Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
En el Seattle Grace –aka, Grey Sloan Memorial Hospital–, gastan más libido que anestesia. En 1921, en plena guerra del Rif, a los pacientes todavía se le sedaba con cloroformo en la mesa del quirófano y el personal era bastante más recatado. Pero, en esencia, ... en el hospital de campaña de‘Tiempos de guerra’, la nueva serie de Antena 3 que se estrenó el miércoles en el FesTVal, se respira el mismo ambiente que en el de ‘Anatomía de Grey’. Sin tanto fornicio, tras presentar a los personajes –de una forma ágil y clara, gracias–, el melodrama de época deja claro que aquello es una historia de amor entre enfermeras y doctores con el telón de fondo de una guerra.
En efecto, la acción arranca con un grupito de niñas bien que acuden a la guerra, monísimas ellas, con sus sombreritos de paja y cargadas con sus baúles repletos de vestidos y zapatos –«No pienso operar como si fuera una pordiosera, los enfermos lo agradecerán», suelta una pizpireta dama enfermera. A simple vista, la serie se podría haber titulado algo así como la Señorita Pepis se fue a la guerra. A una guerra en la que, por cierto, los de Abd el-Krim nos dieron hasta en el carnet de identidad antes de que aquello acabara como el rosario de la aurora.
Aunque el hecho histórico del Desastre de Annual había sido bastante ignorado por la ficción hasta ahora, ‘Tiempos de guerra’ propicia una sensación de cierto ‘dèja vu’. El formato de ficción, gran apuesta del canal principal de Atresmedia para este curso, recuerda de forma inevitable a ‘El paciente inglés’, ‘Anatomía de Grey’ y ‘Downtown Abbey’, todo pasado por el túrmix de la productora Bambú y tamizado, sin grumos, para el gusto patrio. De hecho, en el primer episodio se evidencian, de forma muy obvia, componentes de otras series de la factoría como ‘Gran Hotel’ y la propia ‘Velvet’ –de la que se presentó su continuación de pago el pasado martes en el mismo escenario del Principal–.
En la misma línea que esos títulos, la ficción pinta una postal de guerra demasiado bonita, hasta demasiado ‘cuqui’. Los soldados, apuestísimos, parecen estar siempre repeinados y con las camisas bien planchadas. De golpe y porrazo, un cochambroso colegio abandonado, se convierte en un glamurosísimo hospital victoriano (primer guiño a ‘Downtown Abey’) y hasta el vapor en el que llegan las damas enfermeras hasta Melilla recuerda más al Titanic que a las destartaladas barcazas de la retrasada España de la época. Pero se entiende. El público objetivo de la serie no se pega a la pantalla para ver a roñosos soldados mutilados cojeando por una atmósfera de hollín. Las potenciales espectadoras –ya el estreno contó con una abrumadora mayoría femenina– no buscan ‘Band of brothers’. Y, aún así, les tocará digerir sangre a borbotones, convenientemente coagulada por el filtro glamour, eso sí. No da asquito.
Del elenco destaca la eficaz Alicia Borrachero (Duquesa de la Victoria) y, por supuesto, José Sacristán (Teniente Coronel Vicente Ruíz-Márquez), un actor capaz de sacarle lustre al texto más anodino. Por mucho que el traje de militar autoritario le tire de la sisa. El equipo de enfermeras con la cofia almidonada y el mandil (casi) siempre blanco nuclear –parece que la señora aquella del anuncio de la lejía se dejó caer por los hospitales de campaña de la guerra–, tiene el papel de coser, con hilo de sutura, las tramas secundarias de la serie. Lo hacen, sin que les salten los puntos Verónica Sánchez (Pilar) y la pizpireta Anna Moliner (Magdalena). El trío de inevitables guapérrimos de serie, llamados a protagonizar un intensísimo y apasionadísimo triángulo amoroso lo cierran la oficiosa protagonista del asunto, Amaia Salamanca (Julia Ballester), junto a Álex García (Fidel) y el desaparecido Álex Gadea (Andrés).
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.