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Los bancos de la calle Kutaisi, una localidad georgiana hermanada con Vitoria, reciben cada día a personas sin recursos, en parte derivadas por los servicios sociales. Hacen tiempo allí antes de compartir su día a día y un plato caliente con otros usuarios del ... comedor de la Obra social de Desamparados. Un espacio en el que conseguir el sustento para otro día más con el que han podido contar durante 50 años pero que el próximo 31 de marzo cerrará sus puertas de forma definitiva.
¿Qué les espera a partir de ahora? Mientras aguardan que sus servicios sociales de base les den una respuesta, «pedir un bocadillo por aquí o por allá», como lamentaba 'el gallego', afincado en Vitoria y en situación de calle desde hace dos semanas. «Un Ramadán involuntario», le quitaba hierro el argelino Fatah Ghbraoui. A sus 48, acaba de volver de su país para trabajar de nuevo en España tras quedarse en el paro. En sus manos, uno de los «boletos con los que el cura nos permitía comer aquí sin pagar una vez al mes». «He venido a Vitoria a pedir trabajo y me venía bien, este era un sitio con el que se podía contar», valora en un perfecto castellano.
Algunos como Javier, llegado desde San Sebastián y antiguo aprendiz del «famoso cocinero de Zarautz», ya están recibiendo sus menús en el nuevo comedor de los Arquillos. Hasta hace prácticamente una semana todavía lo derivaban a Desamparados. «Se come muy bien, ¿pero qué va a pasar con los más de 80 que solían venir?», se pregunta a la espera derecibir la confirmación de la RGI, una ayuda que le permitiría pagar una habitación. Mientras tanto, acude al centro municipal de día Estrada y, como tantos otros, duerme en la calle.
«¿Qué va a pasar con los enfermos? Muchos días superamos el centenar, ¿nos van a dejar sin comer?», exclamaba Benito Carrillo tras degustar una comida que le supo muy amarga. Los usuarios de Desamparados tienen dificultades para organizar su presupuesto, pocos recursos económicos o la imposibilidad de cocinar en su domicilio. Buena parte de ellos tiene incapacidades permanentes y destina su pensión al pago de una residencia o pensión para dormir, lo que les deja pocos recursos para el resto de su día a día. «Mi compañera y yo sólo tenemos un microondas y aquí podíamos pagar una comida caliente, pero no sé qué será de nosotros ahora», lamentaba el de Abetxuko.
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«Tendremos que elegir entre la calle o no comer. Ahora entiendo lo mal que se pasa en esta situación», confesaba 'el gallego' con su sombrero vaquero calado. Otros compartían abiertamente su preocupación por un posible aumento de robos. «Vitoria se va a poner muy mal, ¿no podrían poner al menos una furgoneta en Fuente de la Salud mientras se crean más plazas?», proponía otro. La sensación de abandono se intercala con la desconfianza hacia los otros. «Si no fueses de aquí verías como sí que te ayudaban. Todos los pisos tutelados son para los extranjeros», bufaba otro al abandonar el comedor. Argelinos como el joven Senaina Abdellah, que comparte piso y estudia español para «tener un futuro mejor», recibían la noticia.
Los Arquillos ya atiende a un máximo de 30 personas aunque podría ampliarse hasta las 42 plazas. Quienes hasta ahora contaban con la solidaridad de esta obra social que nació hace 50 años para ayudar a los trabajadores que llegaban desde otros puntos de España piden «una solución para no terminar en situación de calle» o que esta se vea agravada.
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