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Sergio Carracedo
Domingo, 24 de abril 2022, 02:31
El sábado es el último día para poder contemplar una selección de objetos hallados en un yacimiento poco conocido, pero espectacular por lo que allí ... se ha encontrado. Se trata de la basílica de San Martín de Dulantzi, ubicada en el actual casco urbano de Alegría, y de la que no quedaban restos visibles antes de las intervenciones arqueológicas de 2010 y 2014. Se sabía que bajo el actual suelo de la localidad quedaban los restos de una supuesta ermita románica, ya que «había llegado prácticamente en pie hasta el siglo XX». En las excavaciones, los arqueólogos de Iterbide hallaron una gran iglesia de planta basilical construida en los años centrales del siglo VI, un primitivo templo que «por dimensiones se puede comparar con otros del ámbito mediterráneo, con tres naves, cabecera tripartita, santuario central, sacristía y otra sala que quedó destrozada por unas obras modernas».
Sin embargo, uno de los hallazgos que la hace especial es que tiene un baptisterio con una piscina por inmersión que es «única en el País Vasco», destaca el arqueólogo Miguel Loza, que recuerda que «el rito por inmersión es el que se realiza en las primeras iglesias, antes de que se generalizasen las pilas bautismales». Según sus análisis, realizados conjuntamente con Javier Niso, esta piscina «se utilizó hasta el XI» con la particularidad de que «no se cierra ni se tapa a pesar de que hacia el siglo IX o X el ritual por inmersión se deja de practicar».
A medida que las excavaciones prosiguieron, no dejaron de aportar nuevas sorpresas. Dicha basílica de San Martín del siglo VI se halla sobre una necrópolis tardorromana anterior, «seguramente del V», donde también encontraron restos de la Edad de Bronce, añaden estos expertos. Su ubicación «tiene que estar vinculada a la calzada Iter XXXIV, que iba desde Burdeos hasta Astorga y que pasaba por las inmediaciones. Según las investigaciones de Rafael Varón, debería pasar a unos 200 metros», detallan. «También tiene relación con el castro del Bronce y el Hierro de Henaio y con el yacimiento de Angostina, de época romana, ya que todo eso sería un lugar citado en las fuentes clásicas como Tullonium», explican. De hecho, algún lingüista defiende la evolución del Tullonium romano al Dulantzi medieval. «Seguro que esa iglesia tuvo algo que ver con todo ese poblamiento previo y con el paso de la calzada, pero no sabemos por qué la construyen allí, ni si fue de carácter público o privado. No hay documentación que nos aporte pistas», lamentan.
Sobre la necrópolis romana se construyó en el siglo VI la basílica, que además de bautismal también era funeraria por lo que han aparecido varias decenas de enterramientos, cada cual más interesante. Niso y Loza hallaron «dos tumbas de prestigio que se realizan cuando levantan la iglesia y las sitúan una en la cabecera y otra en los pies del templo», detallan. La del ábside «es excepcional porque en el momento de la construcción de la iglesia trasladan desde otro lugar los restos de una mujer de unos 30 años y los colocan en el lugar de mayor prestigio del edificio, por lo que debió ser un personaje de mucha importancia para la comunidad». Las pruebas de carbono 14 demostraron que ese enterramiento es «unos 100 años anterior a la construcción de la basílica». Además, el esqueleto estaba «recolocado». «En vez de estar boca arriba, en una posición anatómicamente habitual, estaba colocado como si fuera una especie de baúl, un arcón», puntualizan.
El otro enterramiento excepcional se sitúa en los pies de la nave, donde se suele inhumar a los mártires. Se trata de un sarcófago monolítico en el que aparecieron los restos de un individuo cuyo análisis determinó que podía datar «de finales del siglo III, el IV o como muy tarde de principios del V y que está envuelto en el misterio, ya que posteriormente es alterado».
Al igual que ocurrió con los de la mujer, los restos de este varón también fueron trasladados al sarcófago desde una tumba anterior, ya que pudo vivir «unos 200 años antes de la construcción de la iglesia». La basílica «se abandonó en el siglo XI y en el XII se edificó la parroquia románica de Dulantzi, pero cuando la construyen, 600 años después, dejan este sarcófago en el centro exacto de la nueva construcción». «El problema es que no sabemos quién fue ni por qué marcó el eje central sobre el que se construyó el nuevo templo. Desconocemos si era una especie de santo, un mártir, un obispo o un personaje importante, pero le tuvieron gran devoción», añaden.
«Cuando abrimos el sarcófago apenas quedaban tres o cuatro huesos, por lo que lo más posible es que en época plenomedieval cogieran los huesos y los llevaran al altar de la nueva iglesia», aunque quedaron los suficientes para someterlos a la prueba del carbono 14. Hay que recordar que «hubo un mercado de reliquias ya que en un momento dado se prohíbe comerciar con ellas. Si fue un personaje de gran devoción, es posible que sus reliquias acabaran esparciéndose por muchos templos», puntualizan. Además, «las tapas originales del sarcófago, que quizá tuvieron algún tipo de mensaje que indicara quién era el personaje, las cambiaron y quizá se llevaron también a algún lado», lamentan.
Estas dos tumbas «son excepcionales porque son de tipo 'traslatio', lo que significa que el cuerpo inhumado se trasladó de una sepultura previa a este lugar. Además, son tumbas constructivamente mejores, de mayor entidad que el resto y con individuos anteriores a la iglesia tardoantigua del siglo VI». Pero además de estas dos, «habrá otras treinta o cuarenta más. A partir de los últimos años del siglo VII se empieza a enterrar en el exterior, donde habrá unos 200 inhumados», explican los arqueólogos.
Los del interior corresponden a «enterramientos vestidos o 'habillé', que se caracterizan por ser inhumados con objetos». Junto a los cuerpos se encontraron «objetos similares a los aparecidos en la necrópolis alavesa de Aldaieta o en otras de Navarra y Bizkaia, que están más relacionados con las de Europa continental, con el mundo franco-merovingio, que con las de la Europa más mediterránea o visigoda».
La gran diferencia entre tumbas merovingias y visigodas es la presencia de armas. «En las visigodas no suele haber un porcentaje tan alto de armas», explican. En los de Dulantzi aparecen puntas de lanza, un tipo de hacha arrojadiza denominada francisca, puñales. También hay elementos de adorno personal como anillos, hebillas de cinturón, pendientes, cuentas de collar y otros elementos. Al margen de ello, aparecen distintos tipos de contenedores: hay vasijas cerámicas, recipientes de vidrio y otros de más nivel realizados en bronce. «Similares a los de Dulantzi o Aldaieta se encuentran muchísimos en Alemania, Polonia, Italia, Bélgica y Francia. Se trata de objetos de gran valor social, que quizá sólo los podían llevar las elites», apuntan.
Estos enterramientos datan de la segunda mitad del siglo VI o principios del VII, una vez que la iglesia tardoantigua ya estaba construida. También «es una rareza que en una iglesia se entierre gente con armas», aunque sí es más habitual en necrópolis a campo abierto, tipo Aldaieta.
También hay dos tumbas cerca del baptisterio que no tienen armas, pero sí unas cucharas de plata «seguramente de origen bizantino y de carácter litúrgico, que se piensa que pueden estar relacionadas con el rito del bautismo. Los individuos que las portaban no llevaban armas, por lo que creemos que podían ser presbíteros». Una de ellas tiene una escena grabada que parece que puede corresponderse con el mito de Teseo y el minotauro que es un motivo pagano y que puede ser la primera vinculación de Teseo con Cristo». «En las primeras manifestaciones cristianas es habitual que se utilicen episodios de la mitología pagana para que la gente que no conocía bien la temática cristiana entendiera conceptos como la lucha entre el bien y el mal o los pecados», explican. En dicho objeto aparece el nombre de su portador, «Agrecius, por lo que sabemos cuál era su nombre».
Todo ello hace que este sea un «lugar excepcional». «Ahora mismo, no hay mejor yacimiento para entender el origen del cristianismo en el País Vasco», concluyen los expertos.
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