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ANNE SINCLAIR Exmujer de Strauss-Kahn "Créanme, yo no sabía nada"

Hace diez años fue la protagonista involuntaria de uno de los mayores escándalos políticos que se recuerdan. Su marido, el entonces director del FMI Dominique Strauss-Kahn, fue acusado de agresión sexual por una camarera. La periodista Anne Sinclair cuenta por primera vez su versión de los hechos. Hablamos con ella.

Viernes, 02 de Julio 2021, 09:00h

Tiempo de lectura: 9 min

Diez años para encontrar las palabras. Durante mucho tiempo fueron imposibles, estaban clavadas en la garganta. El silencio fue la elección de Anne Sinclair, su forma de superar lo que llama «el cataclismo». Había que ponerse de pie, aguantar las miradas inquisitivas, fingir que no había pasado nada.

Pero pasó... y mucho. El 14 de mayo de 2011, la camarera de planta del hotel Sofitel de Nueva York Nafissatou Diallo acusó a su marido, el político y economista francés Dominique Strauss-Kahn (DSK), entonces presidente del Fondo Monetario Internacional, de haberla agredido, intentado violar y obligado a practicar sexo oral. Las pruebas de ADN y los informes médicos corroboraron el testimonio de Diallo. Tras varias peripecias judiciales, el asunto se zanjó con un acuerdo monetario; el economista pagó una millonaria indemnización a la camarera.

Desde entonces han pasado muchas cosas, pero Sinclair, de 62 años, ha seguido callada... hasta ahora.

"Soy ingenua, le creí. O quise creerle... No iba a anteponer mis celos pequeñoburgueses a la tragedia de un hombre que podría ser despedido en medio de una crisis financiera"

Durante el primer confinamiento por la pandemia, Sinclair decidió escribir sus memorias, pero esquivando los momentos oscuros. Y entonces, en otoño de 2020, resurgieron con The DSK Affair, el documental de Netflix que resucita las imágenes y los testimonios que cuestionan su papel. Al mismo tiempo, Strauss-Kahn anunció una película para dar su versión de los hechos. «Ya no era posible, ya no podía dejar que los demás hablaran por mí y seguir en silencio, eludir ese capítulo de mi vida –confía Anne–. Y escribí con toda sinceridad».

El libro, titulado Pasado compuesto (Éditions Grasset), no es sensacionalista. Es su vida narrada con franqueza, incluso con cierta distancia cuando se presenta como una «chica simpática, un poco miedosa, burguesa», con fama de ser de la izquierda caviar. «Lo hago para mis hijos, para mí, para dejar huella. Estoy obsesionada con el paso del tiempo y la angustia de perder la memoria».

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El amor es ciego. Anne Sinclair no tuvo reparo en 2006, siendo una exitosa periodista, en posar en su casa anudando la corbata a su marido. La reiteración de escándalos en los meses siguientes –gestión de prostitutas, amantes, hijos ilegítimos...– la decidió a abandonar a Strauss-Kahn.@ GETTYIMAGES

Sinclair espera que los curiosos no lean demasiado rápido las primeras 319 páginas, su infancia mimada aunque solitaria; su primer marido, Ivan Levaï, a quien rinde homenaje; la obsesión por el periodismo; el éxito en la televisión francesa, donde era conocida como 'la princesa mohair' cuando entrevistaba a Mitterrand, Gorbachov, Madonna... frente a 12 millones de espectadores, la gloria antes de que la despidieran sin miramientos en 2001.

«El Capítulo Imposible» solo aparece al final, diabólicamente numerado con el número 13. «He visto mi vida despedazada, expuesta, interpretada», escribe. «He visto las miradas que buscan, que se desvían; he oído susurrar las voces, difundirse los rumores... Sin embargo, yo misma no voy a alimentar la voracidad de las pirañas que, diez años después, todavía no están satisfechas. No diré nada del fondo de la olla en la que hervía este caldo pegajoso, porque se trata de la vida de alguien más, además de de la mía. Solo describiré mis sentimientos personales». Y escarba en su biografía, analizando las raíces de una ceguera, la negación. Una obsesión revelada en tono firme: «Me gustaría que la gente me creyera; por más loco que parezca y a pesar de todo lo que se ha dicho de mí, no sabía nada». ¿De verdad, nada? ¿Ningún compromiso, ninguna noche de intercambio de parejas como ha susurrado 'todo París' durante años? «Todo esto me es ajeno, como las relaciones que descubrí después». Luego lanza una sonrisa velada: «Esto no es un interrogatorio policial, ¿no? No estoy obligada a responder a todas las preguntas. No cuento todo, pero todo lo que cuento es verdad».

«Una magnífica indiferencia»

Quienes aún dudan de la sinceridad de Anne Sinclair quizá la comprendan leyendo el retrato de DSK que ella esboza: «Tenía una magnífica indiferencia al mundo y a las personas, lo que le permitió tener una resiliencia más allá de lo común». Sinclair, por su parte, tenía inteligencia, belleza, fortuna, una familia sólida, fama... y, sin embargo... «En retrospectiva, me doy cuenta de qué forma de dependencia me unía a Dominique», apunta evocando la imagen de su madre, rica pero sumisa.

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Hasta el final. En 2011 también posó agarrada a él cuantas veces hizo falta saliendo de los tribunales tras ser acusado de agresión sexual en Nueva York. «Me han reprochado, no sin razón, haberme quedado. Tres veces intenté irme, sin éxito. Ya no tenía fuerzas, ni el coraje, hasta el momento en que sentí que me iba a hundir. La descomposición fue completa».@ GETTYIMAGES

«Con él reproduje un modelo conocido del que, a decir verdad, no me había emancipado: la imposibilidad de desagradar, el miedo al desencuentro y a la ira del otro. A esto se lo llama 'dependencia'. Puede ser sexual, intelectual, para mí fue emocional».

DSK reinó como un ser supremo con su mente deslumbrante, llena de matemáticas y de ciencia ficción, rápida para juzgar a las personas con un solo criterio: eficaz o ineficaz. Todo le 'resbalaba'.

Sinclair adoraba a DSK, él y sus cuatro hijos que, con los dos hijos de ella, formaron una tribu sagrada, un regalo del cielo cuando se ha sido hija única. Qué alegría llevarlos a todos a descubrir el mundo, y regalarles un riad en Marrakech, diseñado por ella, piedra a piedra. «Creí que nada nos separaría. Y que envejeceríamos juntos». Por supuesto, tenía dudas cuando devoraba con la mirada a las mujeres guapas, o de repente cerraba bruscamente el teléfono, o llegaba a casa a las dos de la mañana, excusándose: «Sabes, siempre tomamos una copa después del consejo municipal. Compruébalo si quieres...». Podía incluso hacerse el celoso, según cuentan sus allegados, registrar su ordenador o insultar a antiguos pretendientes de Anne. Aunque alguna pista ya había dado.

En 2008, DSK tuvo un romance con la economista húngara Piroska Nagy, pero juró por Dios que era el primer desliz en 18 años de convivencia, y prometió que nunca más ocurriría. Sinclair le creyó entonces y le volvió a creer cuando estalló el escándalo del hotel Sofitel en Nueva York.

"La dependencia hacia un hombre puede ser sexual, intelectual... Para mí fue emocional. Creí que envejeceríamos juntos. Pero nuestra historia termina en una cloaca"

«Soy ingenua, le creí. O quise creerle... No iba a anteponer mis celos pequeñoburgueses a la tragedia de un hombre que podría ser despedido de su cargo en medio de una crisis financiera». Sobre todo porque en ese momento DSK se estaba preparando para presentarse a las elecciones presidenciales de 2012.

Anne Sinclair sostiene que él nunca soñó con la Presidencia –«era un buscador de placer intelectual, no un luchador»– y ella, todavía menos, a pesar de lo dicho por la prensa. Pero el séquito de DSK la empujaba, así que ella también: la candidatura iba a ser anunciada en junio de 2011.

Y entonces, lo impensable, ese 14 de mayo de 2011, una llamada en la noche. Las manos le temblaron hasta el punto de no poder abotonarse el vestido. Una compulsión le queda de ese momento: clavarse las uñas en la palma de su mano. No, Anne Sinclair no creía en el complot ni en la violación. Solo podía ser «un coito consensuado», nunca sintió en «Dominique» la más mínima violencia.

Las alianzas más baratas

En aquellos momentos, sin duda y sin reproche, solo tenía una obsesión: volar a su rescate en Manhattan. Recuerdos de la pesadilla, la locura, las multitudes gritando frente al tribunal, la impresión de ser «María Antonieta en su carro, en la plaza de la Revolución». Tantas escenas de película de las que puede por fin reírse, como esa escapada a la calle 46 para comprar alianzas, siguiendo el consejo de su abogado. El joyero sacó sus más preciados modelos y ella le instó: «The cheapest, the cheapest» ('La más barata, la más barata').

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"Con Pierre me siento una joven novia". Sinclair ha rehecho su vida con el historiador Pierre Nora, de 89 años. «Han pasado 8 años, casi 9, con Pierre. Todavía me siento como una joven novia, aunque sé que el tiempo se acaba».@ GETTYIMAGES

Anne Sinclair relata las anécdotas, no el sufrimiento que recuerdan sus seres queridos: noches de insomnio, agotamiento, tranquilizantes por primera vez en su vida. Y sus esfuerzos por poner buena cara y burlarse cariñosamente de DSK con un «anda, que cada vez que me engañas, vaya ruido armas...», siempre para perdonarlo, por amor y por miedo a que la dejara.

Su pluma se seca en el encierro, entre junio y agosto de 2011, en su 'prisión dorada' de Nueva York. Las autoridades judiciales accedieron el 19 de mayo de 2011 a que Strauss-Kahn saliera de la prisión a cambio de permanecer bajo arresto domiciliario y depositar una fianza de seis millones de dólares, uno de ellos en efectivo. Anne Sinclair pasó el arresto domiciliario con él en un lujoso apartamento que ella misma alquiló en el barrio de Tribeca.

Tratamos de que nos cuente: «¿Durante esas semanas de encierro, ¿tuvieron finalmente verdaderas discusiones?». «Puf...», resopla. «¿Y recibió un agradecimiento por su apoyo, esos millones gastados para sacarlo de la cárcel?». Silencio. Con la cabeza dice que no.

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Asesor de oligarcas. DSK vive en Marrakech con la comunicadora Myriam L'Aouffir. El exdirector del FMI se dedica ahora al rentable negocio de asesorar a oligarcas y jefes de Estado africanos.@ GETTYIMAGES

Otra 'pequeña historia'

El juicio contra DSK no llegó a celebrarse. El testimonio de Diallo, la camarera del hotel, perdió credibilidad cuando se descubrió que había mentido sobre su pasado para justificar su solicitud de asilo en Estados Unidos. El fiscal retiró los cargos. Y Diallo llegó a un acuerdo económico con Strauss-Kahn, quien en septiembre de 2011 regresó a París con su todavía leal esposa.

Retomaron su vida en la ciudad del amor hasta que un día de noviembre DSK murmuró que «una pequeña historia» iba a salir en Le Monde. Fue el escándalo del Carlton, en Lille, con la publicación de sus abyectos SMS, en los que el exjefe del FMI ordenaba «material», en clara referencia a unas prostitutas.

Anne Sinclair leyó el artículo en la habitación de su casa antes de salir al salón, lívida: «¿Escribiste eso?». Esta vez se había terminado. «La grieta se estaba convirtiendo en un abismo», escribe. «Terminaron de romper lo que quedaba de nuestra pareja… Nuestra historia acababa en una cloaca. La descomposición había llegado a su fin».

Pero el torrente de revelaciones no paró. Surgieron cientos de confidencias, cartas de antiguas amantes plagadas de detalles. Una mujer afirmó ser la madre de un bebé nacido de una aventura en 2010, confirmado por una prueba de ADN.

"¿Su marido le agradeció el apoyo y los millones que usted gastó para sacarlo de la cárcel?". Silencio. Anne Sinclair, con la cabeza, dice que no

Anne Sinclair se estaba asfixiando mientras DSK se reinventaba. Decía que no había hecho nada malo porque el libertinaje había sido siempre su forma de vida, un acuerdo tácito en su matrimonio. «¡Nunca!», se indigna ella, con la mirada encendida. «Evidentemente, no lo habría aceptado».

Largo suspiro, y el azul de su mirada vuelve poco a poco: «Pero, después de todo, ¿para qué dar vueltas a las cosas? Todo se ha quedado atrás. Sobre todo no quiero vivir amargada, eso te seca por dentro».

Para ella, el sol ahora está en otra parte, cerca de quien «le devolvió el gusto por la vida», el historiador Pierre Nora, de 89 años. «Un milagro», dice él. «Anne estaba al borde de la depresión, yo acababa de perder a mi esposa. Nos vimos con tristeza y nos volvimos a encontrar con alegría».

Cada uno vive en su casa, con su independencia. Ella ahora se dedica a mimar a sus hijos, a sus cinco nietos y a sus amigos. Mientras, continúa pendiente del mundo y la política. «Siempre he sido de izquierdas y sigo siéndolo», ha dicho. Pero, en Francia, ¿dónde está? Sus antiguos compañeros socialistas le parecen fuera de la realidad, ya no los ve, tampoco a Hollande, que le había ofrecido el Ministerio de Cultura.

Pero no quiere dar lecciones. En enero, un simple tuit a sus 480.000 suscriptores para mostrar su indignación por la multitud furiosa que invadió el Capitolio en Washington le valió una lluvia de odio antisemita e insultos que la remitían una y otra vez a las costumbres de DSK. Quizá pueda este libro liberarla por fin de esa historia.

© Paris Match