Kerry Emanuel Sabio 10 | Catedrático del MIT, experto en huracanes «El cambio climático puede llevarnos a una tercera guerra mundial»

Con motivo de nuestro 35 aniversario y en colaboración con la Fundación BBVA, hablamos esta semana con este prestigioso meteorólogo que hace cuarenta años predijo que aumentarían los huracanes y que serían más destructivos. Acertó. Ahora pronostica migraciones masivas, falta de agua, hambre y guerras. Kerry Emanuel se mete literalmente en los ojos de los huracanes y tiene soluciones.

Sábado, 02 de Julio 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Muy pocas personas pueden decir que se han metido en el ojo del huracán. Literalmente. Y menos aún que lo han hecho a propósito. Kerry Emanuel (Cincinnati, Ohio, 67 años) lleva media vida persiguiendo los vientos más destructivos y descifrando el secreto de su fuerza arrasadora. En los años ochenta predijo que el calentamiento de los océanos aumentaría la intensidad de los huracanes. Y tenía razón. A casi nadie preocupaba entonces el cambio climático, que este catedrático del Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) vio venir. Emanuel pronostica ahora que el aumento de las temperaturas traerá migraciones masivas, escasez de agua, hambre y guerras. En 2021 fue galardonado con el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA.


XLSemanal. Cuando está a punto de despegar el avión con el que va a meterse en un huracán, ¿nunca se ha querido bajar?

Kerry Emanuel. Los pilotos son magníficos. Francamente, lo he pasado peor con las turbulencias en algunos vuelos comerciales.

XL. ¿Qué ha aprendido de los huracanes?

K.E. Que cada vez son más destructivos. Por dos razones. Una es que su intensidad se está incrementando. Y otra es que cada vez más gente vive en zonas inundables.

POR QUÉ PASARÁ A LA HISTORIA
Por anticipar uno de los primeros efectos del cambio climático: que los eventos meteorológicos extremos, como huracanes y tormentas tropicales, serían cada vez más violentos por el impacto del calor en las corrientes de la atmósfera. Lo publicó en Nature en 1987. La profecía resultó correcta.

XL. ¿Y qué ha aprendido cuando está en el ojo del huracán?

K.E. Que la ciencia no es incompatible con el placer estético. Es un espectáculo incomparable. Ninguna grabación le hace justicia. De repente, te metes en una especie de coliseo, con un diámetro de unos ochenta kilómetros, cuyas gradas son nubes de un blanco purísimo. Y tienes el océano turbulento a tus pies.

XL. ¿Se respira paz?

K.E. Vas en un avión cuatrimotor bastante ruidoso. Y tienes que controlar las emociones y tomar datos. Para algunos, es una experiencia mística. A veces, hay bandadas de aves marinas atrapadas, volando al borde del agotamiento. Si ven una isla o un barco, se lanzan en picado.

XL. El pronóstico del tiempo nunca ha sido tan preciso como ahora, pero sigue sin ser una ciencia exacta. No obstante, hemos avanzado desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el desembarco de Normandía dependía de un pronóstico de un solo día…

K.E. Hoy, el pronóstico a cinco días ya es tan fiable como el de tres días hace veinticinco años. Pero la teoría del caos nos sugiere que nunca se podrá hacer un cálculo preciso más allá de dos semanas porque es muy sensible al más mínimo error. Solo se puede predecir si, de media, un mes será más o menos cálido o lluvioso.

«La industria nuclear es segura. Solo ha sufrido tres accidentes. Muere más gente por la contaminación»

XL. En ocasiones, acertar con el pronóstico puede ser una cuestión de vida o muerte…

K.E. Sí, cada vez son más preocupantes los eventos extremos: incendios, sequía, tormentas, riadas… Un solo huracán de intensidad 5 es más dañino que todos los de intensidad moderada de la temporada juntos. Y lo que estamos viendo es que estos eventos extraordinarios son cada vez más extremos y letales.

XL. ¿La creciente diferencia térmica entre el día y la noche en muchas regiones es la antesala del desierto?

K.E. Lo que dicen los modelos climáticos es que los lugares que son secos lo serán más; y los húmedos serán más húmedos. Habrá consecuencias negativas para el suministro de agua y alimentos. El Ejército de Estados Unidos ya se prepara para la eventualidad de que esta escasez lleve a conflictos armados. El peor escenario posible es una guerra mundial. Ya estamos viendo señales de inestabilidad política relacionadas con el cambio climático en muchos lugares.

XL. La guerra de Ucrania y, antes, la Primavera Árabe son ejemplos de que la geopolítica está ligada a la alimentación y, por tanto, también al clima…

K.E. Sí. La civilización comenzó hace unos siete mil años, cuando los seres humanos se asentaron para hacerse agricultores y ganaderos. Esto coincidió con una estabilización del clima después del final de la Edad de Hielo. Las adaptaciones llevan siglos y cualquier desajuste causa estragos, sea por un calentamiento o por un enfriamiento. Lo preocupante no es el calentamiento en sí, sino el cambio. Está yendo demasiado rápido para que nos podamos adaptar.

XL. ¿La población que vive en ciudades costeras tendrá que hacer las maletas?

K.E. El nivel del mar está subiendo, pero no de una manera uniforme ni en todas partes. De media, en el mundo sube unos pocos milímetros por año. No es muy rápido... Y se debía, sobre todo, a que los océanos se calientan y las moléculas de agua se expanden. Pero en las últimas décadas han comenzado a derretirse grandes masas de hielo en la Antártida. Tememos una aceleración de este fenómeno. En cincuenta años, las previsiones apuntan a que el nivel del mar habrá subido un metro.

XL. El negacionismo sigue siendo un problema.

K.E. Sí, hay mucha desinformación interesada, como sucedió cuando la industria tabaquera negaba el vínculo entre los cigarrillos y el cáncer. Y mucha gente que no se lo cree. Si profundizas un poco en lo que opinan, en realidad el cambio climático es lo de menos. No les gustan las soluciones, no quieren que suban los impuestos, pagar más por el combustible… Porque siempre se les piden sacrificios. Y aquí, creo, los gobiernos se han equivocado. Porque lo han vendido muy mal.

XL. ¿Y cómo hay que venderlo?

K.E. Hay que ilusionar a la gente. Haremos la transición porque viviremos mejor y gastaremos menos. La tecnología lo hará posible. Y la haremos sin pensar demasiado en el clima. Me compré un coche eléctrico y es mucho más barato y fácil de mantener, y más divertido de conducir.

XL. ¿Psicología positiva?

K.E. Sí. Hay muchas razones para que la gente se pase al coche eléctrico. La contaminación mata a 8,7 millones de personas cada año en el mundo, sobre todo por inhalación de las pequeñas partículas que produce la quema de combustibles fósiles. ¿No sería estupendo acabar con esto? Pero hay que animar a la gente, no decirles que son malas personas por conducir un coche grande.

XL. La incertidumbre sobre el suministro energético ha dado pie a dos tipos de respuesta en Europa: Francia refuerza su apuesta por la energía nuclear, Alemania quema mucho más carbón.

K.E. Sí. La crisis petrolera de los setenta asustó a Francia, que hizo una transición muy rápida a la nuclear y la hidroeléctrica. Lo de Alemania es trágico. Hace diez años, el veinte por ciento de su electricidad procedía de centrales nucleares. Empezaron muy bien con las renovables. Pero, en vez de desconectar las centrales de carbón, ¡jubilan las nucleares! Y ahora es más dependiente que nunca del gas de Rusia.

XL. Pero la energía nuclear tiene sus riesgos…

K.E. Es muy segura. Pasa como con el coche y el avión. Es mucho más seguro un avión, pero de vez en cuando se estrella alguno. Muere más gente cada tres días por respirar aire contaminado que en toda la historia de la industria nuclear, que ha tenido tres accidentes. Pero ha sido estigmatizada.

XL. ¿Y el problema de los residuos nucleares que hay que almacenar durante miles de años?

K.E. Yo tengo placas solares en mi tejado. Y las células contienen cadmio, que es venenoso y su vida dura millones de años. Si toda la energía que usted consumirá a lo largo de su vida procediera del carbón, necesitaría varios trenes para llevarse los residuos. Si fuera nuclear, cabrían en una lata de refresco. Y enterrarlos no es ningún problema para los ingenieros.


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