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No es fácil estar casada con Julian Assange

Boda en la cárcel, amenazas de muerte, vis a vis...

No es fácil estar casada con Julian Assange

Stella Morris

Fotografía: Andy Gotts / Camera Press / Contacto

El fundador de WikiLeaks está encarcelado en una celda de máxima seguridad de una prisión inglesa desde 2019. Stella Assange, su mujer y la madre de sus dos hijos pequeños, nos habló el año pasado de su matrimonio con el recluso más controvertido. Ahora, mientras esperan la sentencia definitiva que decidirá si es extraditado o no a Estados Unidos, recuperamos sus confesiones.

Viernes, 14 de Abril 2023

Tiempo de lectura: 11 min

Stella Assange tiene claro que la historia entre ella y su marido –Julian Assange, el fundador de WikiLeaks– parece más ficción que realidad: filtraciones, acusaciones de abusos sexuales, un plan de asesinato urdido por la CIA... Sin embargo, la vida cotidiana de ambos no puede ser más monótona: Julian sigue en una prisión de máxima seguridad en Londres mientras Stella lleva casi cinco años tratando de excarcelarlo.

Esta misma mañana, la mujer se ha desplazado desde su casa a la cárcel de Belmarsh. Los Assange se han encontrado bajo la mirada de los guardias. Han hablado cerca de una hora, sentados el uno frente al otro. Stella va a verlo dos veces por semana; en muchas ocasiones, con sus hijos, Gabriel, de 5 años, y Max, de 4.

¿El corazón le da un brinco al verlo?

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Una boda con estilo. Stella se casó en la cárcel con Julian el 23 de marzo del año pasado. Se presentó con un vestido blanco diseñado por la fallecida Vivienne Westwood, partidaria acérrima de Assange. «El día fue maravilloso y el vestido también». Antes ella posó con sus dos hijos, de 4 y 5 años, con los que ya se había visto a Assange años antes en las redes sociales.

«Vuelvo a sentirme con energía, toda esta locura se ve algo matizada. A veces hablamos del lugar en que nos gustaría vivir cuando todo esto haya terminado. No sé dónde será, pero supongo que cerca de la naturaleza. Es importante para los niños. Si no fuera por esta situación, seguramente viviríamos en el campo».

«Assange no es un anarquista radical. Como mucho, es un libertario que desconfía del estado»

¿Cuándo cree que podrán disfrutar de esa vida? «Bueno, el problema es la total incertidumbre. Podría ser dentro de un mes, tres años o nunca. Tenemos que asumirlo, pero a la vez necesitamos un proyecto de vida para no volvernos locos. Tener una ilusión, algo que te empuje a seguir». Algo como su boda, celebrada en la cárcel en presencia de un funcionario y un sacerdote católico hace un año.

Una condena pendiente en Estados Unidos de hasta 175 años

Stella tiene 40 años y se expresa de forma elocuente, como corresponde a una abogada que formó parte de la defensa de Assange. Durante sus primeros días en común, la letrada no se imaginaba que Julian, que vivía recluido en la Embajada de Ecuador en Londres, acabaría en prisión.

Por entonces, Estocolmo investigaba unas acusaciones de supuesta violación hechas por dos voluntarias de WikiLeaks. Temiendo ser extraditado a Suecia, y una vez allí enviado a Estados Unidos, se saltó la condicional y se refugió en la Embajada de Ecuador. Fue la llegada a Quito de un gobierno más proestadounidense lo que determinó que el personal de la Embajada facilitara que agentes de Scotland Yard entraran a detenerlo. Corría 2019. Y Assange fue encarcelado.

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La conspiración feminista. Assange se ha distanciado de los periodistas que inicialmente lo apoyaron, incluida Laura Poitras, que dirigió el documental Risk (imagen). Poitras se quedó de una pieza cuando Assange afirmó que las dos suecas que lo acusaban de abusos formaban parte de «una demencial conspiración feminista». Stella puntualiza que Poitras también apoya la excarcelación de Assange.

Stella no sospechaba que la condena de 50 semanas iba a prolongarse cuatro años y lo que le echen. Estados Unidos exigió su extradición por filtrar secretos militares del país (entre ellos, un vídeo titulado Asesinato colateral, donde la tripulación de un helicóptero daba muerte a una decena larga de civiles en Bagdad). El motivo de que siga encarcelado es que existe el riesgo de que huya de la Justicia estadounidense mientras se resuelve el caso de extradición por filtración de secretos y espionaje. Si llegara a ser juzgado y condenado en Estados Unidos, es probable que Assange pase el resto de la vida encerrado. La máxima condena aplicable es de 175 años.

«A la gente le suena a ficción delirante, pero hemos tenido que enfrentarnos a planes de asesinato y de secuestro»

«Pero el encarcelamiento de Julian es absurdo –sostiene su esposa–. Él no hizo más que luchar por la aplicación de la legislación internacional». Stella tampoco suponía que dicho encarcelamiento pasaría casi inadvertido en Gran Bretaña, país al que Assange llegó en 2010, invitado por el periódico The Guardian. «Si preguntas a la gente, no saben por qué está en prisión... Si es que llegan a saber que está en prisión».

Su mujer añade que el ánimo de Assange pasa por altibajos. «Hoy está bien, de buen ánimo. Pero ha habido días mucho peores, en los que hablaba de suicidarse, casi no se comunicaba, estaba ausente. Sobre todo cuando estuvo ingresado en la unidad de cuidados de salud de Belmarsh porque la dirección aseguraba que había grave riesgo de suicidio. Los presos de la cárcel firmaron una petición para que lo sacaran de allí porque iba cada vez a peor. A mucho peor».

En una situación así, ¿qué le cuenta para que olvide tanta penalidad? «Mire, lo que él y yo hablamos es privado y confidencial», zanja.

Ante su respuesta, le comento que me resulta curioso que insista en el derecho a la privacidad de Assange mientras él considera que los estados no tienen derecho a secreto alguno. «Exagera usted. Julian se da cuenta de que hay secretos legítimos, pero su trabajo es publicar información de interés público».

Entonces, ¿Assange no es un anarquista empeñado en destruirlo todo? «No, nada de eso. No es un anarquista radical. Como mucho es un libertario que desconfía del Estado. Pero él no se etiqueta a sí mismo como esto o lo otro ni le gusta que otros lo hagan por él».

Assange, de hecho, tachó nombres propios en los documentos que entregó para su publicación. Según insiste, fue un periodista de The Guardian quien desveló en un libro la clave que permitía desencriptar los nombres que aparecían en un cuarto de millón de comunicaciones diplomáticas estadounidenses. De hecho, en el documental de 2016 Risk, Assange aparece haciendo frenéticas llamadas a Hillary Clinton –por entonces secretaria de Estado– para avisarla de que los archivos cifrados estaban disponibles en la Red, al igual que la propia clave.

Sin embargo, a continuación, y en un giro de guion, hizo públicos los documentos originales, sin tachones de ninguna clase, con el argumento de que las cosas habían cambiado y era lo más oportuno. Un vago argumento que no convenció a ninguno de los periódicos del mundo que habían estado publicando informaciones de WikiLeaks. Estados Unidos se ha propuesto juzgarlo por ello, por revelar esos nombres.

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Hombre de familia. Assange, en una de las pocas fotos con su familia, juega con uno de sus hijos durante su encierro.

En enero de 2021, el Tribunal Supremo británico emitió su veredicto sobre la solicitud estadounidense de extradición. Vino a decir que el eventual juicio por espionaje en un tribunal de Virginia sería un juicio justo. Sin embargo, de forma inesperada, el juez británico dijo que no a la extradición basándose en el riesgo de que Assange acabara por suicidarse en una cárcel americana.

Estados Unidos apeló, con éxito. El mes que viene se decide si ha lugar a una nueva apelación de Assange contra la extradición. Stella cree que el equilibrio mental de su marido, de 51 años, está en juego, pero también la salud física.

En octubre de 2021 sufrió una pequeña embolia. «Lo que están haciéndole a Julian es deliberadamente indefinido y cruel. El propósito es hacerle sufrir hasta el final». La pareja se enamoró en la Embajada de Ecuador, pero ya se habían visto antes, en 2011, en un club londinense de periodistas. Stella recuerda que encontró a Julian «atractivo».

Si Assange sale en libertad, ¿volverá a filtrar datos en WikiLeaks? «¿Cómo quiere que yo responda a eso? Solo sé que necesita recuperarse»

Por petición de Jennifer Robinson, la abogada de Assange, se sumó a su equipo de defensa. En 2015 ya eran amantes. Durante unos años, la relación de Stella con Assange fue uno de esos secretos que WikiLeaks es especialista en mantener. (Otro de esos secretos: nadie sabe cuántos hijos tiene Assange dispersos por el mundo). Los propios funcionarios ecuatorianos desconocían que el bebé que una amiga de Stella llevaba una y otra vez a la Embajada fuera el hijo de Assange. De hecho, las cámaras de seguridad no pudieron recoger el momento de la concepción de Gabriel gracias a una tienda de campaña instalada «en aras de la privacidad».

Solo se supo que Assange tenía una nueva familia en abril de 2020, cuando solicitó vivir en casa de Stella en régimen de libertad condicional. Por su parte, a fin de mantener su perfil bajo, ella se había cambiado oficialmente el nombre: de Sara González Devant a Stella Morris. «En los últimos tiempos, la Embajada planteaba grandes problemas de seguridad. Yo tenía miedo de que fueran a matarlos». ¿Y temía por su propia seguridad? «Tenía miedo de que me agredieran con intención de llegar a él». «A la gente le suena a ficción delirante, pero el hecho es que tuvimos que enfrentarnos a planes de asesinato y de secuestro, con individuos que nos seguían y nos intimidaban. Es una realidad. Así que hacemos lo posible por protegernos».

La mujer de Assange asegura que Mike Pompeo, director de la CIA entre 2017 y 2018, se obsesionó por acabar con WikiLeaks e hizo que sus agentes trabajaran con una empresa española de seguridad empleada por la Embajada para acabar con su fundador. «En la Casa Blanca debatieron la posibilidad de una ejecución. Pompeo encargó ‘propuestas y planes de asesinato’, en sus propias palabras». Stella se refiere a una investigación de Yahoo News basada en más de 30 fuentes distintas. «Pompeo ha venido a confirmar todo esto. Declaró que las fuentes de Yahoo News tenían que ser llevadas a juicio por quebrantamiento de las leyes estadounidenses contra el espionaje. Si acusas a unas personas de espionaje, estás dejando claro que no se trata de una falsedad».

En el plano internacional, Assange tiene el respaldo del presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, más de 2000 periodistas de 108 países y 15 líderes mundiales. Pero hay mucha gente que no empatiza y todo indica que la causa es la acusación de abusos sexuales –de violación, en uno de los casos– formulada en Suecia por dos mujeres con las que Assange se acostó en 2010. La primera cree que el acusado se quitó el preservativo mientras yacía con él por voluntad propia; la segunda dice que Assange se le echó encima, sin condón, mientras estaba dormida. No obstante, la ley sueca al respecto exige pruebas de intención dolosa, por lo que la Fiscalía terminó por retirar los cargos.

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La empresa española espía. La compañía de seguridad UCE Global, SL, de Jerez de la Frontera, fue contratada por el servicio secreto de Ecuador para proteger al personal de su embajada en Londres. Pero, según una reciente investigación, la compañía supuestamente habría aprovechado el encargo para grabar a Assange y sus abogados y reunir información que después puso en manos de la CIA. Se desconocen los términos del acuerdo entre ellos. El caso está en la Audiencia Nacional.

¿A Assange no le gusta el sexo con preservativo? «Bueno –dice Stella–, la versión que él da es otra. Lo que se ha escrito sobre esas acusaciones en Suecia es inexacto. Nótese que la segunda fiscal que las investigó declaró que todas las versiones eran creíbles por igual y que lo sucedido no constituía un delito».

¿Assange es una buena persona? «Sobre eso se podría hablar largo y tendido».

Pero ¿es una buena persona? «Claro que lo es. Claro que lo es».

Stella no se enamoró de san Julian Mártir, ¿verdad? «Julian es el mejor hombre del mundo», responde con otra de sus sonrisas.

Tres días sin comer ni dormir

A Assange le diagnosticaron autismo en 2020. «Y eso ha hecho que se le caricaturice», afirma su mujer. «Las cosas cambian si las examinas bajo el prisma del espectro autista matizado. Por ejemplo, suele decirse que Julian es sucio y desordenado, un desastre. Pero en realidad es una persona muy estructurada. Que lo categoriza todo».

Sí. Assange tiene fama de ser un fulano que no se ducha, que deja los calzoncillos encima de una silla mientras está con unos periodistas. «Es verdad que puede pasarse tres días sin dormir ni comer porque se olvida del tema. Cierta vez llamó a una ambulancia tras haberse pasado tres días seguidos sin probar bocado ni pegar ojo, metido en el trabajo como estaba. Volviendo a su pregunta de fondo: yo creo que él se toma las normas en serio».

Pongo el ejemplo de Chelsea Manning, la funcionaria de inteligencia militar que hizo llegar a WikiLeaks datos de Irak y Afganistán. Manning acabó en la cárcel, pero, cuando quedó bastante claro que nunca más iba a hacer algo semejante, fue indultada por Obama. ¿Cómo se explica que, tras haberse hecho tan famoso como detestado, Assange no se quitara de en medio y dejara WikiLeaks en manos de otros?

«¿Y por qué iba a hacer eso?». Porque su vida a esas alturas corría peligro. Porque otros bien podían ocuparse.

¿Hay que buscar la explicación en su ego? «Durante largo tiempo, Julian no tuvo perfil alguno. Si mira usted los inicios de WikiLeaks, la organización durante unos años no tuvo rostro visible. Hasta que ya no fue posible porque demasiadas personas sabían quién era Assange. En ausencia de un líder visible podía aparecer un farsante que se las diera de líder visible».

Ya. Y bien, si Assange gana el recurso contra la extradición y consigue la puesta en libertad, ¿retomará su papel de siempre y otra vez se pondrá a filtrar datos por WikiLeaks?

Se hace un largo silencio.

«A ver. ¿Cómo quiere que yo responda a esa pregunta? Lo único que puedo decirle es que conozco a Julian y sé que necesita tiempo para recuperarse. Para sanar las cicatrices. Es un hombre que ha hecho muchas otras cosas en la vida, que puede hacer muchas otras cosas, sin limitarse a ser el fundador y director de WikiLeaks. Julian es un escritor. Es un intelectual con ascendente sobre la opinión pública».

Aquí se nota la diferencia de fondo entre las mentes de Julian y Stella Assange. Ella sabe cómo marear la perdiz. ¿Hay una conspiración destinada a mantener a su esposo entre rejas? Protesta que ‘conspiración’ es una palabra «problemática». Al fin y al cabo, Stella es una abogada. También es madre de dos hijos y tiene que irse a recogerlos al colegio. Confirmo que toda mujer obligada a criar a unos hijos sola anda exhausta por la vida. «Hay mucha gente que ansía que Julian salga en libertad. Hay mucha gente que lo quiere y lo apoya», musita.

Queda claro que Stella Assange no puede quererlo y apoyarlo más.


© The Times Magazine


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