«En la red perdemos el contacto personal y, con eso, la empatía»

– ¿Cómo ha sido la evolución de los delitos informáticos?

– Al principio lo que se veía como super delitos informáticos era todo lo que tenía que ver con la pornografía infantil. Pero a medida que se ha ido incorporando el uso de la tecnología a la vida diaria de las personas, ha aumentado la actividad delictiva. Si antes nos insultábamos cara a cara, ahora usamos los medios tecnológicos para hacerlo. Si antes captaban menores de forma presencial para abusar de ellos, ahora no necesitan esa vía.

– El mundo ha cambiado mucho en pocos años. ¿Estamos preparados para asimilar cambios tan profundos?

– A veces no nos damos cuenta, pero 'wasap' es de 2010. Tú dile ahora a un chaval que ha nacido en el 2008 que viva sin una herramienta como 'wasap'. Es impensable. La tecnología ofrece muchas oportunidades, pero hay que saber utilizarlas. Pero en la historia han habido muchos cambios que se han asimilado muy rápido. Lo importante es ver que hay una dificultad y que hay que bregar con ella.

– ¿Cuáles son los delitos que más le han impactado?

– El delito patrimonial hace daño al bolsillo y el dinero se puede reponer. Pero los delitos personales, las agresiones sexuales a menores, los grandes acosos, no se reparan fácilmente. Muchas veces los autores no son conscientes del daño y las consecuencias. Te queda la sensación de que algo no estamos haciendo bien a nivel de formación, en casa... Si alguien muy joven es capaz de hacer eso sin empatizar algo está fallando en la base. También ha habido un incremento notable del 'grooming', el tema de extorsiones implicando a menores de edad. Gente que contacta con menores para embaucarles y que les envíen fotos sexualizadas.

– Antes el acoso escolar terminaba cuando el niño llegaba a casa. Ahora se extiende incluso después de las clases.

– Ahora no se acaba. Es constante y el alcance del daño es instantáneo y multitudinario. Antes insultabas a una persona y lo escuchaba la víctima y los que estaban allí. Ahora puede no tener límites. Si algo tienen las tecnologías es que perdemos el contacto personal y con eso perdemos la empatía, el ponernos en la piel del otro. Detrás de una pantalla es muy sencillo hacer algunas cosas porque no ves las consecuencias.

– ¿Qué consejos se pueden dar para evitar las estafas?

– Para empezar no hay que contestar nada que no venga de un canal seguro. Nadie con el que tengas un contrato te va a pedir contraseñas por sms o correo electrónico. Yo compro a través de la red. Pero tengo configurada la tarjeta para que se me notifiquen los gastos desde un céntimo. Yo así sé si alguien ha usado mi tarjeta desde un céntimo. Esa compra me la quitarán, pero me da tiempo a bloquear el resto y a pedir a mi entidad bancaria que me reviertan el dinero.

– Otro asunto que preocupa a mucha gente es la falta de privacidad en la red.

– Hay que tener claro que los prestadores de servicios no nos lo dan gratis. Ni Whatsaap, ni Facebook ni Instagram ni Google. No pagamos dinero, pero en tu pliego de condiciones le estás haciendo una cesión de todos tus datos. Y ellos comercializan con esos datos personales, que valen dinero. Vendes intimidad a cambio de servicios. Y la intimidad no son sólo fotos desnudas. Por eso hay que tener control de esa intimidad. De tus contraseñas, de tus usuarios... ¿Cuántas veces eliminamos nuestro historial de cookies? Muy pocas veces. Y ese historial también lo cedemos y se vende a terceros.