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El mundo se ha transformado a pasos agigantados desde aquel año 1992 en el que la Diputación alavesa comenzó a tramitar las primeras adopciones internacionales de niños. La provincia abrió los brazos a un tipo de acogimiento que era desconocido, pero que resultaba un reto ... más factible que el nacional, con listas de espera de más de diez años. Las primeras agencias comenzaron a trabajar sobre todo con China y Rusia y, poco a poco, se fueron tejiendo convenios con más países de Asia, África y Latinoamérica. Hubo un año de récord, el 2000, en el que 73 menores nacidos en el extranjero llegaron a su nuevo hogar en Vitoria o en alguno de los pueblos del territorio.
Nada que ver con lo que ocurre desde hace un lustro. Este tipo de adopción se ha desplomado hasta el punto de que el pasado año ninguna familia alavesa vivió la experiencia de viajar a otro país a conocer a su hijo o hija, según datos de la Diputación. Es la primera vez que el contador se pone a cero en treinta años, ya que incluso en 2020, con el confinamiento mundial, vino un pequeño. En 2021, otra nena. Sí hubo, no obstante, adopciones nacionales, que se mantienen estables. El pasado año tres familias alavesas dieron su apellido a un menor nacido en España.
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La principal explicación a este vacío hay que buscarla en los otros países, explica Susan Warner. Es la presidenta de Ume Alaia, una asociación que crearon 30 familias adoptantes hace diez años en Vitoria para poderse ayudar ante las dificultades que entrañan estos procesos. «Los países han cambiado y quieren hacerse cargo de sus niños y atender las necesidades de sus familias», indica. «Algunos pasaron de estar en guerra a vivir en democracia, lo que cambió también sus necesidades», agrega.
865
menores han sido adoptados por personas o familias alavesas desde mediados de los años 80. La adopción internacional comenzó en 1992 y desde entonces han sido más de 600 los niños y niñas llegados de diversos países.
En China resulta ya imposible
Pero en general, todos los gobiernos son reacios a entregar a sus pequeños a parejas extranjeras. No les gusta, señala Susan Warner, «esa mentalidad de privilegio». También desde aquí las asociaciones luchan contra el «peligroso síndrome del salvador blanco». «No podemos acercarnos a ellos con superioridad, con la idea de que esas madres de países en desarrollo no están preparadas para cuidar», censura. Además hay que sumar la mejora de las economías de muchas de estas naciones.
Con más formación
Desde mediados de los años 80 hasta hoy, los alaveses han adoptado a 865 niños de los que más de 600 procedían de fuera de España. De China, Bulgaria, Kazajistán, Panamá, Ucrania, Etiopía, Burkina Faso, Perú, Colombia, Bolivia, India, Mali, Polonia, México... La proporción de pequeños adoptados en otros países frente a los nacionales llegó a ser a comienzos de milenio de nueve a uno, pero ya hace una década que cambió la tendencia. Predomina la adopción nacional pero a cuentagotas. En Álava se formalizan una media de cuatro al año. No hay muchos pequeños abandonados. Los servicios sociales intentan mantener el vínculo de los menores con sus padres biológicos siempre que esto sea posible y otras modalidades de adopción abiertas, como el acogimiento, se abren paso frente a la tradicional.
2016
fue el año en que comenzó el desplome de las adopciones internacionales en Álava. Ese año las nacionales (8) duplicaron a las otras.
Todas estas dificultades, unidas a la sucesión de crisis económicas, la pandemia, las mejoras de las técnicas de reproducción asistida en incluso la irrupción de la polémica gestación subrogada han contribuido a que la adopción pierda fuelle. Pero aún así hay familias en lista de espera, explica Susan Warner. Los socios de Ume Alaia suelen ofrecer charlas en las que cuentan su experiencia para que las parejas o personas solas interesadas en adoptar un menor conozcan bien a fondo a qué se van enfrentar. «Mi experiencia es que si hace unos años a las charlas venían siete parejas o personas solas últimamente serán unas quince».
Los primeros alaveses que dieron el paso de adoptar niños en el extranjero «estaban menos informados, no tenían apoyos y no todos estaban preparados para criar de forma terapéutica», explica Warner, quien abrazó hace más de diez años a sus hijos, dos hermanos nacidos en Rusia.
Y es que muchas veces estos pequeños adoptados muestran miedo al abandono, dificultades de aprendizaje, les cuesta establecer el apego y tienen problemas de adaptación al entorno. Ume Alaia recuerda que no son pocos los que tienen un retraso madurativo y aunque tengan 18 años aún necesitan unos apoyos de los que tanto las instituciones como el sistema escolar se desentienden.
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