VI-VII) y el cambio de rasgos lingüísticos de las fuentes altoimperiales a las altomedievales».

Expansión geográfica

En este sentido, asocia el vasco antiguo de los siglos V y VI a la diócesis de Pamplona y el vasco occidental de la segunda mitad del VI y siglo VII a la iglesia paleocristiana de Dulantzi y su zona de influencia. «La diversidad de los dialectos del euskera surge por expansión geográfica a partir de una lengua común», explica. Dicha expansión pudo deberse a que hablantes euskaldunes que estaban en la cuenca de Pamplona recibieron el influjo de los francos cuando atravesaron los Pirineos para asediar Zaragoza en 541. Estos hablantes de vasco común antiguo «estaban en los pasos pirenaicos desde el año 400 y no pasarían a la Llanada, si el elemento detonante fue realmente ese, hasta en torno a 550», detalla. En esta expansión es clave la iglesia paleocristiana de Dulantzi que «surge fruto de una jerarquización eclesiástica, como otros casos en Europa, en una población secundaria vinculada a la sede episcopal de Pamplona».

En ese momento «es cuando se forma el primer estrato del vasco occidental, que abarca Álava, Bizkaia y la cuenca del Deba. «Se forma en el área de influencia de Dulantzi, en su época de pujanza, cuando fue fuerte y tuvo vigor la mencionada iglesia paleocristiana». Es entonces cuando pudieron surgir «los primeros rasgos que caracterizan el vasco occidental: de 'berri' sale 'barri', de 'hiri' surge 'huri y de 'beltz', 'baltz'».

De la Llanada a Bizkaia

También «se pudieron producir elecciones léxicas ya que es una época en la que se está haciendo el léxico cristiano en Dulantzi y se opta por llamar a los días de la semana de una manera distinta a como se hace en Pamplona. De ahí las diferencias eguen (ortzegun), bariku (ortziral), zapatu (larunbat), domeka (igande).

De Álava se irradió a la vertiente cantábrica según una cronología que podría ir en paralelo a las dataciones arqueológicas de los enterramientos de tipo merovingio. La penetración, «aparentemente bien escalonada hacia el oeste», partiría de Pamplona (400-541) a Dulantzi y Aldaieta, cuyos primeros estratos son de aproximadamente 550. Ello se debería a un efecto imitación de los pueblos de habla vasca tras el posible contacto con los francos y la adopción de algunas costumbres y rituales asociados al poder militar, como el funerario, explica. «¿Por qué no admitir que esta expedición merovingia contagia a algunos euskaldunes de la cuenca de Pamplona las modas funerarias, cierto ardor guerrero y espíritu aventurero que les hace lanzarse hacia tierras occidentales»?, se cuestiona Areta.

Esa incursión la protagonizaría «un contingente de habla vasca no muy populoso, pero que introduce elementos de prestigio como las modas mortuorias con armas y una forma organizada de cristianismo, al menos en el caso de las élites. En ese momento, erigen la excepcional iglesia paleocristiana de Dulantzi con enterramientos de tipo merovingio y un atípico enterramiento con armas en su interior.

Gente guerrera

La hipótesis de Areta, que perfila otras contribuciones anteriores, como la de Abaitua y Unzueta, no se basa en migraciones masivas, sino en la «expansión geográfica de gente guerrera con orgullo étnico y gran belicosidad que hablaba euskera. Estos contingentes son perfectos para la supervivencia del euskera, siguiendo un patrón común a otras lenguas de la época, como el lombardo o el bretón.

Una pequeña élite se hace dominante en Dulantzi y su zona de influencia, en la que encaja también la necrópolis de Aldaieta y Bagoeta, cerca de Luko, «de donde extraen el hierro». Desde la Llanada se irradiarían esos ritos funerarios y la lengua a la cuenca del Deba y Bizkaia, donde también han aparecido enterramientos similares en Finaga, datados hacia el año 600, y Santimamiñe, con su necrópolis altomedieval (617-647). Posteriormente, «el euskera se extendería a parte de Burgos y La Rioja», completa.

Martínez Areta, en la plaza de Alegría donde se descubrió la basílica de Dulantzi. Jesús Andrade

Los siglos oscuros de la lengua en el País Vasco, 500 años sin datos lingüísticos

«Hacia el año 300 se baja el telón y cuando se sube tenemos unas características lingüísticas distintas», aclara Mikel Martínez Areta para explicar los cinco siglos de ausencia de datos lingüísticos que ayudan a los filólogos a determinar qué lenguas estaban presentes en la Comunidad Autónoma Vasca y Condado de Treviño. Tras su reinterpretación de esos datos, correlacionados con los últimos hallazgos arqueológicos, considera que la historia externa del euskera es «más intensa, dinámica, rica e imprevisible de lo que pensábamos».

Los nombres que aparecen en decenas de inscripciones romanas son indoeuropeos por lo que «aquí se hablaba una lengua celta o indoeuropea a la llegada de los romanos. Si queremos saber cómo era el euskera en esa época debemos irnos a Aquitania y, en menor medida, a Navarra o tierras altas de Soria». Pasados los siglos oscuros, «aparecen en Álava los primeros testimonios escritos con datos eusquéricos, y en la reja de San Millán (1025) ya constan nombres de este tipo en todo su esplendor. Ahí se muestra el euskera de hace mil años, con su léxico y sufijos», detalla.

La discrepancia, hasta ahora, ha sido en qué momento situar el vasco antiguo entre el 300 y 900. «La creación de la diócesis de Pamplona» le hace pensar que esta era «la única institución con su jerarquización eclesiástica capaz de articular la expansión de la lengua».

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