Revolucionó las ciencias sociales con su hipótesis sobre los 150 amigos. Defiende que tenemos un límite cognitivo que nos impide tener más. Esta cifra fue bautizada en los años noventa como 'el número de Dunbar', y el artículo científico que la dio a conocer es
uno de los más citados en antropología e inspira decenas de investigaciones. Robin Dunbar, de 74 años, estudió a primates en África durante un cuarto de siglo. «Igual que los simios, los humanos necesitan el tacto para crear vínculos, por eso la tecnología no vacuna contra la soledad», advierte. Es profesor emérito de Psicología Evolutiva de la Universidad de Oxford.
XLSemanal. ¿Quien tiene un amigo tiene un tesoro?
Robin Dunbar. Y quien tiene cinco, un seguro de vida. La mejor manera de predecir cuánto va a vivir alguien es ver su círculo de amistades. Si tiene cinco amigos en los que confiar, sus probabilidades de supervivencia aumentan, por ejemplo, tras un infarto. La amistad influye más que la dieta o el ejercicio. Es tan decisiva como dejar de fumar.
XL. ¿La familia también cuenta?
R.D. Sí. La única diferencia es que la familia soporta largos periodos de no relacionarte con ella. Puede ser molesta, pero es fiable [ríe]. A los amigos, sin embargo, hay que cuidarlos. A los mejores necesitas dedicarles al menos media hora al día. Es mucho tiempo. Es una de las dos razones por las que no podemos tener un número ilimitado de amigos.
XL. ¿Y cuál es la otra?
R.D. La capacidad de procesamiento del cerebro. Nos da para tener 150 amigos como máximo; es un tope, como la memoria de un ordenador. Y también porque necesitamos el contacto físico. Nada sustituye al tacto, al abrazo. Una videollamada es un pobre sustituto.
XL. ¿Por qué?
R.D. Porque el tacto libera endorfinas, un opiáceo. Nos relaja. Eso lo saben los monos, que se acicalan mutuamente y crean así vínculos. Pero ese contacto es muy íntimo y elegimos con quién lo mantenemos. Ellos también. Nosotros tenemos otras alternativas para crear vínculos. Por ejemplo, la risa. Al principio, en la tribu, se reían de cosas imprevistas. Alguien que se cae... Pero la invención del chiste permite planificar la diversión.
XL. La inteligencia artificial ya entiende nuestros chistes.
R.D. Lo dudo. Puede que aprenda a imitar nuestra risa, pero le va a costar. Y no sabe distinguir entre la risa genuina y la social, cuando tu jefe cuenta un chiste malo y finges que te hace gracia.
XL. O sea, que la risa sigue siendo territorio humano.
R.D. Ojo. Otros primates también ríen. Pero su risa es diferente: inhalan y exhalan aire. Nosotros solo lo exhalamos, a golpecitos, vaciando los pulmones. Por eso reír a carcajadas es agotador. Ahora, esa asfixia momentánea libera endorfinas.
XL. ¿Por qué clasificamos a nuestros amigos en categorías?
R.D. Nos sale sin querer. Hay entre 3 y 5 amigos íntimos. Es el primer nivel. Son a los que pedimos consejo, dinero... En el siguiente nivel habría de 10 a 15. Si una de estas 15 personas muere, te dejará tocado. Muchos deportes de equipo funcionan en esa horquilla: fútbol, rugby... También es el número de apóstoles o de miembros de un jurado.
XL. ¿Y el tercer nivel?
R.D. Hay unas 50 con las que no tienes un trato continuo, pero te alegras mucho cuando las ves. Y, si añadimos la cuarta y última capa, suman en total unas 150. Ahí ya entran los conocidos: las personas que invitarías a tu boda.
XL. El famoso número de Dunbar... ¿Cómo llegó a él?
R.D. Hace 30 años vi un gráfico que comparaba el tamaño de los grupos de primates con el tamaño de sus cerebros.
XL. ¿Y qué vio?
R.D. Que cuanto más grande era el cerebro, mayor era el tamaño del grupo. En primates, el máximo es 50. En humanos, mis cálculos dieron 150. Es un número que se repite. Los cazadores-recolectores viven en sociedades de 150 miembros.
XL. ¿Por qué 150?
R.D. Es el número perfecto para que fluya la información. Si hay más, no es tan eficiente. En los ejércitos modernos, la unidad más pequeña es la compañía, con 130 o 150 miembros en total. Y la doble centuria era la unidad básica de las legiones romanas y tenía el mismo número. Un dato: las empresas con más de 150 empleados tienen más absentismo.
XL. ¿Por qué?
R.D. Lo que mantiene a una comunidad unida es la obligación mutua y la reciprocidad. Con más de 150 miembros se necesita una jerarquía, una autoridad...
XL. También hay jefes en grupos más pequeños.
R.D. Sí, pero con 150 obedeces no porque te vayan a castigar, sino porque te sientes vinculado emocionalmente al colectivo. No abandonas a los tuyos y esperas que no te abandonen.
XL. Es un número que se ha cuestionado.
R.D. Se cuestiona desde que se publicó, pero las evidencias son abrumadoras. Lo vemos en los grupos de Facebook, en los juegos on-line, en las parroquias... Y es así desde la Edad de Bronce. Las aldeas normandas del siglo XI crecen hasta alcanzar ese número y no más. Si llegan más individuos, porque la gente insiste en tener hijos, el grupo se escinde... Pero la tarea más delicada a la que se enfrenta el cerebro es a la búsqueda de pareja.
XL. Explíqueme eso...
R.D. Si pensamos en las aves y los mamíferos, las especies con cerebros más grandes suelen ser monógamas. Las que viven en grandes bandadas o manadas anónimas tienen cerebros más pequeños y son promiscuas.
XL. ¿Inteligencia y monogamia están relacionadas?
R.D. Ser monógamo de por vida conlleva enormes riesgos. Una mala elección de pareja, que no sea fértil, que sea perezosa o infiel pone en peligro que pasemos nuestros genes a la siguiente generación. Así que existe una gran ventaja evolutiva en tener un cerebro que te permita reconocer las señales de que esa pareja potencial que te está tirando los tejos no es un buen partido.
XL. Te evitas problemas...
R.D. Un montón. Hay otro aspecto de la monogamia que se suele pasar por alto.
XL. Soy todo oídos.
R.D. La pareja necesita coordinarse. Fíjese en cualquier pajarillo cuando incuba los huevos. Si uno de los miembros de la pareja se pasa el día en el equivalente pajaril del pub de la esquina, es decir, si no le da relevos a su pareja, esta se verá en la tesitura de abandonar los huevos o quedarse en el nido y morir de hambre.
XL. O sea, en la naturaleza macho y hembra colaboran, aunque tengan intereses diferentes...
R.D. Y cerebros diferentes. Cualquier individuo sensato sabe que la mejor estrategia para sobrevivir en una pelea es retirarse con elegancia. Pero, en el combate por aparearse, los que se retiran no consiguen a la chica. Así que un mecanismo que impida a los machos pensar demasiado suele funcionar mejor. Pueden acabar heridos o muertos, pero el ganador se lo lleva todo. Un pequeño neocórtex y un gran sistema límbico es justo lo que necesitas.
XL. ¿Y las hembras?
R.D. Para ellas es más importante el neocórtex porque las crías tienen más posibilidades de sobrevivir si las hembras colaboran entre ellas. Por eso, las mujeres son más selectivas en sus amistades. A los hombres les basta con ser del mismo club. Pero hay otra diferencia curiosa...
XL. Sorpréndame.
R.D. Un tercio de las mujeres ha heredado una cualidad genética que les permite detectar cuatro colores básicos y no tres, como los hombres. (El resto de los colores los interpreta el cerebro mezclando rojo, azul y verde). Tienen un tono extra, con frecuencia del rojo. Quizá por eso adivinen cuándo su pareja miente: detectan cambios sutiles en el rubor de su cara [ríe].
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