Amartya Sen “La conciencia de la economía” "Es evidente que Estados Unidos ya no está en condiciones de desempeñar su papel de liderazgo"
‘La conciencia de la economía’. Así es como muchos llaman a este analista indio, Premio Nobel de 1998 y Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2021. Abogado de los pobres y desfavorecidos, Sen ha hecho de la lucha contra la desigualdad su bandera. Unas ideas que, por culpa de la pandemia, tienen más vigencia que nunca. Lo escuchamos.
Lunes, 25 de Octubre 2021, 16:00h
Tiempo de lectura: 10 min
Amartya Sen, nacido hace 86 años en el actual estado indio de Bengala Occidental, es un talento multidisciplinar. Economista y filósofo, por encima de todo es un pensador excepcional. El ser humano o, mejor dicho, el bienestar del ser humano está en el centro de su pensamiento y de su trabajo. El propio Sen siempre se ha visto como un abogado de los pobres y los desfavorecidos. Su tesis más conocida demuestra con datos históricos cómo no solo la escasez de alimentos produce las grandes catástrofes alimentarias, sino, sobre todo, el reparto injusto de la riqueza. Amartya Sen ha sido profesor en muchas de las principales instituciones educativas del mundo (como Oxford, Harvard, Cambridge, Stanford o Berkeley), es asesor de Naciones Unidas y se lo considera el padre del índice de desarrollo humano, un indicador del bienestar que no mide el desarrollo y la calidad de vida únicamente en función de criterios materiales, también incluye factores como la educación, la salud o la libertad. En 1998 ganó el Premio Nobel de Economía. Sen vive en Boston con su tercera esposa, Emma Georgina Rothschild, economista e historiadora, y enseña en Harvard.
XLSemanal. Muchos lo llaman ‘la conciencia de la economía’. ¿Lo sabía?
Amartya Sen. No, pero me parece exagerado. Se podría decir lo mismo con igual o mayor justificación de Adam Smith, el marqués de Condorcet y, por supuesto, Immanuel Kant. Muchas veces se menciona mi nombre junto con el de estos grandes pensadores, y es un honor, pero nada más.
XL. Dadas las consecuencias que está teniendo la pandemia, ahora su trabajo es más importante que nunca para la humanidad…
A.S. Estamos viviendo tiempos enormemente intensos e interesantes. Asistimos a un cambio en las prioridades. El foco se está desplazando. A la larga, Europa ganará relevancia, sobre todo Alemania y Francia, mientras se hace evidente que Estados Unidos ya no está en condiciones de desempeñar su papel de liderazgo. También es cierto que muchas de las cosas sobre las que he investigado a lo largo de mi vida se están situando con mayor claridad en el centro de los temas que nos ocuparán en el futuro.
XL. Es decir, pobreza, desigualdad…
A.S. Así es.
XL. La pandemia ha puesto al mundo en un estado forzoso de pausa. Algunos de sus colegas la describen como una especie de advertencia y concluyen que la humanidad ya no puede seguir con ese mantra del crecimiento económico continuo.
A.S. El crecimiento siempre suscita interrogantes acerca de la sostenibilidad. El crecimiento es una cuestión de planificación correcta y de pensamiento correcto. Pero en sí no es algo malo. Igual que no lo es la globalización, porque la globalización significa muchas más cosas que un crecimiento global. Significa también un intercambio global de ideas, de pensamientos, de cultura. Podemos e incluso debemos crecer, pero de una forma inteligente.
XL. ¿Y cómo sería ese crecimiento inteligente?
A.S. Sobre todo, tenemos que acordar una cultura del reparto justo, que afecte a bienes necesarios para la vida como son los alimentos o las medicinas. Es un asunto del que ya se han ocupado grandes pensadores, y también estadistas, a lo largo de la historia. La redistribución sigue siendo la clave de la resolución de estas cuestiones tan importantes para la humanidad. ¿Me permite citar un ejemplo?
"Las pandemias y las guerras nunca han servido de nivelador social. Ni siquiera en tiempos de la peste o de las grandes hambrunas en Europa. A los ricos siempre les iba mucho mejor que a los pobres"
XL. Por favor.
A.S. Durante la Segunda Guerra Mundial, la desnutrición prácticamente desapareció en Gran Bretaña, a pesar de que en conjunto había menos alimentos que antes. Los que más se beneficiaron de la adopción del racionamiento de la comida fueron los pobres. El Servicio Nacional de Salud británico también nació a partir de la idea de un reparto igualitario.
XL. Pero lleva años al límite, como ha vuelto a ponerse de manifiesto con el coronavirus.
A.S. Eso no significa que la idea que tiene detrás no siga siendo buena. De todos modos, hay que admitir que no todas las cosas han evolucionado en una dirección positiva y que el reparto justo no es una realidad en todos los lugares del mundo. Lo vemos aquí, en Estados Unidos, donde la población negra es la que más está sufriendo los efectos de la pandemia.
XL. Muchos humanistas e historiadores han descrito las plagas, las guerras y las revoluciones como «grandes niveladores». Consideraban que empezar de cero era una oportunidad para conseguir una situación de mayor igualdad. ¿Esta visión podría aplicarse a la situación actual?
A.S. No, y tampoco creo que esa tesis haya sido correcta alguna vez, ni siquiera en tiempos de la peste negra o de las grandes hambrunas en Europa. En aquellos tiempos, a los ricos siempre les iba mucho mejor que a los pobres, aun cuando proporcionalmente murieran muchos. Las crisis humanitarias nunca han sido grandes niveladores. Kant, el gran ilustrado alemán, ya señaló que deberíamos dedicar mucha más energía a la cuestión de por qué unos tienen más que otros. En definitiva, lo del gran nivelador es una ilusión.
XL. Cuando observa el mundo de hoy, con un presidente impredecible al frente de Estados Unidos y con el país metido en un duelo con China, con una Unión Europea en la que solo tras agrias negociaciones los países ricos aceptaron ayudar a los miembros más débiles a combatir la crisis provocada por el coronavirus… ¿qué es lo que se le pasa por la cabeza?
A.S. Existe un riesgo real de que no estemos prestando la debida atención a cómo solucionar los problemas causados por la COVID-19, pero también hay señales alentadoras. Piense en Italia, por ejemplo, que ya se encontraba afectada por la desigualdad antes de la pandemia, una desigualdad que venía avivada por la retórica de la Liga Norte.
XL. ¿Pone a Italia como ejemplo positivo?
A.S. Antes de la pandemia, parecía que Matteo Salvini era políticamente intocable. Estuve en Italia el verano anterior y muchos lo aclamaban como a un héroe. Luego vino la crisis y ¿dónde está Salvini ahora? No se lo ve por ningún sitio. La retórica antiinmigración se ha llevado un revés importante. Piénselo: al principio de la crisis del coronavirus, Italia parecía desorientada, carecía de plan. Pero el país ha ganado esta batalla, y lo ha hecho desde el mismo momento en el que empezó a tener en cuenta a todos los ciudadanos, no solo a los del norte.
XL. La carrera mundial por desarrollar la vacuna está marcada por el egoísmo nacional. ¿Y si al final la realidad va en contra de su maravillosa teoría del reparto justo?
A.S. Los actores globales tienen su papel y deben asumirlo. No hay otra alternativa. Los países que, como Estados Unidos, solo buscan una vacuna para su propia población y se olvidan de los demás no demuestran liderazgo. Estamos hablando de una crisis global que exige respuestas globales. Estados Unidos tenía todas las características propias de una potencia líder global, pero cada vez las tiene menos, mientras que otros países han recortado las diferencias de forma considerable.
“El nacionalismo, el proteccionismo me producen dolor. Pero lo peores cuando la identificación con la nación ya no es válida para todos, cuando algunos quedan excluidos de forma premeditada”
XL. China sobre todo.
A.S. China obviamente, pero también Vietnam, por ejemplo, que durante la guerra apostó por el principio de la igualdad y sigue aferrándose a él. En cuestiones de educación, sanidad e igualdad, Vietnam y China se encuentran en una posición bastante buena. China es la que va en cabeza. Eso al menos es positivo.
XL. ¿Pero…?
A.S. Por desgracia, estos pasos positivos no han llevado ni a una democratización ni a un mayor respeto por los derechos de los individuos o de las minorías.
XL. Lleva muchos años viviendo en Boston, se puede decir que está asistiendo al declive de Estados Unidos desde la ventana de su casa: Trump, protestas, coronavirus… ¿Observa este escenario como académico o como un ciudadano de a pie?
A.S. De ambas formas. Ya estuve aquí en los sesenta, en mis primeros años de profesor. El pensamiento radical forma parte de la tradición norteamericana, es otra de las cosas que me fascinó de este país. En estos momentos está teniendo lugar en Estados Unidos una confrontación enorme entre aquellos que asisten preocupados a cómo responde el Estado a los problemas de la época y de la nación y aquellos otros que tienen una visión más estrecha del mundo.
XL. Lo de visión estrecha es una forma muy delicada de describir al actual presidente.
A.S. Para mí, esto va más allá de él. Percibo esos dos polos también entre mis estudiantes. Estados Unidos está atrapado en ese dilema. Pero la estrechez de miras no es un problema únicamente americano. Piense en Gran Bretaña y la decisión tan equivocada que es el brexit.
Durante la conversación, Amartya Sen no menciona el nombre de Donald Trump ni una sola vez. A veces da la sensación de que para él los gobernantes populistas actuales no fueran más que un desliz, un accidente en el devenir de la historia mundial. En la visión del mundo de Amartya Sen, siempre está presente el telón de fondo del pasado.
XL. ¿Esa mirada nacionalista y estrecha le produce dolor?
A.S. Claro. Pero hay algo todavía peor, y es cuando la identificación con la nación ya no es válida para todos, cuando algunos quedan excluidos de forma premeditada.
XL. ¿Podría citar algún ejemplo?
A.S. Mi país, la India. Antes era el país de los hindúes, los musulmanes, los cristianos, los judíos, los sijs, los parsis y muchos más. Pero el Gobierno actual tiene a esa India secular en buena medida esclavizada por una India bajo control hindú. En mi opinión, esto es mucho más censurable que el nacionalismo puro y duro que se percibe en todos los rincones del mundo. Nacionalismo sectario, focalización en los ricos, desprecio a los necesitados, represión de la libertad de expresión… y todo eso en una democracia.
XL. ¿Hasta qué punto diría que su origen ha influido en su trabajo?
A.S. No solo ha influido en mi trabajo, ha influido en mi vida. Tuve la suerte de nacer en una familia de académicos. Muchos de mis parientes lucharon contra el dominio británico y acabaron en la cárcel. Iba a visitarlos a menudo, aprendí desde muy joven que uno tiene que luchar por sus valores y su legado.
“La redistribución de la riqueza sigue siendo la clave. ¿Un ejemplo? En Inglaterra, la desnutrición desapareció en la Segunda Guerra Mundial. Los grandes beneficiados del racionamiento fueron los pobres”
XL. Es usted economista y filósofo. ¿Cómo se definiría como persona?
A.S. Siempre he buscado pertenecer al mayor número posible de grupos. Soy indio, pero también soy asiático. Crecí en un entorno hindú, pero no me siento solo hindú. Soy científico, pero siempre he querido centrar mi investigación en los campos que son más relevantes para la gente. Y siempre me ha gustado leer a personas que son capaces de apreciar el bien en el mundo. Me siento heredero de un linaje global.
XL. Ver el bien en el mundo, como usted dice, no parece tan fácil. Pandemia, recesión, pobreza, cambio climático y, por encima de todo, esta enorme desigualdad… ¿Podemos resolver todos estos problemas?
A.S. Si nos esforzamos lo suficiente, sí, podemos hacerlo. Tendría que hacerse a dos niveles. Por un lado, deberíamos reflexionar sobre qué ha ido mal y qué lecciones podríamos extraer. Y ser muy inflexibles con nosotros mismos durante el análisis.
XL.¿ Y el segundo nivel?
A.S. El segundo nivel es la colaboración. Es decir, tener la disposición de implicarse intelectualmente y la capacidad de tenderles la mano a los demás. A mí me gusta hacer las dos cosas. De hecho, hacer algo por el mundo también es muy divertido.
XL. Si pudiera hablar en la sede de Naciones Unidas, ¿qué les diría a todos los jefes de Estado y de Gobierno?
A.S. Lo primero que haría sería dedicar mucho tiempo a escuchar. Luego les diría que no hay nada que pueda sustituir al razonamiento crítico. Y que la mayoría de los problemas del mundo son resultado de un pensamiento cerrado, limitado. Una mente abierta y la voluntad de colaboración son esenciales.
El profesor Sen siempre recuerda que nació en un campus universitario. Su padre era profesor de Química en la Universidad de Daca, en el actual Bangladés. Aquellos primeros años en el subcontinente indio, entonces bajo el dominio colonial británico, marcaron al joven Amartya. Una vez, un jornalero musulmán -al que unos hindúes acosaban armados con cuchillos- se arrastró hasta la casa de sus padres para escapar de sus perseguidores; su padre lo llevó al hospital, donde falleció. Amartya era todavía un niño, pero entendió que aquel hombre se había adentrado en un distrito hindú por pura necesidad de supervivencia y a pesar del miedo. Sen no olvidó nunca aquella violencia sin sentido ni tampoco la terrible hambruna en Bengala que acabó con la vida de tres millones de personas en 1943. Los miembros de las castas superiores e intermedias, a las que él pertenecía, prácticamente no se vieron afectados por la tragedia, ni siquiera llegaron a percibir el sufrimiento de los demás. Aquellos sucesos cambiaron su imagen del mundo: a partir de ese momento, Sen se dedicó a estudiar la pobreza, la economía del bienestar y la desigualdad social. Sus teorías, ensayos y libros lo han convertido en una superestrella del mundo académico.
@STERN
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