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La población vasca está cada vez más envejecida. El 22% de los vecinos alaveses supera los 65 años -en Bizkaia y Gipuzkoa, las personas de esta edad rondan el 23%-, mientras que en Vitoria ya hay menos habitantes menores de cinco años (9.318) que ... los que superan los 85 (9.673). Esa transformación en la pirámide poblacional (que empieza a adquirir el aspecto de un botijo) está provocando que buena parte de los mayores busquen una fórmula con la que «revolucionar el envejecimiento». En líneas generales, evitan terminar la vida en una residencia y aplacar así la soledad no deseada, de tal forma que la piedra angular de este cambio radica en la posibilidad de constituir un nuevo modelo de vivienda.
Por el momento, la alternativa se encuentra en los 'cohousing senior', cooperativas de viviendas colaborativas para la tercera edad que son diseñadas por ellos mismos. Brotaron en Dinamarca a finales del siglo pasado, se introdujeron hace una década en España (por Cataluña, Madrid, Gran Canaria, Asturias, Sevilla...) y está previsto que Álava culmine en 2026 las obras para acoger el primer edificio de este tipo en el País Vasco. Se instalará en Murgia, un pueblo de cerca de un millar habitantes situado a 20 kilómetros de la capital alavesa y a otros 45 de Bilbao, por el impulso de la asociación Lagungarri con la colaboración del grupo inmobiliario Arrasate.
11.000 metros cuadrados
tiene el terreno comprado. El diseño definitivo se elegirá en asamblea
Allí, en 11.000 metros cuadrados que hasta ahora pertenecían a un antiguo convento abandonado, erigirán 51 apartamentos de una o dos habitaciones (y alrededor de 50 metros cuadrados) que se distribuirán en dos edificios y un bloque central donde se encontrarán los servicios comunitarios (cocina, comedor, gimnasio, salas de cuidados, biblioteca...). ¿Los pilares principales de esta sociedad? La autonomía, autogestión y una toma de decisiones en común para escoger cómo y junto a quién se quiere afrontar la inexorable vejez.
Laura Irigaray está al frente de esta cooperativa en ciernes que empezó a darle vueltas al proyecto en 2019. Por aquel entonces, unos sesenta socios probaron varios intentos de encontrar un terreno en Vitoria, pero desistieron por los elevados precios de parcelas residenciales y la falta de suelo. Primaban estar en la ciudad (o cerca de ella), que el entorno tuviera buenas comunicaciones y que contara con los servicios básicos (ocio, entidades financieras o ambulatorio) en sus proximidades. Murgia cumplía con todos esos requisitos. Además, la compra de ese espacio coincidió con la modificación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) del municipio, lo que ha permitido que el 'cohousing' vaya a iniciar sus obras en 2025 bajo una recalificación del suelo de equipamiento social, como la que tienen las residencias.
Ahora, el cometido está en sumar componentes a la sociedad para empezar a tomar decisiones de mayor calado, como la de configurar un estatuto y un reglamento interno o la disposición definitiva que tendrán las viviendas. Los miembros deberán tener en torno a 50 y 70 años (en el caso de parejas, al menos una de ellas tendrá que tener menos de 73), habrán de «ser aptos para la realización de tareas diarias» y contarán con «buena salud» en el momento de ingreso en la cooperativa. Irigaray incide en esa «mezcla de edades» porque el grupo pretende ser «activo». Es decir, no sólo compartirán tareas y cuidados, sino que idearán talleres o salidas turísticas para el tiempo libre.
Respecto a la financiación, esto no será una compra ni un alquiler. Se concederá una vivienda en régimen de cooperativa o cesión de uso. ¿Qué quiere decir? Que la propiedad del inmueble es colectiva, además de heredable, y los residentes sólo han de pagar una entrada reembolsable (como una fianza) y unas cuotas mensuales. En este caso, esos precios todavía se están ajustando, pues esperan o bien una línea de ayudas del Instituto de Crédito Oficial (ICO) o que la banca ética sea su aliado financiero. Todo para cumplir con un único objetivo, «morir en un entorno escogido y no en una residencia», zanja Irigaray.
Además de éste, en el territorio se han establecido mimbres para levantar otros proyectos similares. Sin ir más lejos, en Maeztu (de unos 800 habitantes), está previsto que se habite una decena de unidades de convivencia que se sitúan en una antigua granja-escuela. Ésta es una iniciativa que todavía resulta incipiente, pero lo cierto es que «en Álava se ha dejado notar mucha demanda de 'cohousing' en los últimos años», asegura Isabel Izcue, presidenta de Ametsak Sortzen, la Asociación Vasca de Cohousing. Ella menciona además la creación de una red con una quincena de proyectos de este tipo en La Rioja, Navarra y Euskadi y entre los que se encuentran las cooperativas Txinalka y Bizikoopon, ambas de Vitoria.
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En las otras provincias vascas, las asociaciones Elkarbidean, en Gipuzkoa, y Egunsentia, en Bizkaia, llevan años trabajando en esta dirección, aunque siempre se han topado con el mismo obstáculo: la falta de suelo.
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