Éric Zemmour El nuevo líder de la extrema derecha francesa "Los pueblos de Europa están en peligro de extinción"
Éric Zemmour es la nueva voz de la extrema derecha francesa. Sus declaraciones contra los inmigrantes y el discurso de género le han valido seguidores y detractores, pero sobre todo popularidad. Por si fuera poco, casado y con tres hijos, tiene una sonada relación sentimental con su asesora de 28 años. Y aspira a la presidencia. Hablamos con él.
Zemmour es un tipo bajito, con cierto parecido con Charles Aznavour. Sin embargo, piensa a lo grande. Sus héroes son Napoleón y Charles de Gaulle, y las encuestas sugieren que muchos franceses –burgueses y sans-culottes por igual– consideran que podría ser el próximo gran hombre francés. En paralelo, los bien pensants opinan que se trata de un individuo hambriento de publicidad personal, y eso en el mejor de los casos. En el peor, lo acusan de ser un fascista salido de la televisión que utiliza las legítimas preocupaciones sobre la inmigración para generar un odio visceral a los musulmanes franceses nativos, pues Zemmour asegura que su cultura y su religión ponen en peligro la misma existencia de Francia. En lo que están de acuerdo tanto los unos como los otros es en que Zemmour tiene las mismas o más posibilidades que Le Pen de enfrentarse al presidente Macron en la segunda vuelta electoral. (Recordemos que Le Pen ya se estrelló en dos elecciones presidenciales anteriores).
Este político que habla sin pelos en la lengua en su día fue periodista de la sección de política de Le Figaro y más tarde se hizo famoso como tertuliano televisivo.
"Las élites nos acusan de populistas cuando la gente deja de hacerles caso. A los que ellos llaman así son personas que no están dispuestas a morir ni a dejar que sus instituciones mueran"
- ¿Le resulta extraño que los periodistas ahora escriban sobre usted?
- Sí que es un poco raro estar al otro lado del espejo. Pero hace tiempo que dejé de ser un periodista al uso. Llevo años defendiendo determinadas ideas y convicciones, y me he convertido en lo que damos en llamar un intelectual. El problema es que, en Francia, si no eres de izquierdas no te consideran un intelectual. Te etiquetan como un tertuliano de tres al cuarto... y punto.
-¿Usted es un intelectual?
-Yo creo que sí. Por lo menos hago el esfuerzo de tratar de entender nuestra historia y la situación en que nos hallamos. De hacer un diagnóstico y de ofrecer unas soluciones válidas a la situación en que estamos.
-La gente suele verlo más bien como un Donald Trump a la francesa.
-Es verdad que llevan meses comparándome con Donald Trump, pero si acaso tengo más que ver con Boris Johnson. Piénselo un momento. Los dos somos antiguos periodistas. Ambos hemos escrito libros de historia, sobre Churchill en el caso de Johnson, sobre la historia de Francia en el mío, sobre Napoleón y De Gaulle. Tenemos muchos puntos en común, y lo más interesante es que Johnson ha logrado poner en práctica con éxito una estrategia electoral precisa, que me propongo emular: la alianza entre la clase trabajadora y el segmento de la burguesía patriótica que aspira a restaurar la soberanía de Francia y a defender una identidad nacional que, por desgracia, ahora mismo se encuentra en peligro.
-El problema con los populistas es que no tardan en volverse impopulares.
-Yo no lo veo así. En primer lugar, ¿qué significa esto del 'populismo'? Hay que definir lo que queremos decir con 'populismo'. Suele pasar que las élites nos acusan de populistas cuando la gente deja de hacerles caso. Llevo largo tiempo diciendo que a los que ellos acusan de populistas son personas que no están dispuestas a morir ni a dejar que sus instituciones mueran. Y creo que los pueblos de Europa, en Francia sobre todo, están en peligro de extinción por causa de la inmigración masiva, de la demografía y de la presión cultural ejercida sobre estos países. ¿Que los populistas pierden la batalla de la opinión pública con gran rapidez? Es posible. Pero con menor rapidez que los no populistas.
-¿Considera que los valores occidentales están amenazados?
-En Francia se sufre la presión demográfica ejercida por una civilización diferente, decidida a hacerse con el lugar ocupado por el hombre blanco de religión cristiana y civilización grecorromana. Nadie le pregunta su opinión al hombre de la calle. A los franceses los exaspera ver a mujeres con velo en las calles porque es contrario a la civilización francesa. ¿A usted le parece normal? Nosotros pensamos que resulta contrario a la tradición francesa y la historia de Francia, a nuestra concepción de las mujeres y nuestra concepción laica de la sociedad.
"¿Que si me metía en broncas? ¿Que si trato mal a las mujeres? No, nada de eso. No tengo la pinta, ¿verdad? Ni el físico me acompaña. No, no, yo soy muy francés. Me gusta flirtear, la cultura de la seducción..."
-Hace unas semanas, mi hija adolescente y yo estuvimos viendo una entrevista con usted. Mi hija no acertaba a explicarse que alguien pudiera azuzar el odio contra una minoría religiosa. Hablando en términos sencillamente humanos, ¿no cree que mi hija tiene unos valores mejores que los que usted expresa?
-No me parece que sean mejores valores. Yo creo que estas opiniones en lo fundamental son el producto de la propaganda, una propaganda que ha estado siendo financiada con dinero, a una escala no vista en varias décadas. Y, segundo, lo que me está diciendo es lo normal. Los jóvenes siempre son los más fanáticos. Ya lo sabe usted: los jóvenes comunistas, los jóvenes fascistas, los jóvenes anarquistas... Los jóvenes son susceptibles a estas cosas. Son fácilmente manipulables. Y otra cosa: aquí no estamos hablando de humanismo, sino de pacifismo. El pacifismo es el miedo a plantarle cara al enemigo, a reconocerlo como tal y a combatir para preservar nuestra civilización. El humanismo no significa aceptar que otra civilización está destinada a reemplazarnos, a nosotros y a nuestra propia civilización. Esto no significa odiar a alguien. Yo no odio a nadie. La identidad francesa contribuye a la hermosura del mundo. Si un día nos encontramos con un nuevo país llamado República Islámica de Francia, el mundo habrá perdido esa contribución. En su lugar habrá el país mahometano número 58, y Francia habrá desaparecido. Lo que será una gran pérdida para el mundo.
-Según usted, Francia hoy ha perdido gran parte de su poderío tras ser emasculada por las feministas y homosexuales a lo largo del último medio siglo. La revista New Yorker contabilizó 23 inclusiones de la palabra 'virilité' en su libro de 2014, Le suicide français.
-No sé qué quiere decirme con eso. ¿Tengo que hablar con un psicólogo para que me lo explique?
-Se lo pregunto de otra forma. ¿Éric Zemmour es un hombre 'masculino'? ¿De joven se metía en peleas? ¿Pone a las mujeres 'en su sitio'?
-¿Que si me metía en broncas? ¿Que si trato mal a las mujeres? No, nada de eso. No tengo la pinta, ¿verdad? Ni el físico me acompaña. Tampoco tengo esa mentalidad. No, no, yo soy muy francés. Me gusta flirtear, la cultura de la seducción... Me gusta la cortesía francesa. Con una matización. Yo creo que ha estado dándose un predominio de lo que llamamos 'los valores femeninos', esto es, la paz es preferible a la guerra; el consenso, a la elección personal. Hay que respetar otra clase de valores, de tipo más masculino, como asumir unas responsabilidades. Porque el varón por naturaleza defiende ciertas cosas.
"Se está dando un predominio de los valores femeninos: la paz es preferible a la guerra; el consenso, a la elección personal. Hay que respetar valores más masculinos, como asumir responsabilidades"
-Ya, ¿y en su casa quién manda? ¿Usted o su mujer?
-¿Quién es el que lleva los pantalones? Mi mujer trabaja fuera de la ciudad. Es abogada. En su momento trabajó en casa todo lo que hizo falta. Cuidó más que yo de los niños cuando eran pequeños. ¡Yo nunca estuve embarazado, claro! Mire, yo creo en la igualdad entre hombres y mujeres, pero no me parece que los hombres y las mujeres sean iguales. Hay unas diferencias biológicas. No soy de los que piensan que todas las diferencias son de origen social. Y, por decirlo todo, la teoría de los géneros me parece una payasada.
En lo referente a flirteos y seducciones, Zemmour fue más allá de lo indicado en su relación con Sarah Knafo, su principal asesora, quien tiene 28 años. En septiembre pasado, la revista Paris Match los sacó en portada tiernamente abrazados en la Costa Azul. El candidato dijo que dicha publicación se había inmiscuido en su derecho a la privacidad, y su director fue despedido en octubre, se dice que por las presiones ejercidas por un importante accionista admirador del candidato.
Pero la situación se complica, pues hace un par de semanas la revista Closer anunció que Knafo está embarazada de Zemmour, quien en mayo seguramente será padre por cuarta vez. Zemmour recurrió a las vías legales para que el número de la revista no saliera a la venta, pero no lo consiguió. Y, en el curso de una visita a Marsella, una mujer le mostró el dedo medio nada más verlo montado en el coche; Zemmour contestó enseñándole el dedo a su vez, con profusa gesticulación adicional. Más tarde explicó que «con intención de metérselo a la otra hasta el fondo». A su lado, Knafo se echó a reír.
Pero el hecho es que los candidatos imposibles a veces ganan, como los americanos saben bien. Al final de la entrevista le pregunto: ¿qué puede decir a los lectores para dejar claro de una vez que no es un machista ni un racista?
-Nada de cuanto le he dicho es de índole misógina, sexista o racista. Y, mire, tampoco me siento obligado a tranquilizar a sus lectores. Lo único que digo es que se trata de simples caricaturas, de los consabidos latiguillos facilones hechos por personas que me quieren perjudicar. Repito: no me parece que defender la propia cultura sea una muestra de racismo. No me parece de misóginos considerar que las mujeres no son hombres. No veo por qué no podemos debatir estas cosas. Todo es cuestión de palabras. Dicen que soy un racista. Pero un racista es alguien que se dedica a medir cráneos y está convencido de que el color de la piel determina la inteligencia. Por mi parte creo que da igual la procedencia, toda persona puede convertirse en francesa si hace suya la historia de Francia y su cultura popular. Esto que digo es lo contrario del racismo.
La gran rival, Valérie Pécresse
¿Primera mujer presidenta?
Valérie Pecresse se impuso en las primarias como candidata a las presidenciales por el partido de Los Republicanos y se ha convertido en la nueva estrella del panorama político francés y en la esperanza de la derecha de recuperar el poder. Según las encuestas, podría ser la primera mujer presidenta de Francia. Su estrategia: denunciar el «inmovilismo» de Emmanuel Macron y la «demagogia» de Marine Le Pen y Zemmour. Su lema: parar la inmigración «incontrolada», recortar el gasto público innecesario y recuperar el estilo de vida francés.
Entre Merkel, Thatcher... y Ayuso
Tiene 54 años, amplia experiencia en la política, es católica y madre de tres hijos. Ahora es la presidenta de la región Isla de Francia, que incluye París, es decir, el equivalente a Isabel Díaz Ayuso en España. Ella se describe como «dos tercios de Angela Merkel y un tercio de Margaret Thatcher».
© The Sunday Times
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