10 alaveses son víctimas de ciberestafas cada día

El problema es que, al contrario de lo que ocurrió con muchas otras consecuencias de la pandemia, el auge de los ciberdelitos no menguó con el final de las restricciones. De hecho, las estadísticas de este año son reveladoras. Según los datos de la Ertzaintza, entre enero y septiembre de este año se han denunciado 19.464 delitos de estas características, lo que supone un crecimiento del 34,85% respecto al mismo periodo del año anterior. Y, dentro de este mundo, las reinas son las estafas, que representan en torno al 90% de los ciberataques. Hay un dato que habla por sí mismo: más de una decena de alaveses son víctimas de ciberestafas cada día. Más de 300 al mes. Son ya el segundo delito que más se denuncia en las comisarías y nadie sabe hasta dónde pueden llegar a crecer.

El crecimiento exponencial de la ciberdelincuencia es algo que preocupa a las instituciones vascas. De hecho, el Gobierno vasco ha destinado para el próximo ejercicio un presupuesto de 2 millones de euros para impulsar la creación de la Agencia Vasca de Ciberseguridad, un nuevo organismo público, con personalidad jurídica propia, denominado Cyberzaintza.

Se trata de un organismo que funcionará de forma independiente a la unidad de delitos informáticos de la Ertzaintza. Su misión será «combatir de una manera integral y transversal las amenazas derivadas del uso de internet y las nuevas tecnologías en Euskadi». Más en concreto, su objetivo será cuidar de la seguridad pública de Euskadi, «persiguiendo el cibercrimen y protegiendo las infraestructuras críticas y sensibles». Su otro ámbito de actuación será la protección de infraestructuras, datos públicos y datos empresariales.

Hay pocas personas que sepan tanto del ciberdelito como Arantza López, la fiscal delegada especializada en criminalidad informática en el conjunto de Euskadi. La representante del Ministerio Público empezó la especialidad en 2008. Explica que ya entonces «se veía venir» lo que está pasando ahora mismo y advierte que no se puede esperar que este tipo de delitos alcancen un tope y luego empiecen a reducirse. «Esto no tiene marcha atrás y no tiene techo. Irá evolucionando con el paso de los años, a medida que vaya evolucionando la teconología. Y van apareciendo nuevos retos. Por ejemplo, ahora una de las incógnitas es cómo afectará a efectos criminales la inteligencia artificial», afirma.

Su diagnóstico parte de una premisa: los ciberdelitos son, en realidad, «una nueva modalidad de comisión criminal». Es decir, no es un nuevo delito como tal. Pone el ejemplo de las estafas o las amenazas, que siempre han existido. Lo que han encontrado los delincuentes en internet es un campo propicio para su actividad criminal. «Pocas se cometen ya a la antigua usanza. Ya nadie falsifica un cheque para cobrarlo en el banco», relata.

López explica que hay una imagen de que detrás de este tipo de delitos se encuentran hackers o mafias. Por supuesto que existen grandes grupos criminales que se dedican a este mundo, puntualiza. Pero recalca que la inmensa mayoría de la población suele ser víctima de ciberdelincuentes de perfiles muy variados. «Hay de todo», subraya. De hecho, explica que muchos de estos individuos son sujetos aparentemente normales que compran en la red oscura de internet paquetes de numeraciones de tarjetas con el objetivo de hacer cargos fraudulentos. Estas personas, que suelen los más fáciles de detectar, no saben «quién ha esnifado los datos de la plataforma y no sabe quién los ha puesto a la venta».

Y esta es una de las claves por la que las investigaciones suelen ser «tan difíciles»: la facilidad con la que se destruyen las pruebas y el hecho de que víctima y delincuente pueden estar separados por miles de kilómetros. En este sentido, insiste en que se va «avanzando» y que en Europa hay una «concienciación absoluta» para unir esfuerzos en esta materia.