Apoyaron a Nikki Haley
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Apoyaron a Nikki Haley
Miércoles, 06 de Marzo 2024
Tiempo de lectura: 7 min
Se los conoce como ‘kochtopus’, por sus tentáculos. El sobrenombre se lo pusieron en los mentideros políticos de Washington, una combinación de su apellido (Koch) con octopus, ‘pulpo’ en inglés. Así de largos y poderosos son los ‘apéndices’ de los hermanos Charles y David Koch, incluso después de la muerte de este último en 2019. Su apabullante influencia en el seno del Partido Republicano tiene que ver con su inmensa fortuna.
Los Koch siempre estuvieron interesados en el negocio de las influencias políticas. Aunque a menudo se los describe como ultraconservadores, ellos preferían autodefinirse como libertarios. Creen en la desregularización del mercado y consideran que la dimensión del Estado es desproporcionada y que controla en exceso la vida de los ciudadanos, pero en temas sociales, como el matrimonio gay o el aborto, son progresistas. Por supuesto, sus detractores, que a menudo los retratan como a villanos de cómic, se cuentan por cientos.
Uno de sus enemigos más desafiantes era el senador Bernie Sanders, que decía que su objetivo no era solo terminar con la reforma sanitaria, oponerse a aumentar el salario mínimo o recortar la inversión en educación. «Quieren derogar cada ley de los últimos 80 años que ha ayudado a proteger a la clase media, a los ancianos, a los niños, a los enfermos y a las personas más vulnerables». La verdad es que la agenda de los hermanos Koch era convertir Estados Unidos en una sociedad oligárquica en la que la vida económica y política estuviese controlada por un puñado de familias multimillonarias.
Pese a su poder, su reputación y su fortuna, los Koch lograron pasar inadvertidos durante décadas. Charles se rige, hasta hoy, por un criterio de discreción absoluta. Por eso, toda su red de influencias políticas funciona a través de institutos y fundaciones en forma de think tanks (o laboratorios de ideas) como el CATO Institute, Mercatus Center u organizaciones como Americans for Prosperity, a los que los Koch donan anualmente decenas de millones de dólares. Que la opinión pública no supiera demasiado sobre ellos siempre ha sido parte de su estrategia.
Al fin y al cabo, como David Koch dijo en una ocasión, su conglomerado empresarial es la compañía más grande de la que usted nunca ha oído hablar. Ellos mismos son un pequeño misterio. David, más tímido que su hermano mayor, llevaba una vida tranquila y cosmopolita en Nueva York, donde era el residente más rico de la ciudad. Charles es el presidente de Koch Industries, tiene su residencia en Kansas y siempre ha sido el más vehemente de la familia.
De hecho, se lo conocía por remitir alarmantes cartas en las que advertía sobre una deriva socialista a otros millonarios como él. Sin embargo, en la campaña presidencial de 2016, los hermanos decidieron romper su silencio y abrirse poco a poco a la prensa.
Los hermanos Koch nacieron en Wichita, Kansas, en el periodo de entreguerras. Y, en realidad, no son dos, sino cuatro. Frederick, de 81 años; Charles, de 79; y los gemelos David y Bill, de 75. En casa, los desacuerdos entre ellos se arreglaban a puñetazos y no había demasiado tiempo para disfrutar de la fortuna familiar que su padre, Fred C. Koch, amasó gracias a su empresa petrolera. Mi padre me puso a trabajar cuando tenía seis años, ha explicado Charles.
Al mayor, Frederick, nunca le interesó el negocio familiar. Mientras el resto de sus hermanos estudiaban Ingeniería, él se decantó por estudios de Humanidades en Harvard y Yale y se convirtió en un prominente coleccionista de arte. A finales de los ochenta y principios de los noventa, los Koch se enfrentaron en una dura batalla legal por el control de la compañía que fundó el patriarca, batalla de la que Charles criado para ser el sucesor natural de su padre y David salieron victoriosos.
Hoy por hoy, Koch Industries es el segundo conglomerado industrial de Estados Unidos, factura más de 100.000 millones de dólares al año y tiene unos 80.000 empleados en plantilla en sectores tan diversos como la refinería de petróleo, los biocombustibles, la industria química, los minerales, el papel o el vidrio.
Pero de su padre los Koch heredaron algo más que un negocio boyante. A finales de los años veinte, Koch ingeniero de profesión inventó una forma más eficiente de refinar el petróleo, pero la patente de su innovación se enredó en una maraña de demandas en Estados Unidos y decidió viajar a la Unión Soviética para construir 15 refinerías para el régimen de Stalin.
Cinco años después, en 1929, Koch volvía a Wichita con una pequeña fortuna en el bolsillo con la que montaría su propio negocio, Rock Island Oil and Refining. Sin embargo, su estancia en la Unión Soviética lo convirtió en un aguerrido anticomunista y a su regreso escribió un panfleto en el que describía el país en el que había vivido como la tierra del hambre, la miseria y el terror.
Su obsesión por el régimen soviético se convirtió, según explicaría muchos años más tarde su hijo David, en una paranoia en toda regla. En 1958, Koch fue uno de los fundadores de la John Birch Society, un grupo que denunciaba la filtración de comunistas en los partidos demócrata y republicano y que abogaba por limitar el tamaño del gobierno de Estados Unidos.
El credo libertario del patriarca germinó en sus hijos. Especialmente en David, que en 1980 intentó dar el salto a la política cuando decidió presentarse como candidato a la vicepresidencia por el Partido Libertario junto con el líder de entonces, Ed Clark. Su programa electoral eente radical. prometían suprimir el FBI, la CIA, la Seguridad Social y el salario mínimo, además de implantar políticas de desregulación del mercado y una masiva reducción de impuestos.
Planteaban, en definitiva, reducir el Estado a la mínima expresión, únicamente delegando en el Gobierno la garantía de los derechos individuales. Pero Ronald Reagan ganó aquellas primarias (y posteriormente llegó a la Casa Blanca), y el equipo formado por Clark y Koch obtuvo un paupérrimo uno por ciento de los votos. Cuatro años después, David Koch se unía oficialmente a las filas republicanas y convencía a su hermano Charles de que hiciera lo mismo. Desde entonces, los Koch han financiado a los candidatos republicanos.
De cara a las elecciones de noviembre de 2024, Americans for Prosperity Action, 'el brazo político' de los Koch, ha respaldado a Nikki Haley durante las primarias republicanas, el último desaire de la red Koch contra Donald Trump. Su campaña para evitar la reelección de Trump empezó ya hace un año, con numerosos anuncios argumentando que «Trump no puede ganar». Pero por muchos millones que hayan inyectado en la campaña de Haley no han logrado hacer la más mínima mella en la del ex presidente.
Nadie tiene muy claro las razones de tanta animosidad entre los Koch y Donald Trump, que no duda en calificar abiertamente a Charles Koch de «estúpido y sobrevalorado». En realidad, las políticas medioambientales y económicas que implementó durante su mandato, beneficiaron al imperio de los Koch. Pero es evidente que no soportan las maneras de Trump y fueron de los republicanos que se alarmaron ante la toma del Congreso por sus seguidores.
En cualquier caso, cuando Trump sea nominado oficialmente en los próximos días, está por verse qué posición final adoptan los Koch. En 2016 se resistieron hasta el final, pero acabaron contribuyendo a su campaña.
Cuando Emily Seidel, directora ejecutiva de Americans for Prosperity Action, anunció el 25 de febrero que dejaban de financiar la campaña de Haley, insistió en el peligro de que Trump fuese el candidato del Partido Republicano. Pero, en su opinión, curiosamente, el peligro es que, dado el rechazo frontal que Trump provoca en una parte del electorado americano, el Partido Demócrata acabe «dominado por la izquierda progresista».